Soldate Jeannette, película austriaca del director Daniel Hoesl, gira en torno a Fanni, una mujer entrada en años que ha pasado la mayor parte de su vida acomodada haciendo un arte del derroche. Desgraciadamente para ella, y por causas que no se explican, las cosas ya no le van tan bien, por lo que tocará hacer de tripas corazón y apretarse un poco el cinturón como el resto de mortales ante la lluvia de mierda que nos está cayendo encima desde hace unos cuantos años. Se podría apuntar, pues, que la cinta llega en buen momento, y aunque su personaje principal diste de ser el prototipo ideal (por no esquemático) del héroe del pueblo llano, sus proclamas son un poco las de todos. No obstante, me permito un alto en el camino para subrayar que es relativamente fácil hablar del poco peso del dinero cuando se ha tenido a espuertas y uno ha terminado por hastiarse, como en el caso de nuestra Fanni, si bien esto no priva al mensaje de la obra de valía. Más bien al contrario, aquí podríamos aprender algo todos, si tuviéramos tiempo para reflexionar y nuestro caminar no se centrara en encontrar el alimento con que hacer el viaje digno.
En cualquier caso, hace bien el director al sugerir una batalla por la existencia con su título. Sin entrar en metafísicas ni misticismos de algún tipo, resulta evidente a estas alturas que no estamos ante ningún camino de rosas. Señores del público, si esperan una palmadita en el hombro con esta película, ya pueden irse olvidando. Lo que le interesa al que dirige la cámara es el aburrimiento, el aburrimiento vital, quiero decir, el motor de escasa combustión que mueve tantas almas y no rescata nada salvo lo inmediato. El tiempo cae a plomo, la atmósfera es bastante lánguida, se nos habla de “principios” en una vida llena de opciones, pero ninguna satisface; incluso el arte parece un mero contemplar sin intuición donde no hay lugar para el rumiar, que diría Nietzsche. ¿Entonces qué, dirán, a qué nos atenemos? Como siempre, no hay respuesta fácil puesto que la pregunta nos sobrepasa: dos mil y pico años de evolución han dado para un par de migajas en lo que a rozar la plenitud se refiere, y no queda otra opción que persistir, ser un coñazo para el cosmos.
Fanni, por su parte, tendrá ocasión de redimirse y caer hasta el fondo del abismo, es un decir, para resurgir de las cenizas. (La escena del bosque es bastante elocuente en este sentido, y da buena muestra de lo que podría haber dado de sí el material si el embrujo de esos escasos minutos se hubiera mantenido constante). Dividida en dos actos, Soldate Jeannette nos lleva de la resolutiva mano de su protagonista en lo que es el día a día de todos estos embaucadores dependientes de la imagen, dibujando un fresco del desapego donde liberarse de las garras del realismo con los pasatiempos más vulgares, como jugar a los bolos o a las cartas con un nuevo amigo al que salvar. Así, nuestra Fanni habrá de pasar por el aro y hacer cola o enfrentarse a las tiranías de la burocracia omnipresente si pretende tomar aire, y es que, como cantan en la cinta, “la vida humana no es suficiente”. Pero es lo que hay. A disfrutarlo.