Only Lovers Left Alive es una revisión del mito del vampiro actualizado y pasado por el filtro de la mirada de uno de los directores más importante de la actualidad, el insobornable Jim Jarmusch (Dead man, Mystery Train o Night on Earth, entre otras joyas).
Lo primero que llama la atención es el cambio de roles que ha sufrido la concepción del mundo vampírico. Si lo habitual es encontrarnos un mundo tenebroso, oscuro y promiscuo lleno de decadencia en la figura del no vivo de turno en esta ocasión la sociedad decadente está representada por un mundo humano en aguda crisis. No sorprende por tanto que parte de la acción transcurra (a su pesar) en una ciudad tan icónica como muerta como es Detroit, conocida como el vertedero yanki o la pesadilla americana, una ciudad que ha pasado de su esplendor industrial y la cara de la victoria capitalista del siglo pasado a la podredumbre económica y a la que periódicamente se le realizan exposiciones fotográficas por el lamentable estado de abandono en el que se encuentra.
La historia nos habla de una pareja de vampiros separados físicamente que vuelven a encontrarse, aunque se encuentran agotados y sin pasión, no ya entre ellos, sino por el mundo que les rodea. La palabra que mejor los definiría ante los humanos es «decepción». Ellos mismos dejaron atrás su época de asaltar, chupar sangre y actividades sexuales desenfrenadas y sobreviven como pueden comerciando con sangre que sacan de hospitales, lo que a uno le recuerda el nuevo rol del vampiro en muchas de las producciones contemporáneas que se realizan sobre ellos. Pero siguen viviendo en un mundo aparte, intentando relacionarse lo menos posible con los humanos salvo en casos de estricta necesidad. En definitiva, el cineasta coge sus rasgos clásicos más reconocibles (o, por lo menos, lo eran antes de la irrupción de Crepúsculo y una revisión del mito que no necesariamente debe entender como algo malo, ojo) a la vez que cambia y moldea a su gusto otros.
Así que todo adquiere un aire melancólico. El mundo ha cambiado, ha tomado una dirección que no puede entender alguien que no muere y cuyos cambios no puede ni quiere seguir, viviendo en esa prisión conocida como nostalgia. Llegados a este punto, la pregunta que en el interior vislumbramos en uno de los personajes es ¿para qué seguir viviendo? Su tiempo se ha agotado. Es inútil vivir con unos supuestos humanos que han evolucionado demasiado rápido. Un mundo que ha alcanzado la cumbre de la mediocridad desde su punto de vista. En su interior, esos vampiros son viejos.
Sin embargo el reencuentro entre los personajes de Tilda Swinton, alguien que intenta no caer en la melancolía, y el de Tom Hiddleston, atrapado en el vacío absoluto, consigue sino revivir la pasión por la vida al menos compartir una afable soledad. Son, por otro lado, una pareja a la que suponemos un pasado clásico (sangre, asesinatos, orgías, diversión y mucha pasión). Pero todo se trastoca con la irrupción de la hermana de Tilda, interpretada por Mia Wasikowska. Este personaje resulta muy interesante por el contraste que supone. En un primer vistazo podríamos decir que es alguien que no rehuye de su condición tradicional. Pero la mirada puede ser más sugestiva. Así, se trata más de una vampiresa adaptada a la decadencia humana que el resto. Sirva como ironía que mientras los otros dos protagonistas se mueven en ciudades como Detroit o Tánger, la pequeña del grupo vive en Los Ángeles como si fuera una estrella de cine. Ella ha abandonado todo cuidado y preocupación y más que volver a los orígenes, ha abrazado esa decadencia humana como único modo de conducta. Es un ser amoral. Ahora, ¿cómo se supone que era el rol clásico o como vivimos hoy en día en el mundo «real»?
El director crea un atmósfera única. Un tono discursivo que huye de la acción más inmediata. Nada nuevo en mucho de los trabajos de Jim Jarmusch, que nadie se llame a engaño por eso. Tras su visionado en el pase de prensa o incluso tras su paso por el Festival de Sitges las opiniones fueron dispares. Hubo entusiastas (entre los que me incluyo) pero también hubo gente que identificó la propuesta como algo pedante (nuestro creador de adjetivos favorito, Carlos Boyero. Pero no sólo él). Sea como sea no es una propuesta comercial ni una historia de amor al uso, como todo indica que está siendo la campaña de marketing de la película.
Su final es maravilloso. Derrotados, no queda más remedio que volver a lo que siempre fueron. Por una noche al menos. Only Lovers Left Alive pasa por una de las propuestas imprescindibles del año. Avisados quedan.