De la secuencia inicial de Something You Said Last Night se deduce ya a través de esa pertinente presentación de personajes, la línea que seguirá un debut cuya identidad se desliza de ese naturalismo del que se surte Luis de Filippis, expresado en especial tanto a través de los tiempos muertos que provee la cineasta italo-canadiense como de la importancia que se desprenden de la gestualidad y los diálogos mediante los que se expresan sus personajes. Se podría definir como articular, pues, esa primera secuencia en la gasolinera, donde Renata, la protagonista, parece querer rehuir la actitud sobreproteccionista por parte de su madre, buscando encontrar así un espacio propio en el que no sea menester una presencia que controle o vigile sus pasos por más que se encuentre en un momento de tránsito y, por ende, de posible falta de control ante la situación encauzada.
Las disputas tanto entre Renata y su hermana como con su madre, devienen de este modo casi un mecanismo de defensa para la protagonista; y es que si bien la relación sostenida con sus familiares no es mala más allá de algunas tiranteces habituales de la edad, cada pequeño paso parece el lugar idóneo desde el que reafirmar una postura muy específica: la de su libertad, de aquello que constriñe involuntariamente, ya no las convenciones sociales (que también), sino el hecho de que el cambio hacia el que se dirige Renata pueda ser susceptible de una fragilidad que debe obtener una respuesta en forma de apoyo, por más que ese apoyo se pueda convertir en un yugo protector que a ojos de la protagonista se antoja como un mero mecanismo por más que no pueda ser así, dado que al fin y al cabo todo surge de modo subconsciente.
Luis de Filippis acierta al retratar una situación que en realidad dista mucho de realidades opresivas que se pueden llegar a pergeñar en otras direcciones, y lo hace logrando esgrimir una cierta sutileza que sirve tanto para estructurar el relato como para otorgarle el tono adecuado. Así, el vaivén constante que percibe el espectador en Something You Said Last Night, no es sino una consecuencia de lo veleidoso e inconstante de una coyuntura difícil de manejar, que incluso a Renata se le escurre las veces de entre las manos —como en esa secuencia del coche, que más adelante resolverá con mucho aplomo y un tanto de necesaria reivindicación—. El film trabaja en ese aspecto mediante una narrativa esquiva que quizá tome una apariencia demasiado voluble, evitando una línea clara a seguir más allá de los pormenores que pueden surgir durante el periodo vacacional veraniego, y por ello en más de un momento se sienta presa de una carencia de cohesión que incluso, en algunos instantes, parece buscada por la propia cineasta. Una decisión que entronca con ese naturalismo instaurado, y que pese a no beneficiar una progresión dramática adecuada, dibuja un recorrido consecuente con el retrato que pretende realizar De Filippis. Ello no es óbice para sentirse desplazado de un relato que, si bien tiene claras sus intenciones y las matiza tanto en diálogos como desde la presencia de manifiestos simbolismos (siempre poniendo el foco sobre esa diferencia que se dibuja involuntariamente en el devenir de Renata), en demasiadas ocasiones induzca a una desconexión que nos aleja del cuidado intimismo del que hace gala la cinta. Así, y aunque Something You Said Last Night tenga clara la perspectiva desde la que dibujar su particular crónica, al final uno no puede evitar sentirse como ese padre de familia, al margen de todo, que sólo se siente interpelado cuando, casi sin quererlo, recibe a cambio unas cuantas voces para, acto seguido, regresar a una monótona normalidad. Aunque por el camino deje alguna que otra instintiva reflexión que no hace sino concretar (de nuevo) que las distancias sociales no están donde las ponemos, sino donde las sitúa la sociedad.
Larga vida a la nueva carne.