Exigencia deportiva y angustia irreparable
La directora y guionista francesa Charlène Favier se abre paso en el cine de autor contemporáneo con mucho fervor. Ya desde los primeros minutos recurre a una de las técnicas más eficaces para introducirnos de lleno en la subjetividad de un personaje, como es la cámara solapada al cuerpo actoral, que está entrenando bajo condiciones climatológicas muy frías.
La joven a la que seguiremos a lo largo de Slalom se llama Lyz, y tiene quince años. El motivo de su ardorosa preparación deportiva es que ha sido aceptada en una de las escuelas de esquí más laureadas de toda Francia, en un aislada localidad de los Alpes que le servirá para focalizarse en sus propósitos. Por si fuera poco, se ve obligada a dejar atrás a sus amigos y a su familia, y a someterse a duras pruebas físicas.
Como posibles referentes podemos aludir de forma semidirecta a Whiplash, Black Swan o Yo, Tonya, una tríada de películas norteamericanas de las últimas décadas que han plasmado la obsesión de un personaje en pos de un objetivo que le exige un esfuerzo casi sobrehumano. En el caso de estas dos últimas, las protagonistas son el eje central de un relato deportivo que deriva hacia el drama psicológico y el drama familiar.
En el caso que nos ocupa, Lyz compensa la ausencia de sus allegados con la relación que mantiene con Fred, un ex-campeón decidido a acogerla y a entrenarla estrictamente para arrojarla a lo más alto del podio. En ese sentido, Slalom es muy hábil en plasmar lo que para los adolescentes supone una presión muy alta en el mundo actual, y hay que decir que el film se atreve con escenas que pueden levantar ampollas entre algunos espectadores, pues la conexión entre entrenador y aprendiz es más compleja de lo que a priori puede parecer.
Sin embargo, la mirada de Favier es muy consciente del balance que es imperativo preservar para no caer en juicios innecesarios y someros, y es conocedora de cómo ubicar la cámara y los cuerpos en el espacio para que el espectador no sienta que simplemente está viendo una película sobre la superación personal en el ámbito deportivo. La colorimetría del film, que varía según las situaciones y los estados de ánimo, y la iluminación que reciben los personajes es deudora de una de las grandes cineastas del panorama galo, como es Céline Sciamma.
La figura protagonista, descrita desde el matiz y siempre poniendo en primer plano las vicisitudes de su precoz período vital, es una de las incontestables virtudes de Slalom. La actriz Noée Abita se gana a pulso la compasión del espectador, presumiendo de una innata capacidad para contener las emociones afines a su personaje y revelar sus vulnerabilidades con el gesto preciso.
Asimismo, este crítico se presta a reivindicar otros dos retratos femeninos coetáneos con magníficas intérpretes jóvenes, tales como A Chiara y El Acontecimiento, esta última galardonada en Venecia con el León de Oro y el premio FIPRESCI y que establece una inesperada correspondencia con Slalom.