Los extraterrestres son lo único que le falta a este 2020, así que nuestra sesión doble rinde homenaje a dos posibilidades un tanto extremas de encuentros (ochenteros) con el universo. Comenzamos con la británica y terrorífica Xtro de Harry Bromley Davenport (1983), para seguir con una en clave de comedia, TerrorVision de Ted Nicolaou (1986) ¿Con cuál te quedas tú?
Xtro (Harry Bromley Davenport)
Vinieron del espacio exterior con sus destellos y vendavales, y se llevaron a un padre de familia, al menos eso reflejan los recuerdos del infante que todo lo vio y todavía espera la vuelta de ese hombre. Ramas que se mueven, luces brillantes y confusos movimientos nos invitan a pensar en abducciones sin necesidad de mostrar grandes efectos, o por lo pronto eso inspiró a Harry Bromley Davenport para recrear el suspense de lo desconocido, a base de primerísimos planos y actos fuera de campo.
Pronto el terror deja de lado ese drama familiar persistente para experimentar la evolución del ser extraterrestre en un cuidado juego de maquetas perfeccionistas (o feas) y babas consistentes que van prosperando (al mismo ritmo que la muerte de los infraseres humanos) hasta dar forma al hombre tan anhelado. Sin perder de vista los ideales modernos en los que convivían los británicos en los 80, incluida la joven francesa útil para los desnudos, poco a poco se aprovecha del punto de vista infantil para recrear las pesadillas más elocuentes que el director (y sus guionistas) pudieron imaginar.
Así parece que un extraterrestre familiarizado con los reptiles es un problema mínimo cuando el control mental infantil es más poderoso que cualquier intento por recrear a la familia perfecta. Con el suspense generado por los cadáveres que se agolpan en el armario del extraño, la oscuridad que crece en los deseos del pequeño nos permite sufrir a payasos, G.I. Joes gigantes y todo tipo de torturas idealizadas, que gracias al gusto por el detalle van deformando la realidad.
Xtro parece haber aprendido de la brutalidad de Alien con un mínimo presupuesto, sin que este ‹handicap› sea un lastre para dar forma a sus extremistas resultados, una historia imposible e igualmente capaz de engancharnos sin importar demasiado el resultado final. Sus destellos de originalidad, surgidos de años de cine en vena por parte de sus responsables, van dilatando una realidad en la que la conciliación familiar y la proliferación de nuevas especies letales se cogen de la mano para dar un aspecto cotidiano a los horrores más mundanos y espeluznantes.
Un punto extra se llevan sus efectos especiales, dispuestos a enfrentarnos a nuestras peores pesadillas, ya sea con enanos asesinos o con bestias de forma no identificada que harán apartar tu mirada de la pantalla. Xtro domina su propio lenguaje y se convierte así en una serie B atrevida y dramática que pasa de la ficción universal a lo paranormal con unas ideas de lo más oscuras, donde ya no importa tanto conquistar el universo como la maldad del hombre alimentada por huevos de serpiente.
Escrito por Cristina Ejarque
TerrorVision (Ted Nicolaou)
Pocas cosas más recurrentes en el centro del salón de cualquier hogar que se precie que un buen televisor. Ese ante el que sentarse a disfrutar de una buena película, distraer la mente con cualquier programa o… por qué no, recibir a seres del espacio exterior. Una premisa tan sencilla como prometedora que, sin embargo, en manos de Ted Nicolaou cobra entidad propia. Y es que más allá de la galería de pintorescos personajes que tiñen esta TerrorVision —principalmente, esa familia cortada por el patrón de la excentricidad—, se desprende de ella una absoluta propensión por la puesta en escena que, lejos de cobrar un protagonismo inesperado, equilibra y matiza a la perfección la esencia de una obra que deviene hija de su época por la forma de manejar sus distintos ingredientes pero, ante todo, se siente como un personalísimo ejercicio que nunca da un paso atrás.
No hay rastro de conformismo en un trabajo que, si bien arranca como una arquetípica ‹monster movie›, dejando apartadas temáticas como las de la invasión extraterrestre y siguiendo parámetros que la acercan a algo más formulaico, no duda ni un instante en bifurcarse en direcciones opuestas como las de la comedia de terror cuyos lindes es difícil definir, más ante una resolución que parece apocada al desacierto y, sin embargo, logra mantener su carácter: el de dislate, de tan pintoresca como extravagante pieza que no renuncia a sus señas ni por un momento, ni ante un tercer acto que podría dar pie a la duda, pero que Nicolaou finiquita con el debido desparrame.
Nada de ello sería probable sin un elenco entregado a la causa, donde un Gerrit Graham —más conocido por ser uno de los habituales del cine inicial de De Palma— descocado, Jon Gries (¿quién no recuerda al tío Rico de Napoleon Dynamite?) en un suculento papel o la presencia de Alejandro Rey en el rol de un griego libertino dotan de mayor personalidad, si cabe, a esta TerrorVision, que sabe bucear como pocas en la excentricidad y vencer la contingencia del ridículo o de un humor fuera de lugar. Lejos de ello, el cineasta hace converger con tino los cimientos de la sci-fi de serie B con una comicidad subyacente que no necesita grandes explosiones, funciona mediante la propia idiosincrasia que Nicolaou es capaz de transmitir al film.
Puede que TerrorVision quedase solapada en su momento por títulos que atesoraron más éxito o tuvieron tras de ellos a cineastas de mayor relumbrón —a los que, por cierto, poco tiene que envidiar esta singular incursión—, pero las más que palpables virtudes del conjunto salen a la luz, y lo hacen tanto desde sus aciertos tonales como de una estética irrenunciable que no se consolida únicamente en esos coloridos filtros tan habituales de aquella época o en el carisma embebido en esos tan añorados FX tradicionales, también se funde con el talante de la propuesta, haciendo de TerrorVision un todo incontestable, que quizá no esté entre las películas más destacadas del género —aunque en ocasiones se antoje complicado explorar lo alienígena cinematográficamente hablando más allá de sus obras representativas—, pero bien merece ser descubierta como “vindicable” trabajo en el que perderse si uno tiene ganas de perderse en una de esas series B únicas en su especie.
Escrito por Rubén Collazos