Sicixia (Ignacio Vilar)

El largometraje más reciente del gallego Ignacio Vilar, director de la exitosa A Esmorga, es una pieza semidocumental que recorre el paisaje de Costa da Morte en compañía de un ingeniero de sonido y su guía, al tiempo que desarrolla entre ambos una pequeña historia de amor lastrada por la presión social y familiar. Seleccionada para la Sección Oficial del Festival de Cine de Gijón, la película está rodada enteramente en idioma gallego, y su enfoque está claramente dirigido a representar la realidad local.

Concebida por su autor como una reivindicación en clave de homenaje tanto del entorno paisajístico de Costa da Morte como de su cultura popular, la película no escatima en recursos para ello, y su propósito se convierte en la principal razón de ser de la misma. En este aspecto es, de hecho, donde Sicixia concentra sus mayores logros. La recreación visual es muy hábil, sirviendo muy bien al objetivo de resaltar la belleza del paisaje y dar cuenta de esa romantización que forma parte del discurso de Vilar en el filme. Tal vez pueda hablarse de algunos momentos en los que se le va un poco la mano con esto, fruto sin duda del afán estético de su director, pero en su mayor parte encuentra un equilibrio adecuado entre la exaltación y una representación más austera y comedida.

Y si visualmente la cinta ya tiene poco que se le pueda echar en cara, su uso del sonido, convertido aquí por conveniencia narrativa en un factor protagonista, es directamente excelso. Durante una hora y media, mientras acompañamos a la pareja en la búsqueda de sonidos que se encuentran en sus parajes, los espectadores tenemos la oportunidad de escucharlo todo como si estuviéramos ahí mismo, formando parte del paisaje y recorriéndolo con ellos. Vilar incluso prescinde casi totalmente de una banda sonora para extraer toda la fuerza de un sonido ambiental envolvente, dando un énfasis muy característico y desde luego evocador al viento, el oleaje o incluso a las conversaciones que suceden en los pueblos que visitamos de la mano de Xiao y Olalla.

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Sin embargo, los esfuerzos de su director por crear una experiencia sensorial fascinante, sin duda loables, chocan en el conjunto de la película con una historia de amor que en ningún momento está a la altura de lo que le rodea. De intenciones mucho más interesantes que los resultados, la trama romántica del filme sufre de una falta de cohesión importante, producto en parte de su nula exploración introspectiva en los dos personajes, pero también por los giros que parecen llegar como venazos aislados, y que dan la impresión de estar ante una improvisación chapucera. Al fin y al cabo, Vilar prescinde de un guión previo para recrear esto, y eso lamentablemente se nota y lastra mucho.

Pero lo que realmente duele de todo esto es que esta ficción no tiene una razón de ser y viéndola se me hace difícil creer que el director supiera lo que pretendía hacer con ella. Parece totalmente innecesaria, incluida por compromiso y con escaso convencimiento, y convierte lo que podría haber sido un documental estupendo en un híbrido semidocumental irregular y en muchos aspectos fallido. La película es grande cuando observa y deja actuar, ya sea al paisaje con sus lugares y sonidos, o a los habitantes del lugar cuando narran viejas leyendas o reflejan su realidad social, conformando un documento etnográfico muy logrado; sin embargo, cuando ha de tratar la psicología de unos personajes ficticios y explicar algo que sucede al margen de esta realidad documental, se hunde en el tedio y el desinterés. No hay nada en ella de los méritos que se encuentran en el resto de la cinta, y en la estructura narrativa global simplemente no logra conectar de una forma armónica, quedando como un pegote mal situado y prescindible por completo para lo que al final pretendía evocar Vilar en ella.

Con todo, tal vez calificar a Sicixia de oportunidad perdida por completo sea excesivo. La sensación que me deja es la de haber asistido a algo que tenía un gran potencial estético pero quedó herido de muerte por una mala decisión narrativa arrastrada durante todo el metraje; sin embargo, esa belleza y capacidad de evocación permanecen, y por momentos logran un efecto notable que hace olvidar los defectos e invita a dejarse arrastrar. Lamentablemente esto ocurre de una forma bastante más irregular y esporádica de lo que sería preferible, pero confirma que en ella hay sin duda talento y una expresión artística personal que, llevada a buen puerto y puliendo lo que sea necesario, puede llegar muy lejos.

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