El calor del verano torna al hombre en bestia con sus endiabladas temperaturas, algo que ha aprovechado el cine para ejercitar la violencia y el exceso y una buena muestra nos la trae el cine italiano con dos joyas rescatadas para la ocasión: empezamos en esta sesión doble con Verano violento, dirigida por Valerio Zurlini en 1959 y seguimos con La lunga spiaggia fredda, que dirigió Ernesto Gastaldi en 1971.
Verano violento (Valerio Zurlini)
En el que es su segundo largometraje Valerio Zurlini pone todas las cartas sobre la mesa y demuestra que es un grandísimo cineasta que de momento no tiene un sitio entre los grandes, aunque sí merezca tal distinción, un autor que se mueve por los terrenos de Antonioni en ideas de puesta en escena. En Estate violenta (1959) se ven planos y situaciones que luego veremos dos y tres años después en La notte o L’avventura. Un autor que merece que películas como La chica con la maleta sean degustadas por todo cinéfilo.
Verano violento se estructura mediante situaciones o hechos que se van repitiendo a lo largo del film y que también se cierran una vez abiertos. Un intento de bombardeo sobre una playa italiana en el año 1943 abre una relación de amor entre un joven llamado Carlo y una mujer viuda cuyo marido ha muerto durante la contienda. Es curioso como cada vez que los dos amantes se encuentran lo hacen delante o detrás de barrotes o vallas. En la primera vez que Zurlini los retrata con este elemento de por medio lo hacen detrás (primero de una valla y después de la verja de la casa de la viuda) poniendo un muro a su posible relación. Después, y en repetidas ocasiones, vuelven a verse envueltos de este factor pero esta vez siempre detrás de ellos, dando a conocer al espectador que no hay trabas entre ellos y que la única posibilidad de no relación pueda venir de lo que los unió.
No menos curioso es como en muchas películas del cine italiano la Segunda Guerra Mundial tiene lugar como fondo de las historias con sus causalidades y casualidades y siempre de una manera que no entorpece el relato principal pero que siempre revolotea en la atmósfera del film, esta vez dotando de violencia soterrada y de negrura cada elemento. De hecho Carlo es hijo de un influyente hombre fascista y ese peso lo arrastra hasta el final. Otro hecho doble que ocurre en el film y que cierra una posible relación entre Carlo y Rossana (una chica del grupo de amigos que flirtea con el joven) es cuando vemos a los tres personajes en pantalla pero desde diferentes puntos de vista. Primero en el barco en que los amigos de Carlo se divierten y Roberta llega nadando a su posición. La cámara está en alto y nos situamos detrás de Rossana viendo —desde el barco— como los dos amantes en el agua entran en campo y se acercan. Después se repetirá la misma situación pero en una fiesta, esta vez el punto de vista está en Carlo y Roberta que se besan apasionadamente y Rossana entra en el plano y la vemos en la escalera, otra vez desde lo alto y esta vez observando cómo su posible amor se esfuma. Si analizamos los dos fotogramas, vemos que la disposición geográfica es la misma solo que cambia el lugar de la cámara, una abre una relación y la otra la cierra.
Una película que además cuenta con la fotografía en blanco y negro de Tino Santoni, fotógrafo habitual de Matarazzo o de Rossellini (incluso de Rovira Beleta en la extraordinaria El expreso de Andalucía) y que ejerce un notable trabajo sobre los rostros y jugando con las sombras de árboles, rejas o ventanas de forma nada arbitraria. Es así como Zurlini nos seduce con su Verano violento.
Escrito por: Aitor Lucerón
La lunga spiaggia fredda (Ernesto Gastaldi)
Una idílica localización como una playa se convierte en el campo de pesadilla para un matrimonio que parece no vivir los días más fructíferos de su relación; lo que iban a ser unos días de descanso y reflexión, se tornan en turbiedad cuando una banda de moteros irrumpe con cruentas pretensiones para cometer un delito de violación contra la mujer y una vejación continúa hacia el hombre. Dirigida por uno de los guionistas más fructíferos del cinemabis italiano, Ernesto Gastaldi, La lunga spiaggia fredda resiste en el tiempo como una curiosa cinta que parece en un inicio una germinal muestra del rape and revenge originado un año después por La última casa a la izquierda de Wes Craven; con esta se puede unir en lo árido de su estética o la incomodidad escénica con la que entabla sus momentos de impacto (categorización de excesiva maldad con los antagonistas, cercanía en la crueldad cometida por los mismos…), aunque el desarrollo de la historia la hará carburar por otros derroteros incluso más interesantes. Gastaldi inicia su discurso con el apunte atmosférico de su luminosa localización, que la hará generar ciertos nexos con el terror farragoso y rural de aquellos primeros locos 70 (sin olvidar por supuesto, su más que posible filia al cine biker de la década anterior) aunque muchos de sus momentos clave se produzcan en los interiores.
Curiosa es la manera con la que la película vierte sus formas hacia el drama con la desquiciada manera de estabilizar a sus personajes: no solo con la inquietante relación que parecen iniciar tanto la víctima de la violación (una exuberante Mara Maryl) con el líder de la banda y a la postre principal verdugo de su vejación (Robert Hoffman, en uno de sus habituales impasibles presencias), sino también con la desestabilización del grupo de villanos, generando un clima de desasosiego, tensión, traición y engaños que se apoderará de la narración. La película se nutre además de la perseverancia y especial sensibilidad del cine italiano hacia la violencia y el erotismo; y es que, aunque la cinta no aporte las dosis grotescas que pudiera dar su punto de partida, es en sus implícitas alusiones a las interrelaciones entre dos grupos de personajes tan opuestos (la mujer, infeliz e insatisfecha en su matrimonio acabará mostrándose radiante ante su verdugo…) donde Gastaldi geste una película que parece exponer mucho más de lo que parece, siempre bajo un clima de tensión e incertidumbre que generará una siniestra pesadilla hacia todos los personajes.
La lunga spiaggia freda acaba postulándose como una película de temperamento, a la que quizá se le pueda achacar a Gastaldi un poco más vigor en esas coyunturas dramáticas que pretende en sus resoluciones (lo estereotipado de sus personajes puede en este punto acabar jugando en su contra) pero que responde al modelo perseverante y audaz del cine italiano de género a la hora de no ignorar las estridencias propias de sus alocados discursos, como en esta cinta donde la violencia es menos feroz de lo esperado a cambio eso sí de un arrebato dramático juguetón e inocente, de estruendoso y agradecido entusiasmo.
Escrito por: Dani Rodríguez