El «Rape & Revenge» se adueña de la sesión doble con propuestas dispares: por un lado nos acercamos nuevamente al prolífico cine italiano de la década de los 70 en Violación en el último tren de la noche de Aldo Lado, mientras el argentino Adrián García Bogliano es la otra cara de la moneda con su particular aportación al (sub)género, No moriré sola.
Violación en el último tren de la noche (Aldo Lado)
Violaciones, vejaciones… y venganzas aún peores. Las «Rape and Revenge movies» son una de las cúspides del cine cine «exploit», aquel que bajo las estandartes de la serie b aportan un énfasis especial (obviando cualquier coqueteo con arquetipos del cine más comercial) a un tema determinando exagerando todos y cada uno de sus propuestos argumentales, provenientes, habitualmente, de ideas (exitosas) ajenas. La última casa a la izquierda, ópera prima de toda una eminencia actual del cine de terror, Wes Craven, inauguró casi de manera espontánea el subgénero de las víctimas violadas y asesinadas cuyos verdugos sufrirán en sus carnes un ojo por ojo mucho más exacerbado que el afligido por ellos mismos. Rompedora, incomoda, extrema y perturbadora, el film de Craven ofrecía un terror asfixiante, ajeno a las muestras explícitas de violencia con las que muchos describen el legado del film y que dentro de un aspecto puramente «naif» también coqueteaba con la comicidad implícita de su contexto social. Uno de los émulos más populares se erigió, como no podía ser de otra forma, en la recicladora industria italiana con Violación en el último tren de la noche de Aldo Lado, cuya premisa argumental se hereda totalmente del film de Craven, en la figura de dos jóvenes que emprenden un viaje a través de un tren nocturno y pronto serán asediadas por una pareja de granujas (retratados con los pérfidos rostros de Flavio Bucci y Gianfranco De Grassi) y su espontánea compinche (Macha Méril, la exótica mirada de la médium del Rojo Oscuro de Argento).
De su modelo, el film de Lado asimila y emula su erotismo emocional, la captación de lo morboso de la escena y las infatigables pretensiones de incomodidad, aquí retratadas en el tramo central del metraje donde las víctimas serán hostigadas tanto física como psicológicamente ante los siniestros deseos del funesto trío villano. El film italiano presenta un postulado totalmente opuesto al film de Craven, reciclando el expedito y luminoso entorno rural del film de 1972 por el delimitado y claustrofóbico espacio del vagón cercado, que ayuda a erupcionar una tensión acentuada por la oscuridad de la noche y las sudorosas sensaciones de angustia que turbarán la reforzada aura virginal de las jóvenes vulneradas. Lo más destacable de Violación en el último tren de la noche es que goza de varios complementos artísticos que la distancian de su etiqueta de émulo y le aportan una entidad donde se vanagloria la indudable calidad de la cinta: elementos propios como esos juegos emocionales que intercalan su construida tensión con el retrato de la acomodada vida de los padres de una de las protagonistas ofreciendo un axioma argumental interesantísimo, o el fantástico score de Morricone (quien no duda en realizarse una auto-reverencia utilizando un solo de armónica para cada entrada en escena de uno de los personajes principales), pudiendo señalar también el ejemplar trabajo de dirección donde Lado demuestro su habilidad para el plano y el movimiento de cámara esclavo a la irrespirable atmósfera. El final, con un Enrico Maria Salerno fuera de sus casillas ajusticiando el daño realizado, se muestra como puro compromiso hacia el subgénero, del que esta película italiana viene siendo reivindicada como una de sus máximas representaciones.
Escrita por Dani Rodríguez
No moriré sola (Adrián García Bogliano)
Rape and revenge. Pocos nombres de género (o subgénero en este caso) son tan explicativos de lo que vamos a ver en una película. Básicamente, grupo de paletos rurales (o psicópatas, o lo que toque, vaya) raptan, torturan y someten a todo tipo de vejaciones sexuales (no necesariamente por este orden) al grupo de incautas, naturalmente de buen ver, que son capturadas. Naturalmente alguna(s) de ellas sobrevive y en forma de retribución salvaje aniquila a sus violadores.
Pues bien exactamente es esto lo que el film argentino No moriré sola nos ofrece. En este sentido no hay nada que criticar, da exactamente lo que promete, pero claro, eso no implica que lo visto sea mínimamente aceptable. Hay que decir que el Sr. García Bogliano, director del film, al menos tenía claro que iba a relizar un filme de bajo presupuesto y por ello su apuesta por darle un «look» Tarantiniano, muy en la línea de Death Proof, funciona perfectamente como disfraz para la pobreza demedios que se atisba. Efectivamente, los travellings, los diálogos, y la textura nos situa en un mundo grindhousero que nos direcciona directamente a la fuente primera del subgénero, la última casa a la izquierda de Wes Craven. Pues bien una vez las piezas están perfectamente posicionadas en el tablero, las referencias cinéfilas bien explicitadas y estamos listos para un entretenimiento decente ocurre lo inexplicable: aparece sin motivo alguno la pacatería más lamentable en un film de esta clase. Para qué generar tensión, para qué cargar el ambiente de cuerpos sudados y erotismo (de baja estofa todo sea dicho) si luego vas a poner los momentos más violentos de la cinta, en lo sexual, en fueras de plano de piadosos e incluso vas a pixelar las partes íntimas de los genitales masculinos que cuelan en el plano. Todo ello acaba por conformar un panorama que convierte a la película en todo lo contrario a lo que debería ser, porque mucho se ha dicho sobre el rape and revenge como ideologicamente fascista cuando en realidad siempre ha sido un alegato a la potencia de la feminidad frente al bestialismo sin sentido masculino. Aquí en cambio el mensaje reaccionario se palpa de principio a fín. Cuerpos masculinos disimulados mientras los femeninos son exhibidos sin pudor. Sexo, aunque sea no consentido ocultado mientras que la violencia es mostrada con todo lujo de detalles. Sí parece que hay respeto, pero en el fondo lo que hace la película es minorizar al agresor y mostrar a la mujer como un ser provocativo, que “merece” que le den un poco de caña y que encima sobreareacciona cuando recibe lo que buscaba. Sí, hay un letrero en el film que advierte de la presencia en el campo de bestias salvajes libres y que de entrada parace una advertencia sobre los agresores. Viendo el final de la película queda claro a quién va referido. Eso es, ni más ni menos, lo que sí da auténtico pavor de esta infame película.
Escrita por Alex P. Lascort