La violencia más primitiva ante personas en pleno desarrollo. Las películas sobre acoso escolar son un género en sí mismo que ha dado mucho que hablar. En esta ocasión nos centramos en dos películas actuales, The Dirties, dirigida, escrita y protagonizada por Matt Johnson y Harmony Lessons, de Emir Baigazin que llega desde Kazajstán, ambas rodadas en 2013.
The Dirties (Matt Johnson)
Parece una constante, pero se ha convertido en un género por sí mismo. Si el bullying (como concepto alarmante) se ha propagado como la pólvora en los últimos años, aunque todos en algún momento hemos tenido encima a alguien dispuesto a ponernos una de esas zancadillas amorales que nos han marcado de algún modo —sí, tú, no me he olvidado—, en territorio americano siempre se ha llevado a un límite mortal este asunto. Ahí están los Columbines, los Elephants o, cómo no, la mismísima Carrie y los tampones voladores. Una vergüenza, o la expresión misma de llevar al límite mentes en plena ebullición con demasiadas armas al alcance de su mano (bueno, una era mental, pero… ¿no es la cabeza el arma más peligrosa?). Bien, nos movemos un poco en el mapa hasta alcanzar Canadá y allí encontramos a un joven predispuesto a llevar esto de la peligrosidad estudiantil al límite. Se trata de Matt Johnson, director, co-guionista, co-protagonista y artífice material de la venganza por excelencia: la idealizada y la real.
The Dirties nos cuenta cómo dos jóvenes, alejados de la popularidad anhelada por muchos, deciden trasladar sus pasiones cinematográficas para condenar ese incesante acoso por los compañeros «top». Así crean su propia película, titulada igualmente The Dirties (en referencia a los matones de turno). Lo que comienza como un simulacro para la clase de audiovisuales se traslada pronto a un ejercicio metacinéfilo que quiere traspasar la ficción. Desde un inicio el metraje se sigue a través de un montaje poco pulcro de lo que se supone son las grabaciones de los jóvenes. En realidad, pese a la cámara en mano, implica a otras personas con cámaras subjetivas pero que no interfieren en la historia, aunque en ocasiones se dirijan a ellos. Una especie de found-footage que traslada el método de falso documental a la ironía misma de una historia de acoso filmada. Dos son los jóvenes y se juega con esta doble mente para bifurcar la historia, ya que a partir de la película surge la duda de llevar a cabo esa venganza de un modo real, y mientras uno se obsesiona en el intento (y recordemos que le graban, pero nadie impide que vaya avanzando su plan), el otro empieza a adaptarse al medio. The Dirties no es tan seria como suena, tiene un tono de cierto humor, de ahondar en la herida sin salpicar demasiado, un film lleno de guiños a cualquier fanático cinéfilo y también a todos aquellos que estén mínimamente interesados en la psique de los grandes perturbados (véase los jóvenes de Columbine que antes citaba o el asesino de John Lennon y el mítico libro El guardián entre el centeno). En base a situaciones diarias se va conformando la gravedad de la historia, pero siempre tiene un punto ácido, de juventud y anarquía, que nos recuerda que el cine de instituto, y aquel que se basa en los perdedores, todavía tiene mucho que decir, aunque siempre se mueva entre unas mismas bases, ¿o no es cierto que la historia siempre se repite? Los adolescentes siempre van a vivir en base a estatus sumamente aburridos y nosotros, estaremos ahí para rememorar o escandalizarnos, dependiendo del atrevimiento de quien nos lo cuente.
Escrito por Cristina Ejarque
Harmony Lessons (Emir Baigazin)
«¿Y qué necesitamos para comer? Dinero. Compramos comida con dinero. Así se consigue la energía. Dinero, comida y energía forman la cadena de nuestra vida.»
Profesor de física en clase a sus alumnos
En medio de ninguna parte un niño juega con una oveja. El lugar son unas pocas casas destartaladas cubiertas de nieve. De pronto, el niño ata al animal y entonces descubrimos que se dispone a degollarlo, en una rutina que podría escandalizar a los urbanitas ecologistas, pero que forma parte de un ciclo que se repite con cotidianidad en cualquier parte del mundo.
No se trata tanto de intentar anticipar al espectador lo que va a acontecer, que sin duda es una lectura coherente, sino de crear un contraste desolador con la siguiente escena, ya en el colegio, donde el profesor, presupongo que de física, explica la materia de tal manera que los chavales puedan entenderlo. Sólo hay un problema: la charla del profesor sirve para entender que nuestro protagonista, al que veíamos jugar y matar a la oveja, no forma parte de ese universo. Está solo.
También podría interpretarse que el chaval da muerte al animal por alguna fiesta del Islam, y que el mundo materialista de la Kazajstán actual no hay cabida para esa manera de relacionarse con el entorno.
Y todas estas ideas o paridas de un servidor sirven para explicar de que va ir tanto la película como para comprender la repercusión en algunos festivales de la cinta Uroki Garmonii (Harmony Lessons); su poderosa mirada evita lugares comunes de ese cine de venganza, donde el protagonista no forma parte de una sociedad, representada por una institución, el colegio, por lo que al final sólo puede responder con violencia.
Porque ese colegio es descrito en planos frontales con paredes sin color, en una revisión médica rutinaria pero gélida. Por un instante uno cree estar en un correccionario o incluso una cárcel. De hecho, como en toda buena prisión, hay contrabando, extorsión y chantaje a manod de pandillas organizadas mientras la intitución no ve ni quiere ver nada.
El caso es que nuestro protagonista sufre burlas de sus compañeros de clase hasta que topa con alguien que le trata de manera más cálida. Un amigo. La situación, entre silencios, burlas y frases cortas de los dos amigos, se va deteriorando a la vez que la amistad se hace más fuerte. La única felicidad de la que dispone son los momentos en el exterior, de una belleza cautivadora pero fría, donde no hay límites ni barreras, las frases de física, del que el chaval parece estar dotado, y su amigo.
Hacia el final de la cinta estalla una violencia salvaje. Un asesinato atroz, a sangre fía, que nunca es mostrado. De hecho el cineasta decide hacer un salto de tiempo, desde la preparación del acto hasta la investigación de la policía. Si muchas de las películas sobre venganzas caminan con la promesa de descubrir el momento mismo de la venganza donde todo es una preparación o explicación de las causas, Emir huye de todo eso. Una foto con el cadáver y la explicación verbal de lo acontecido. Si acaso el recuerdo del animal muerto en los primeros compases de la cinta. Y todavía no estamos en el final. Lo que sigue es una violencia institucional, un acto de mera venganza por parte de la autoridad.
Queda claro que Harmony Lessons es una película fascinante por el tempo, por la atmósfera represiva que se respira y por la voluntad de un director con unas intenciones claras y harto interesantes. La venganza de los protagonistas no interesa, nos detenemos más en lo acontecido hasta ese momento y en las consecuencias, donde la venganza, nunca mejor dicho, es vengada.
Porque eso puede ser una definición perfecta para muchas personas de lo que debe ser la justicia.
Escrito por Pablo García Márquez