Sira (Apolline Traoré)

El viaje a través del Sahel de una comunidad nómada a la que pertenece Sira, protagonista del nuevo largometraje de Apolline Traoré, se verá interrumpido cuando en su camino se cruce un grupo terrorista que aniquilará a todos los hombres del campamento, y cuyo líder secuestrará a Sira ante su fuerte temperamento para violarla y abandonarla en mitad del desierto. Desde sus primeros minutos, la cineasta burkinesa retrata a la protagonista como un personaje de carácter indómito, que busca sobresalir en los quehaceres de esa tribu, aunque se encuentre con unas convenciones sociales siempre presentes a lo largo del relato, tanto en ese inicio como más adelante, cuando la cámara de Traoré nos introduzca en el campamento, esta vez, de los terroristas islámicos. Sira se constituye así como una obra que bebe de su personaje principal, y por más que bordee de forma un tanto extraña terrenos como el del thriller —desde la constitución de esos segmentos más cercanos a una intriga que nunca llega a desarrollar, pero en especial haciendo alarde de una banda sonora que refuerza su tonalidad como tal, por más que su vocación se aleje de los parámetros del mismo—, o desvele inquietudes distanciadas del mismo, gana enteros cuando Nafisatou Cisse, la actriz que le pone rostro, hace acto de presencia proveyendo el pertinente compás dramático a un relato que las veces pareciera perdido en los desvíos y variantes que va tomando ‹en pos› de una construcción narrativa amplificada por sus distintos personajes.

No obstante, todas estas bifurcaciones no dotan a la obra de una mayor complejidad o tensión, siendo en ocasiones meros subterfugios argumentales que solo determinan su avance. En ese aspecto, cabe destacar que pese a tomar extrañas decisiones de guión y sentirse a ratos poco compacta a nivel narrativo, más por lo deslavazadas que van quedando esas subtramas añadidas que otra cosa, Sira es un film eminentemente práctico, que a través de un lenguaje sencillo, pero ante todo muy visual, incluso ciertamente expresivo por el modo en cómo emplea el color, expresa con claridad los pliegues del texto al que se ciñe, que lejos de opositar al terreno de la denuncia como pudiera parecer en un principio, busca más bien tejer un emotivo retrato en torno a esa libertad que escudriñarán algunos de sus personajes durante el trayecto. No necesita, pues, Traoré ahondar en el contexto o ser explicativa en exceso para componer una propuesta que discurre a la perfección, e incluso llega a latir con fuerza, entre esos rasgos que la acercan a un thriller naíf, edificado sobre herramientas elementales que sin embargo aportan los incentivos necesarios y logran conformar una crónica que no se pierde en elementos simbólicos u oníricos que no pocas veces han ofrecido un contraste distintivo a las realidades del continente africano.

Sira es, ante todo, un canto honesto y veraz cuyas intenciones no oculta ni rehúye en ningún instante, encontrando en la inquebrantable fuerza de una actriz que se lo deja absolutamente todo —incluso en alguna secuencia pareciera que su propio físico— el reflejo idóneo para continuar expandiendo una cinematografía y un panorama que siguen explorando sus lindes y otorgando apreciables piezas que, con sus imperfecciones, bien merecen ser tenidas en cuenta ni que sea por la aportación que pueden suponer a un cine tan poco habituado a transitar unos confines que quién sabe donde pueden desembocar definitivamente.

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