Una Road Movie siempre es una apuesta segura en las sesiones dobles: una buena historia y una carretera en la que desarrollarla. Es por eso que nos quedamos en Europa en esta ocasión para hablar de dos joyas del género: Radio On, que dirigió Christopher Petit en 1980 y The Red Colored Grey Truck, primera película de Srdjan Koljevic de 2004. Pongámonos en marcha para este viaje.
Radio On (Christopher Petit)
Después de que Wyatt y Billy terminaran su viaje por la Norteamérica más profunda a lomos de sus motos también acababa una década revolucionaria, la de los años sesenta que cerraba Easy Rider. Diez años más tarde, en ese 1979 que coronaba los inciertos y desconcertantes setenta, otra vez ante el vértigo de una nueva época Robert, un discjockey solitario, taciturno, emprende un viaje en su coche desde Londres hasta Bristol, reanimado en su apatía cotidiana por la noticia de la muerte de su hermano .
Casi dos generaciones separan ambos films, dos muestras ejemplares de la película de carretera, esas road movies que se han convertido en iconos cinematográficos, quizás en relevos del cine de aventuras clásico. En un extremo la cinta de Dennis Hopper transita por una mitología colorista, de paisajes grandiosos y abiertos, carreteras interminables, cimentada desde el western puro hasta el más moderno, pasando por una América profunda, sureña y racial que canibaliza la modernidad en sus últimos latidos. En el opuesto se encuentra este viaje en blanco, negro y una extensa gama de tonos grises, un trayecto que comienza en el centro de Londres, recorre algunas zonas residenciales, otras nuevas más parecidas a ciudades dormitorio y continúa adentrándose en las zonas rurales, ese campo lleno de niebla y bosques fantasmales que preceden al mar como último destino. En el caso británico el viaje que formula Christopher Petit en esta ópera prima es hacia el interior. Si los motoristas partían de una frontera para llegar a un destino desconocido, el locutor de radio emprende su camino desde un origen incierto hacia un horizonte que por narrativa y forma, se asemeja mucho al rumbo vital y filosófico que impregnaba los films del nuevo cine alemán. Sin menospreciar que Wim Wenders figura como productor asociado en esta expedición desde la indiferencia hasta un dolor que se escabulle entre la incomunicación familiar y la incomprensión hacia el prójimo.
Sin embargo estas influencias centroeuropeas juegan como una fuerza visual centrífuga que otorga una entidad propia a Radio On, logrando una renovación formal en los paisajes, en el contraste entre británicos y germanos, porque aquí el modelo no proviene de los Estados Unidos como sí sucedía en las andanzas de Wenders. Tampoco la banda sonora, casi en su totalidad interpretada por cantantes y grupos musicales ingleses y alemanes, incluso cuando David Bowie canta una versión germana de su tema Heroes (Helden) Con la particularidad añadida de componer un itinerario que sirve para trazar el mapa geográfico y anímico iniciado por el recientemente fallecido artista camaleónico, seguido por los alemanes Kraftwerk, otros clásicos como Robert Fripp y algunos norteamericanos adoptados por sus seguidores europeos como son Lene Lovich, Devo y Eddie Cochran. Si las canciones de rock le daban la épica a los moteros tranquilos y otros hippies, aquí las canciones encuentran su acomodo en unas imágenes y planos secuencia que adquieren mayor sentido en su relación incidental, al ser la música que se escucha en casetes de la radio dentro del coche. En los vinilos de las jukebox de los pubs. O en alguna discoteca y emisora de radio.
Radio On es un viaje que sigue manteniendo su vigencia después de más de treinta años, con sus críticas sociales y políticas esbozadas en el ambiente, la desorientación ante unos nuevos tiempos que dominaría el Thatcherismo, que tampoco prometían ser mejores. Y por supuesto con ese improvisado cambio de dirección que le da todo su sentido al final del camino.
