Sesión doble: Reverendo Colt (1970) / Cara a cara (1967)

El ‹spaghetti western› vuelve a nuestras vidas en esta sesión doble de domingo donde encontraremos Reverendo Colt, película del argentino León Klimovsky (al menos aparentemente) que vio la luz en 1970 y Cara a cara del italiano Sergio Sollima rodada en 1967. Dos paradas imprescindibles para entender el género.

 

Reverendo Colt (León Klimovsky)

Bajo la firma de un León Klimovsky del que cuenta la leyenda que sólo figura en créditos por razones derivadas del régimen de co-producción, Marino Girolami dirige Reverendo Colt como un ‹spaghetti western› hoy recordado como una pieza de subterfugio dentro del subgénero, procreado justo cuando la eclosión productiva del western a la europea comenzaba ya su devenir. La historia es la del Reverendo Miller, antiguo caza recompensas reconvertido en un hombre de Dios bajo el anhelo de construir una Iglesia y así cumplir su rendición, algo que no le impide situarse por casualidad al epicentro de un enfrentamiento, tesoro mediante, entre dos grupos de personajes rivales, siendo inevitable su vuelta a la pólvora del revólver. Con este punto de partida el film se ciñe en repasar las naturalidades propias del salvaje oeste a la europea, más propias del ‹pulp› que de un supuesto contexto histórico, y más cercanas a la ferocidad conceptual que del retrato luminoso del Far West; con ello, Reverendo Colt se apoya en la típica dicotomía entre héroe y villano (Miller, incapaz de redimirse por los cadáveres que ha dejado atrás y su antagonista, un mestizo líder de la banda criminal que atemoriza al pueblo protagonista), las ínfulas operísticas de los momentos de acción (rozando el cariz circense, cuasi fastuoso del gen Girolami, recordemos que Marino es padre de Enzo G. Castellari), y diversas disrupciones de tono con el que el ‹spaghetti› jugaba a desdibujar al género cinematográfico por excelencia: desde la falta de escrúpulos en los actos de su abanico de personaje hasta la predilección por la violencia ostentosa, pasando por premeditados deslices cómicos y la estética árida y de grisácea luminosidad, aroma saturado en unas localizaciones que como no podían ser de otra manera comprenden, entre otras, Colmenar Viejo y el desierto de Tabernas.

Si bien la película presume de cabalgar por los tropos básicos del subgénero, tanto en ejecución como en normas de estilo, y peque de ciertas lagunas argumentales dentro de un guión donde encontramos la firma de un incombustible para el cinemabis transalpino como Tito Carpi, Reverendo Colt tiene como principal reclamo de las pétreas presencias de dos estrellas importadas de Estados Unidos, Guy Madison y Richard Harrison, protagonista el primero y secundando el segundo como Sheriff del lugar; Madison aporta una granítica labor física que se apoya en su enorme carisma para este tipo de papeles, labor que compensa la cierta falta de recursos a la hora de exteriorizar la dicotomía interna de un personaje presentado como núcleo central y que en el último acto la historia deja a un lado. En la labor interpretativa secundaria se cuenta con las gratas presencias de rostros hispánicos populares como Germán Cobos o José Canalejas, el portugués Cris Huerta (espléndido en la faceta festiva que el show le otorga) o la argentina Perla Cristal, formando un reparto coral sobre el que la película balancea entre el carácter más hostil de las tramas del ‹Far West› y un agradecido vaivén jocoso; dicha característica convive con su condición de ‹spaghetti western› de rutina, pero de nervio inquieto y con cierto afán hacia el espectáculo, cualidades dignas de mención cuando en su año de producción, 1970, el ahora añorado western europeo ya había escrito sus páginas más legendarias.

Escrito por Dani Rodríguez

 

Cara a cara (Sergio Sollima)

La violencia como algo estomacal, irracional, puro instinto de supervivencia. El pacifismo y la ilustración como producto de la razón, del estudio, de la civilización basada en la cultura. Dos formas de ver el mundo que parecen sacadas del mundo del arquetipo pero que sirven de punto de partida eficaz para Cara a cara de Sergio Sollima. Dos formas de entender el mundo contrapuestas reflejadas en dos personajes (y también en una América recién salida de la Guerra de Secesión) que, sin embargo, no se quedarán inmóviles en sus posturas, sino que se enfrentarán, no tanto entre ellos, sino contra su propia cosmovisión.

De esta manera Cara a cara va más allá del ‹spaghetti western› de forajidos y tiros para ser más bien un estudio de personajes, de cómo las condiciones de vida influyen en ellos, y de cómo a veces los caracteres contrapuestos sirven para retroalimentarse. Y, aunque el mensaje final pueda ser más o menos positivo, hay un espacio para la ambigüedad, para poner de manifiesto algo tan goyesco como que los sueños de la razón pueden acabar por producir monstruos. Importante, en este sentido, es la aparición de un tercer personaje, perteneciente a ese sector de la ley tan discutible como la agencia Pinkerton, el que será ejemplo de esa escala de grises, de esos matices que acaban por definir mejor el comportamiento humano.

Aunque la puesta en escena resulta familiar para el amante del género, con sus dosis de polvo desértico, pueblos aislados a medio civilizar y decadencia higiénica hay además un esfuerzo destacable por resaltar esta lucha de contrarios mediante lo paisajístico, buscando pequeños remansos de paz que aparecen en forma de bosques frondosos y clima apacible. Lugares que parecen desafiar la lógica del embrutecimiento desértico mediante una ordenación natural que parece ofrecer las condiciones para el desarrollo mediante el ingenio y no la fuerza bruta.

Hay también una intencionalidad formal que pretende huir de los estilemas tradicionales del género. Cierto es que las elipsis o los zooms dramáticos (por citar un par de ejemplos) están presentes, aunque lejos de usarlos como elementos de expresividad psicológica, Sollima los puntúa aquí y allá , casi como para no olvidar en qué universo cinematográfico nos estamos moviendo. Pero dejando espacio para un desarrollo y una puesta en escena que por un lado parece una vuelta a un cierto clasicismo y por otro, parece anticipar la llegada de ese neo western de aires más naturalistas y centrados en epopeyas más personales, íntimas si se quiere.

Así pues, estamos ante un ‹spaghetti western› que huye (moderadamente) de lo convencional y se atreve a explorar otros territorios tanto entre los transgenérico como en su ‹corpus› argumental. No es que estemos ante un western puramente psicológico, pero sí se atreve a ahondar en los personajes y su evolución para precipitar un conclusión ética al respecto. Quizás algo simple, quizás algo cogida con pinzas tanto en desenlace como en transición, pero que resulta refrescante en tanto que hay un atrevimiento a ir un paso más allá de lo tradicional.

Solo por eso, por su marca diferencial, Cara a cara ya es un producto más que recomendable.

Escrito por Àlex P. Lascort

 

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