En la trayectoria como cortometrajista de Alejandro Marzoa hay un tema recurrente que también constituirá el leitmotiv de Somos gente honrada, su ópera prima: la amistad. Como un científico, mide y pesa el valor de la amistad en el seno de una sociedad rica en vicios y tentaciones, es decir, rica en elementos que podrían hacerla peligrar cuando no desintegrarla por completo. La estrategia consiste en poner a prueba la resistencia de estos lazos afectivos a través de unos determinados elementos de conflicto: en Temporada 92-93, el sentimiento futbolístico; en el muy corrosivo Amistad, toda una serie de pequeñas traiciones (malas artes laborales, infidelidades amorosas, secretos envenenados…). Para su primera película, vuelve a poner en el centro del relato una amistad forjada en hierro… que se verá cuestionada cuando la posibilidad de una suma millonaria (en forma de alijo de cocaína encontrado en la playa) se cruce en su camino nublándoles el juicio y algo más.
La novedad, respecto a sus trabajos previos en el cortometraje, reside en su conexión argumental con la situación de grave crisis económica y social que está viviendo nuestro país. Los protagonistas (unos formidables Paco Tous y Miguel de Lira) son dos pobres diablos que, ahogados por sus circunstancias laborales, ven en la venta de droga una posibilidad real e inmediata de solucionar todos sus problemas. En otras manos, esta premisa habría dado pie a un retrato social lleno negrura y mala leche, pero a Marzoa le puede su vena humanista y su amor por sus personajes, de ahí que prefiera encarrilar la narración por la vía del debate moral: ¿hasta qué punto es lícito contravenir la ley para solventar nuestros problemas particulares? ¿Estar tan maltratados por un sistema injusto nos da carta blanca para pisotear todos los principios éticos que se crucen en nuestro camino?
En clave de tragicomedia costumbrista, Marzoa reflexiona sobre esta y otras cuestiones con ligereza y humor amable, permitiéndose alguna pincelada más ácida pero sin entregarse al delirio o la sátira salvaje. Lo mejor está en su habilidad para equilibrar pequeños y deliciosos golpes de humor (los dos amigos trapicheando con la coca) con otros golpes más dramáticos y dolorosos (las penurias que sufren ambos, especialmente un Paco Tous que aguanta las humillaciones en pantalla como un jabato). Lo peor está en sus puntuales excesos de melaza y sensiblería (aunque nunca alcancen niveles peligrosos para el diabético) y en una resolución tal vez demasiado bienintencionada y moralista, también algo previsible.
No obstante, como debut está sorprendentemente bien equilibrado: tiene ritmo, gracia, ternura y está conducido admirablemente por dos actores de raza que son quienes, en el fondo, sostienen el mayor peso de la película, ya que el resto de personajes no brillan al mismo nivel. De hecho, la cinta trastabilla en el dibujo de algunos de los secundarios, no tanto en el caso de Unax Ugalde (en un papel bastante puñetero y sorprendente que el actor lleva a buen puerto) como en el de una Manuela Vellés atrapada en un rol decididamente florero.
Actores al margen, Somos gente honrada es una película de nuestro tiempo, optimista hasta donde quiere o puede (con un cierto aire “capriano” incluido), pero también bastante impotente a la hora de plantear soluciones viables. Se conforma (¡y no es poco!) con invitarnos a conservar la integridad moral incluso en situaciones tan dramáticas como las que estamos viviendo. De paso, se afirma como sugerente carta de presentación para un director claramente dotado para la comedia, al que sólo le falta pulir algo los defectos ya mencionados para entregar películas verdaderamente grandes y desafiantes. De momento, disfrutemos de este pequeño aperitivo, concebido con la complicidad de Juan Cruz y de su hombre de confianza, Miguel Ángel Blanca.