En la vida todo son decisiones, y suele ser común no tomar la más acertada. Freddy Macdonald parece ser amigo de la probabilidad y el azar, y con su debut tras las cámaras ejecuta uno de esos films inesperados cuya capacidad de sorpresa se halla precisamente en la posibilidad de ir deshilachando poco a poco el relato y ofreciendo alternativas que bien podrían ser definitivas, o caer en saco roto. Todo ello parte de un dispositivo que, lejos de lo que pudiera parecer, no apela al fantástico ni a la ‹sci-fi›: cada posibilidad de rehacer el desarrollo de la historia viene dado más bien por la forma de reimaginarla y establecer otras vías desde las que avanzar. En medio de esa paradoja, encontramos a Barbara, una joven costurera cuya madre acaba de fallecer que no parece querer continuar con el negocio familiar, y se aferrará a cualquier pequeño evento si con ello no tiene que seguir soportando los caprichos de una clientela que toma forma en esa quisquillosa señora que se dirige por tercera vez camino al altar.
Con una premisa donde establecer nuevos puntos de recorrido se antoja tan fácil como complicado a la par, en tanto la fatalidad devuelve en más de una ocasión a Barbara al momento clave y oportuno, el cineasta suizo-estadounidense desarrolla una comedia negra con trazas de thriller que las veces divierte, pero ante todo destaca por su ingenio, por ese modo de reformular la propuesta y lograr hacer confluir determinados elementos que confieren a Sew Torn un imaginario propio. En ese aspecto, sobresale tanto la puesta en escena de la que dota Macdonald a su relato, como un diestro manejo del lenguaje visual: no es necesaria una gran cantidad de diálogos o acotaciones para poder entrar en ella y disfrutar plenamente de lo que ofrece, aunque en ocasiones uno pueda perderse por el camino. Y es que es posible que con esta ópera prima, que antes fue corto y en última instancia sería desarrollada como largometraje independiente, estemos ante uno de esos trabajos ciertamente inconstantes, de trazo irregular, que viven del momento, pero asimismo cabe destacar la capacidad de su autor al lograr que esa particular crónica nunca se quede estancada, haciéndola emerger con constancia tanto a través del montaje como gracias a la presencia de su actriz central, Eve Connolly —hasta ahora secundaria en films como The Other Lamb—, que acepta (y borda) con gusto el papel de esa sagaz y metomentodo costurera.
Sew Torn se postula, desde su sencillez, como uno de esos ejercicios juguetones a los que bien merece la pena dar una oportunidad. Sí, es posible que estemos ante uno de esos títulos modestos y, en cierta manera, triviales, pero tan cierto como que su imaginario es capaz de perdurar aún a sabiendas de que sus intenciones no se alejan del mero chascarrillo, de un simpático anecdotario donde divertirse y divertir no es una máxima tan accesible como pudiera parecer; pero tanto su agudeza como su claridad expositiva hacen de este artefacto una especie de ‹feel good movie› de género que sirve como algo más que una mera carta de presentación: en ella, Macdonald lleva la extravagancia un paso más allá, poniendo el enunciado no únicamente sobre esta extraña cualidad, también sobre la percepción de un cine tan acogedor, perseverante y delicioso que a uno sólo le quedan ganas de quedarse a vivir en él o, cuanto menos, aplaudir una vez terminada la función.
Larga vida a la nueva carne.