Puede que algo tenga que ver que Shannon Murphy lleve años trabajando como directora de teatro y diseñadora de escena. Solo puede. Es posible que su fijación por la armonía de escenarios y la capitulación extenuante de sus historias tengan algo que ver con la idea que posee de una persona que se sentará frente a un escenario y vigilará cada detalle, al tiempo que los cortes entre actos dan paso a esos movimientos entre bambalinas en los que recuperar el aliento y cambiar el orden de lo establecido.
Aún así, la directora ‹aussie› —valdría también decir hongkonesa, singapurense o africana, porque se ha criado en todas partes— se olvida de lo estático a la hora de dar forma a las imágenes que quiere transmitir en su cine, porque lo último que desea es la quietud. Lo ha demostrado con su primer largometraje, y lo de “primer” es simplemente un detalle al tener una larga experiencia tras la cámara con cortometrajes y series de TV. Babyteeth (El glorioso caos de la vida para aquellos que quieran buscarla en la cartelera este fin de semana) es un ataque de estética, artes escénicas y complejos personajes que se transforma con pocos elementos en una historia vibrante sin quedarse estancada en los mitos sobre la adolescencia y las óperas primas. La película casi tiene mayor personalidad que Milla, su protagonista, y sirve más como un estudio en el que ampliar las formas de comunicación con el espectador (igual se rompe la cuarta pared con un guiño de ojo que te guía musicalmente hacia un punto concreto) que como ‹coming of age› básica en la que desarrollar recuerdos propios o ajenos —muy de moda, vuelvo a repetir, esto de implicarse en una historia de adolescentes para un film debut—.
Aún así, Babyteeth sí parece una continuación de sus anteriores trabajos tras la cámara, y en este caso me refiero tanto a los cortometrajes como a las series, porque su forma de dosificar las escenas a base de títulos y cortes no es otra cosa que unir toneladas de cortos para formar una película de duración aconsejada y permitirnos reconocerla como tal, sin romper el hilo conductor. Shannon Murphy se graduó con Kharisma, un corto que le llevó a distintos e importantes festivales (hablamos de Cannes y Toronto entre otros) allá por 2014. Aunque han pasado varios años y los guiones pertenecen a personas distintas, al menos en el caso de Kharisma Murphy está plenamente implicada en el texto junto a Kim McCreanor, se encuentran puntos en común con Babyteeth por todas partes. La historia es sencilla pero tremendamente reveladora. Un cazatalentos infantil, una niña dicharachera que tiene un concepto del arte distinto, unos padres de relación irresoluble y una sorpresa final. Datos sencillos (y muy similares una vez se ven ambos trabajos) que en manos de la realizadora, y pese al corto espacio de tiempo que tiene para demostrarlo, son una pequeña bomba de relojería a nivel de detalle.
Con Kharisma, Shannon Murphy se atreve a conciliar el amor por el arte y el escenario y no tanto la familia. Tal y como va entremezclando los personajes, sin perder de vista nunca a su protagonista, demuestra su capacidad de soñar a lo grande sin sobrepasar la línea del buenismo ilustrado. Un poco de acidez y escasos recursos son necesarios para implicarnos en su modo de explicar que la normalidad, a día de hoy, está sobrevalorada. Hace uso de la crítica sobre lo que está predestinado a triunfar según los expertos, una madre silenciosa que a base de planos fijos es capaz de detallar cada uno de sus sentimientos sin apenas abrir la boca, e influye en su joven protagonista una energía que la lleva a destacar a través de recursos del cine fantástico, haciendo de la magia un vehículo para romper un relato más sobre la disfuncionalidad de cualquier familia y lo que implica crecer.
Agradable, sencillo y atrevido, el cortometraje es sólo un paso adelante en la experimentación de la directora con todas las mentiras bucólicas que permite el celuloide (a nivel visual y que no está de más aprovechar de vez en cuando), algo que ya practicó en Love Me Tender, un cortometraje con ínfulas coloristas sobre la muerte, literal, de una relación amorosa. Ambos nos llevan irremediablemente a pensar en ese debut luminoso que es Babyteeth, y que los ensayos, lejos de ser errores, se convierten en pequeños apuntes a pie de página de todo lo que está dispuesta a ofrecer la directora a partir de ahora. Un ojo (o dos) queda(n) pendiente de ella.