Nadie a estas alturas debería tan siquiera cuestionar la grandeza de Juan Piquer Simón. Puede que no estemos ante una de esas figuras reconocidas internacionalmente, ni tan siquiera es muy conocido (por no decir directamente denostado) a nivel local, pero sí ante un indudable y fundamentalmente honesto amante del género en su expresión más auténtica.
Clásicos de Julio Verne, cine de espías, ciencia ficción, super heroes, terror, todo bajo el tamizado particular del cine de explotación oportunista tan de moda a finales de los 70 y principios de los 80. Este es el territorio don Simón se mueve con mayor comodidad. Sujetándose a nimios presupuestos ya argumentos directamente fusilados a super producciones de la época el director no renuncia nunca al cuidado y al mimo propio del artesano modest opero que ama apasionadamente su profesión.
De hecho, el cine de Piquer Simón entronca con muchos de los supuestos intelectuales y formales del cine de Cassavettes. Esencialmente se trata de manejar el concepto de la libertad creativa, de sacar petroleo de los recursos escasos pero ante todo el predominio del elenco reincidente como familia, como casi tropa circense. Efectivamente El director valenciano recurre una y otra vez a las mismas caras, a los mismos interpretes, gente de su entera confianza con la que fluye una química que dota de una mayor atmósfera de credibilidad a sus historias.
El factor humano, pues, no deja de ser el elemento base, el catalizador que, de alguna manera permite desviar, o mejor dicho hacer olvidar, las múltiples carencias de las producciones de Piquer Simón. Precisamente Slugs, quizás su mayor éxito (tiene hasta un goya a sus efectos especiales), su film con mayor presupuesto, es la que adolece precisamente de esa falta de empatía con la historia y que no cuente con su elenco habitual no puede ser solo una casualidad.
Como en casi toda su filmografía Piquer Simón está muy interesado en el retrato humano de sus personajes. Quizás su trato no es muy sútil y la brocha que divide a la bondad de la maldad es bastante tosca, pero precisamente la ausencia de grises ayuda a la rápida inmersión argumental, pero paradójicamente este no es el caso de Slugs, película de personajes todos ellos poco atrayentes, anodinos incluso en sus miseria moral los malos o su mediocridad heroica los buenos. De lo que se trata es de hacer protagonista absoluto a los bichejos del título, unos gusanos mutantes interesados en devorar todo (y a todos) lo que se cruce en su camino. Para ello no hay ahorro en mostrar una sucesión de escenas a cual más desagradables y por ello necesarias, con especial profusión de sangre y gore. En este sentido hay que destacar el más que notable maquillaje y así mismo la planificación de alguna de estas escenas alargando los tempos, creando la tensión pertinente para llegar al esperado clímax sanguinolento.
Pero, a pesar de cumplir con todo lo esperable en esta clase de film de género Slugs se mueve en terreno de nadie, con una cierta amorfidad e indefinición en su categoría. Nunca acaba de decidir si es serie B con pretensiones, una Z cachonda o un salto hacia cotas más comerciales. Precisamente esta falta de concreción la castra, y la reduce a una nadería incluso aburrida por momentos, donde la falta de carisma de sus personajes y lo insulso de su historia acaban por pasarle factura, convirtiendo su escaso metraje en directamente tedioso.
Así pues Slugs es un ejemplo y un paradigma de que a veces más es menos. Esta era la película que podía haber lanzado a Juan Piquer Simón a una carrera sino exitosa sí reconocida y en cambio le sirvió para rodar a continuación La grieta con Pocholo Martínez Bordiu y acabar su carrera con un par de adaptaciones penosas de Salgari. No obstante Slugs, es en cierta manera un hito en el cine de bichos, no tan solo español sino internacional. Y si no que le pregunten al sr. James Gunn qué película vió para inspirarse en las babosas de Slither.