Fondo en negro. Título gigante en pantalla. Some Kind of Hate y acción subsiguiente. Realizar un Stand up ovation bordeando la ironía, el asco y el desprecio más absoluto. No es para menos, porque dejémoslo claro, Some Kind of Hate es una de las producciones más nefastas, vergonzantes y ridículas que servidor ha tenido el placer de “gozar” en muchísimo tiempo. Un auténtico festival del Lol vía un despropósito tan continuo y articulado que uno se pregunta sí el ínclito director de la cosa, Adam Egypt Mortimer, no lo ha hecho a propósito.
Vayamos, sin más demora a tratar de explicar que nos ofrece Some Kind of Hate. En principio una combinación de bullying y fantasmas vengativos. Un poco de splatter y dosis de violencia más o menos explícita para uso y disfrute de los adeptos al subgénero. A partir de aquí se trata de desarrollar la trama, de dar consistencia y motivos (y motivaciones), crear tensión y ofrecer una justificación plausible a todo lo visto. O eso es lo que debería ser.
En su lugar nos encontramos a auténticos clichés con patas deambulando por pantalla, personajes cuyas formas de actuar y consecuencias parecen haber sido escritas en modo escritura automática o directamente bajo los efectos de altas dosis de alucinógenos varios. Y es que desde el heavy abusado por todos que de repente se pone o bizcochón o es un ‹stone cold killer›, pasando por la panda de ‹bullys› liderada por un negro con sicarios de estética nazi hasta la cheerleader calentorra con problemas de autoestima todo tiene un aire de descuido absoluto.
No se entiende, ya no el encefalograma plano en la psicología de los personajes, sino en su tránsito argumental. Piezas que parecían principales que se difuminan porque sí y dejan paso a otros subtramas que acaban por convertirse en las principales obviando hasta el 50% del metraje anterior. Da la sensación de improvisación total, como si el director se diera cuenta que está contando algo nada interesante y necesite aderezarlo con algo más truculento con lo que captar la atención, por otro lado ya perdida, de su audiencia.
A tener en cuenta: La cutrez de la puesta en escena. Entendámonos, se entiende que estamos ante una producción modesta, pero de ahí a esa sensación de rodaje en un descampado sin casi permiso de filmación hay un mundo. Hay una dejadez manifiesta en la factura, como una urgencia en el rodaje que se nota conforme avanza la película y que transmite una sensación de ganas de acabar cuanto antes, como si todo el mundo se diera cuenta de que lo que están rodando no lleva a ninguna parte. Pero eso sí, que no falten dos o tres planos de aire “autoral” para demostrar que lo cortés no quita lo valiente y que el Sr. Director ha ido a alguna academia de cine o algo.
Resumiendo: nada hay salvable en Some Kind Of Hate. Ni actuaciones, ni trama, ni “terror”. Aunque al respecto de este último concepto si podríamos hablar de pánico. Concretamente el de asistir a tamaño despropósito, a semejante vulgaridad cinematográfica a la que no se le intuye ni tan siquiera alguna idea potable que sirva de enmienda a lo mostrado. Sí, hay algún tipo de odio, el que uno siente al haber desperdiciado su tiempo contemplando una producción tan prescindible como esta. De pena.