Muchos nos hemos quedado prendados del último proyecto de la directora Ester Martin Bergsmark, presente en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, por su punto de vista, por varias de las ideas que se dejan caer, por la estética que acompaña al relato o por la espléndida banda sonora que nos acompaña a lo largo de toda la cinta.
El inicio engancha. Nos presentan a dos chicas que comparten piso en un ambiente distendido, pero de pronto una de ellas llama a la otra Sebastian, lo que nos descubre uno de los pilares de la obra. Pero atención, no se trata de un relato más o menos clásico que bascule sobre la transexualidad.
La protagonista, a partir de ahora Ellie, es alguien que tiene bastante claro tanto su género como su sexualidad. A través de ella observamos el relato y vamos viendo como inicia una relación con Andreas, al que a lo largo de toda la cinta vemos dudar constantemente, sin aceptarse a él o a Ellie, quien insiste una y otra vez en que se cambie de sexo de manera definitiva de una vez por todas.
Estamos ante un drama seco, que huye de dramatismos y tremendismos, de la misma manera que el cariño por los personajes abraza un romanticismo sin toneladas de azúcar y a los que algunos pequeños destellos de humor negro sientan de maravilla. Se nos presenta una Suecia alejada de la mirada típica y de las estampas de blanca nieve que suelen llegarnos de dicho país. Una Suecia mucho más “sucia”, para una historia que suele mostrarse más oscura de lo que nos llega de allí, donde el personaje principal llega a toquetear la prostitución como desahogo.
Ellie, por si no queda claro, acaba siendo la personificación de la androginia. Pero va mucho más allá. Va tomando el espacio de Sebastian, que siempre soñó con ser Ellie y poco a poco su verdadero yo va ganado terreno al otro. La confusión de la sexualidad en Andreas es evidente, que en un momento de la película asegura que él no es gay, ante lo que nuestra protagonista responde que ella tampoco. Dos dos personajes están algo confundidos, pero mientras uno no sólo se aceptará, sino que incluso alcanzará la plenitud de su identidad, la otra persona vivirá con la esperanza de hacerle cambiar y que se transforme en una mujer, no como meta personal o de ayuda, más bien para poder decirle a la sociedad que está con una mujer.
Ellie/Sebastian es la clave de la película, la persona que termina evolucionando emotivamente y que descubre que no necesita todo el maquillaje del mundo para sentirse querida. La elección de una desconocida para interpretar su papel es todo un acierto y sigue jugando a la confusión que hace gala la película; Saga Becker interpreta a Sebastian en su afán por llegar a ser Ellie.
La historia de amor está interpretada con un cariño y una autenticidad que se palpa en cada escena. La película está basada en una novela You are the roots that sleep beneath my feet and hold the earth in place, pero la mirada de su responsable es importante, al fin y al cabo la cineasta Ester Martin Bergsmark está especializada en este tipo de historias como han demostrado sus trabajos previos. Y aunque no sé que hasta que punto es relevante, ella también ha caminado por la misma senda que Ellie, su protagonista.
Tal vez por estar especialmente involucrada se evitan con soltura ciertas situaciones que podrían hacer que la cinta pasará del drama al dramón. Pero lo que si es cierto es que a parte de manejar los tiempos, el tono y unas ideas realmente interesantes se muestra espléndida con una cámara intimista que captura a la perfección tanto los pequeños detalles de una incipiente relación como unas medidas idas y venidas de sus propios personajes, que danzan persiguiéndose y rechazándose.
La banda sonora resulta esplendida y de una elección ejemplar para entender las cabezas y los corazones de Ellie y Andreas. Son ese tipo de canciones que cuando acaba la proyección uno busca como loco para volver a encontrarse con esa conjunción perfecta que la cineasta crea en varias escenas.
Por último, son dignos de mención algunos golpes sueltos de humor negro engarzados con precisión médica en un relato para huir aún más del dramón.
Por todo lo dicho la película se queda con el espectador después de su visionado. Una esplendida y tierna a la par que dura historia de amor. Sí, de amor, porque la aceptación de uno mismo sólo se puede cumplir con mucho amor.