Escrito por Pablo Vázquez Pérez
The Red Colored Grey Truck (Srdjan Koljevic)
El cineasta serbio Srdjan Koljevic es un guionista y director que ha trabajado en alguna de las obras más destacadas de los últimos tiempos, que forma además parte del núcleo artístico formado por él, el director Srdan Golubovic, la productora Jelena Mitrovic y la guionista Melina Pota Koljevic. Todos ellos forman un grupo de auténticos «animadores cinematográficos» que han desarrollado las películas más aclamadas del país balcánico de esta década y que, además, están emparejados; Melina y Srdjan están casados y Golubovic es pareja de Jelena.
Antes de emparejarse y dejarse notar en los festivales de medio junto con obras tan importantes como Circles (Krugovi, 2013), Srdjan, el pegamento del grupo de artistas, ya llevaba algún tiempo mostrando un particular universo, una mirada crítica con su entorno pero a la vez regalándonos unos personajes tiernos, que deambulan entre los desechos de la desintegración de Yugoslavia.
Precisamente Srdjan Koljevic nos lleva a los instantes previos de la desintegración de Yugoslavia en The Red Colored Grey Truck. Ratko, un hombre recién salido de la cárcel, daltónico, que en una noche cualquiera se encuentra un camión con las llaves puestas y decide tomarlo. Por el camino se encontrará con Suzana, la hija de un viejo comunista que tras quedarse embarazada y el padre desentenderse del asunto, decide largarse a Italia. Juntos iniciarán una road movie donde a pesar de tan dispares personajes, acabaran acercándose. Y mientras tanto, Yugoslavia salta por los aires.
Muchos hablan de la influencia de Kusturica en la obra de Srdjan pero olvidan que esta misma influencia ya estaba presente en el arte serbio, en su literatura o incluso en la música. Da igual; la obra y el punto de vista de su cineasta tiene vida propia sin necesidad de compararla con el afamado director balcánico. The Red Colored Grey Truck es una comedia con un inicio demodelor, que aunque sin llegar a ser cruel sí que esconde una mirada crítica con la situación y el contexto en el que se desarrolla. Y es que debajo de esta simpática road movie hay un ajuste de cuentas con el inicio de la guerra.
La película está llena de secuencias memorables que nos llevan a la carcajada mientras disecciona con maestría y humor negro los entresijos del inicio de las hostilidades. Recuerdo con especial cariño el momento en el que los protagonistas se encuentran con un convoy militar, intercambian unas pocas palabras y ante la sorprendente pregunta de Ratko sobre cuando comenzará la guerra, su interlocutor, sin imutarse, responde, «mañana». Y es que a pesar de que la inmensa mayoría de la población no quería la guerra, está estaba ya declarada por los dirigentes políticos y por las mafias que hicieron su agosto vendiendo armas a todo el mundo. Sí, Serbia fue el agresor, pero meses antes del inicio de la contienda el gobierno croata ya estaba armándose, por ejemplo.
La película hace una crítica descarnada, camuflada en comedia, del contrabando de armas que se sucedia por toda Yugoslavia; los únicos que ganaron la guerra fueron los mafiosos, por más que como decía antes, hubo un agresor claro, aunque más que hablar de bandos nacionales el cineasta Srdjan (nació en Sarajevo, al igual que su compatriota Kusturica, pero sin viaje al lado nacionalista y paranoico del segundo) ha seguido posicionándose con las víctimas.
Srdjan siempre ha demostrado tener una sensibilidad especial por su personajes. Su mirada es la de alguien que sólo puede sentir terror ante el sonido de las balas. Preocupado por sus personajes, en sus obras, ya sea como director o guionista, se observa una preocupación ética y humanista.
Así que tras sus desternillantes momentos cómicos, lo que queda es una brutal crítica de la guerra, de como los negocios aceleraron los acontecimientos y como un chico y una chica deambulan en un camión mientras todo se viene abajo con la típica reflexión de su cineasta; gente inocente obligada a tomar duras decisiones en mitad del horror y a convivir con sus acciones, ya sea en esta cinta, en la aclamada Circles, en The Trap o en The Man Who Defended Gavrilo Princip.
Escrito por Pablo García Márquez