La decisión de Zsófi, una joven adolescente que compagina esa etapa con su particular devoción, el ping-pong, en aras de competir en unos juegos europeos que le permitan acceder a una categoría superior, de dar en adopción al hijo del que está embarazada y que pronto descubriremos como no deseado, contrasta con la de su madre, que preferiría un destino diferente para el que será su nieto. No obstante, nada parece indicar que el hogar que comparte la protagonista, conviviendo junto a su progenitora y su hermana pequeña, componga el lugar ideal en el que recibir una nueva vida; el seno de esa familia desestructurada parece disuadir a la joven, que además busca privilegiar una pasión que se verá coartada por el embarazo y post-parto, incidiendo así en algunos de los motivos que la llevarán a tomar la resolución final.
Pero esa circunstancia no deja de repercutir en la preparación de la propia Zsófi, cuya agonía advierte la debutante Noémi Veronika Szakonyi en apenas un plano, ese donde, pese a la negativa de no poder seguir con su preparación, continuará la práctica a escondidas, entre las paredes de su habitación, mientras atisba las consecuencias de su condición actual. Six Weeks comprende, en dicho aspecto, la planificación como una herramienta desde la que potenciar las sensaciones, hecho también dilucidado en la secuencia donde finalmente firme los papeles para dar en adopción al neonato, colocándola en un primer plano que plasma, acompañado por la personalidad con que Katalin Román compone su interpretación, la incertidumbre y la contrariedad de los sentimientos que la atenazan en ese preciso instante.
La cineasta húngara compone un film repleto de detalles que, si bien no arriesga en su composición formal, toma decisiones de lo más pertinentes alejando la mirada de cualquier tipo de juicio, dando forma así un mosaico donde serán los pasos de esa joven muchacha los que guíen una narrativa convencida, que siempre deja huecos a rellenar en su relato, y si bien en ocasiones no describe con la mejor de las precisiones los motivos que mueven a Zsófi, delineando así una sugestiva ambigüedad más propia de la edad que otra cosa, ofrecen un reflejo de lo más interesante en torno a esa pulsión vital que la cineasta húngara manifiesta en algunas estampas y compases, y que otorgan los incentivos suficientes al periplo de la protagonista en ese debate entre aquello que cree que debería hacer, y todos los condicionantes que se oponen a un deseo más visceral que racional.
Six Weeks dispone los mimbres adecuados ante un tema delicado, y si bien deja la reflexión en manos del espectador, aporta los matices necesarios como para no quedar en una mera exposición de los hechos. Ello se lo debe en especial al dibujo de su personaje central, que se manifiesta ante todo en un fuerte carácter que la lleva a exteriorizar sus pensamientos, por más que en ocasiones esto pueda conllevar ciertos conflictos; no sucede lo mismo frente a ese proceso —que se prolongará durante las seis semanas que el gobierno húngaro deja tras el nacimiento para cambiar de decisión— donde se exponen las dudas e inquietudes de Zsófi, tanto en determinadas secuencias como en alguna poderosa imagen que la debutante reproduce con habilidad. Lejos de esas dudas, y donde sí se expresa con una claridad cristalina, es en un plano conclusivo que funciona a través de una sencilla estampa cuya tesis tiene mucha más fuerza que cualquier disertación previa.
Larga vida a la nueva carne.