Slow West no miente: es lenta y es en el oeste.
Pero no es lenta de que te vayas a aburrir, al contrario, ya que como buena película del género Western, estaría entre las mejores de todas las que emite Telemadrid durante sus sobremesas. ¿Esto qué implica? Que te puedes echar la siesta a la media hora de la trama y cuando despiertes para la media hora final no te habrás perdido nada.
Pero no es que no te pierdas nada en plan de que no pasa nada, sino porque es un film sobre el Oeste, o del Oeste. En concreto, de un chico culto, puro y pagafantas, que viaja desde Escocia para reencontrarse con su amada y de cómo se une en su camino un forajido de mirada penetrante y carácter silencioso. Ya se puede imaginar uno cómo evolucionará la relación entre ambos y cómo comienza… hasta el punto de que John Maclean, guionista y director, se olvida de dar forma a ese contexto que permita al espectador involucrarse en esa relación y en esa propia evolución que todos bien reconocemos y que, en el fondo, es una de las características de muchos clásicos en este género y una parte esencial que lo convierte siempre en algo destacable.
Pero no destacable en el sentido de que sean todas grandísimas cintas, más bien en que su visión es casi siempre agradable y aceptable, por eso después del cocido toca James Stewart, o algún otro que te emitan por televisión. Y como encima ahora ya casi nadie se digna a hacer nada en este género, y el que lo hace tiende a imitar a sus predecesores, como pasa con el Cine negro (si es que existe), cada nueva aparición de un cineasta con interés por llevar a cabo esta proeza que consiste en trasladar al cine algo viejo y agotado siendo algo nuevo y diferente, aportando una nueva visión dentro del género, así como una revisión sin convertirlo todo en Kevin Costner y su modo de entender lo que hizo el hombre blanco en su país (o Willy Toledo en la versión opuesta), al final es digno de admirar y de alabar.
Y si algo se puede admirar o alabar, en Slow West, es el detalle. Si bien es cierto que hay ciertas partes poco desarrolladas, un compañerismo tópico, y da por hecho varias cosas que deben ocurrir para llegar a su final, también es verdad que John Maclean da alguna vuelta de tuerca a la manida representación del Salvaje (Históricamente) Oeste Americano (Homicida), con una concatenación de planos fijos cortos que dan muestra de lo que debe significar, en realidad, ir con un arma todo el día en el bolsillo.
Eso sí, nada de esto sería de admirar o de alabar sin Michael Fassbender, el hombre del paquete (de puros), ya que sin él la mitad de la atención se habría ido al garete mucho antes, seguramente. Y no me refiero con eso sólo al espectador, que disfrutaría igual con otro actor igualmente cualificado, sino, sobre todo, a la distribución. Con esto quiero decir que no es lo mismo hacer una película de baseball con Clint Eastwood o con Brad Pitt, que hacerla con unos actores que en España importen un carajo. Pero bueno, la verdad es que las de Indios y Vaqueros, que dirían mis abuelos, siempre tienen más interés, sobre todo por la de tiros que hay, por los malos tan malos, por las amistades en pantalla, por los finales agonizantes, por estar solos ante el peligro, o por esperar que al malo le llegue su hora entre pasiones, amores y recompensas.
Por cierto, si en la ficha de Slow West llega a aparecer Christopher Nolan en el apartado “Dirección”, hace tiempo que estarían dando palos a esta cinta por lo regular que está rodada la única escena de casi-acción que hay. Quizás fue una parodia, pero parodia en plan serio, al estilo Django Desencadenado, donde Quentin Tarantino daba de palos a todos los racistas de su Historia.