Sesión doble: The Blue Lamp (1950) / The Bank Job (2008)

¿Qué abunda en agosto? Ladrones. Y por eso dedicamos nuestra primera sesión doble del mes a los reyes de la usurpación de bienes con dos películas británicas únicas en el género: The Blue Lamp de Basil Dearden dirigida en 1950 y The Bank Job, obra moderna de Roger Donaldson que encontramos en cines en 2008. Aquí os dejamos con una sesión doble con grandes planes.

 

The Blue Lamp (Basil Dearden)

Aunque los estudios Ealing adquirieran fama y prestigio gracias a sus comedias, producidas en su mayoría a finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta, también abarcaron otros géneros como el drama, el cine negro y el documental. Porque, en el fondo, su principal interés estribaba en retratar de forma incisiva y veraz la sociedad británica de su tiempo. Y, si bien el humor entre costumbrista, negro y satírico, según la pieza, fuera el registro preferido (y más logrado) para hacerlo, no dejaron de abordarse otros también con considerable fortuna, como pone en evidencia The Blue Lamp, un pequeño thriller criminal de tintes dramáticos que pretendía dejar constancia del auge de la criminalidad en la Inglaterra de postguerra, especialmente entre las filas de una juventud criada en hogares rotos o en condiciones económicas severas.

A diferencia de la mayoría de producciones noir de la época, que relegaban el protagonismo en los delincuentes (cayendo, según el caso, en cierta glamourización que aquí se evita deliberadamente), The Blue Lamp prefiere poner el foco en los agentes de policía que combaten el crimen diariamente, alineándose con esa vertiente del cine negro de talante moralizador que pretende alentar en el ciudadano el respeto por los servidores de la ley, cuya labor se honra aquí de forma explícita pero mesurada, dando especial prioridad a la construcción dramática de los protagonistas y permitiendo que pequeñas gotas de humor y cotidianidad vayan cimentando su humanidad. Puede aducirse que, en el proceso, el retrato de los criminales queda más desdibujado, si bien hay margen para que las dudas y el tormento de la culpa hagan acto de presencia, lo justo al menos para que no se conviertan en sujetos unidimensionales incapaces de generar empatía.

Dirige la película Basil Dearden, director competente donde los haya, con algunas piezas mayores en su haber (la valiente y esquinada Víctima, también con Dirk Bogarde en el reparto), que aquí hace de nuevo un trabajo muy digno, prefiriendo priorizar el estilo naturalista al expresionista del noir americano, lo que otorga valor documental a la narración, ubicada en barrios poco favorecidos o aún dañados por el impacto de la guerra reciente, y por los que pululan niños desatendidos o jóvenes que huyen de casa en busca de una vida mejor. Y también destacable resulta su labor en las escenas puramente de thriller y acción, con algunas persecuciones automovilísticas ágiles y vibrantes, y con un clímax final convenientemente tenso y muy bien orquestado.

El resultado final ofrece una mirada torva pero esperanzada a una sociedad británica aún en proceso de sanación, subrayando la importancia del cuerpo policial en el proceso. En concreto, expresa su consternación ante la deriva criminal en la que acababan cayendo tantos jóvenes, cegados por la posibilidad de dinero rápido que implica entregarse al hurto y la violencia. Su valor, más que como película de atracos clásica (aunque su cuota de tensión e incertidumbre en los robos está presente, por descontado), está en su carácter crítico y su interés por detallar los procedimientos policiales que conducen al atajamiento del crimen. Su enfoque realista, humanista, sensible cuando toca el drama, pero evitando el tremendismo o la sensiblería, hacen de ella una muy apreciable muestra dramática dentro del grueso de la productora, que ya había huido de la comedia en algunas obras tan valiosas y memorables como Mandy, de Alexander Mackendrick.

Escrito por Nacho Villalba

 

The Bank Job (Roger Donaldson)

«Cuando la leyenda se convierte en realidad, imprime la leyenda.» Esta frase de The Man Who Shot Liberty Valance (John Ford, 1962) podría decirse que se ha convertido en un mantra del cine como espectáculo de masas. Está en su misma naturaleza la capacidad de recreación de sucesos históricos como base para sus relatos, que no tienen por qué seguir los hechos fielmente. Edulcorarlos y modificarlos para su tratamiento dramático o adaptarlos al punto de vista de la narración es lo más habitual. Esto tiene como consecuencia la construcción de un imaginario en la cultura popular sobre la historia marcada por su interpretación artística a través del poder de la imagen. The Bank Job (Roger Donaldson, 2008) sigue esta tradición a partir de una premisa basada en el famoso robo a la sucursal en Baker Street del banco Lloyds en Londres en septiembre de 1971 —uno de los mayores jamás realizados en Inglaterra, con un botín valorado en más de tres millones de libras esterlinas de la época—. Aquí vemos como un grupo de delincuentes de poca monta son reclutados por una enigmática mujer de su pasado para llevar a cabo el golpe, ocultando las verdaderas intenciones: recuperar las fotos comprometedoras para la familia real que se guardan en una de las cajas de seguridad.

Con un montaje enérgico y uso de varias cámaras que fragmentan constantemente el espacio en las secuencias y diálogos, la inmersión en la ambientación social del momento, la descripción de los principales personajes e intereses en juego se realiza de manera concisa y ágil. Apenas han pasado unos minutos y la organización del robo está en marcha. La narración es omnisciente y lineal, huyendo de ocultar información o buscar el giro de guión sorprendente. Esta no es una película de ladrones ingeniosos con dos o tres planes en reserva que no se explican hasta el final, que tan habituales se han hecho jugando con el punto de vista. En realidad el robo es la excusa para realizar un retrato de la sociedad británica de la época con la corrupción moral, el crimen, el vicio y la hipocresía detrás de todos los que aparecen en pantalla. La élite política, las fuerzas del orden, los movimientos revolucionarios y el crimen organizado entretejen un tapiz de interrelaciones que se van desgranando según avanza el metraje.

Tal como hizo JFK (Oliver Stone, 1991) la cinta da cabida a toda teoría de la conspiración, leyendas urbanas y rumores surgidos desde el momento en que se descubrió el caso, transformándose así el propio film en una mirada actual sobre el descontento y la desconfianza de los ciudadanos británicos hacia sus instituciones y la autoridad. Algo característico de las democracias occidentales en la década de los setenta con sus movimientos radicales por los derechos civiles —que cuestionaban la misma legitimidad del establishment que cuyos responsables sabemos nos utilizan para perpetuarse en el poder—. Zooms rápidos, cámara en mano, aproximación naturalista y economía narrativa se usan más allá de la referencia estética o el ejercicio de estilo. Pero el magnífico trabajo de contextualización y la inclusión de referencias a hechos y personajes reales queda quizá mediatizado en exceso por la decisión de una manipulación del color exagerada en su fotografía a tonos sepia, que acaba estropeando en algunos momentos el trabajo de caracterización y maquillaje de los actores —incluso la percepción de decorados y el vestuario de los mismos—. Un artificio que desvela la esencia de simulacro de The Bank Job poniendo a prueblos los límites de su autenticidad como si se tratara de un docudrama.

Escrito por Ramón Rey

 

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