Sesión doble: Noventa minutos (1950) / Zoo (2018)

¿Estás confinado? Pues comprenderás muy bien a los protagonistas de nuestra sesión doble, que nos hablan de encierro, neuras, supervivencia y el paso del tiempo. Así buscamos propuestas tan dispares como la española Noventa minutos, que dirigió Antonio del Amo en 1950 implicado en la guerra; viajamos asimismo a la actualidad —2018 para ser más exactos— con Zoo, donde Antonio Tublen que  nos habla de otro tipo de apocalipsis: zombies. Nos aseguramos el disfrute con nuestra sesión doble de confinamiento, a continuación:

 

Noventa minutos (Antonio del Amo)

En coyunturas de confinamiento como la que actualmente vivimos, el cine siempre emerge como un último refugio con el que poder evadirse de los problemas y desgracias que nos azotan. Es por ello que es de agradecer que muchas plataformas, como Filmoteca Española, estén ofertando largometrajes como esta Noventa minutos, un clásico oculto del cine español de finales de los 40 – principios de los 50 dirigido por el a veces denostado Antonio del Amo (impulsor de la carrera cinematográfica del niño prodigio Joselito).

La película además viene como anillo al dedo en estos momentos de desconcierto e histeria a los que estamos asistiendo con la pandemia mundial de Coronavirus en su punto más elevado, pues apuesta por narrar la historia de supervivencia de un grupo de vecinos que se han visto obligados a cobijarse en un refugio antiaéreo en el Londres golpeado por las bombas alemanas y que verán como uno de estos artefactos les enclaustrará sin posibilidad de salida en dicho habitáculo, arrancando una contrarreloj para encontrar una salida ante el peligro de quedarse sin aire y morir asfixiados.

Antonio del Amo dirigió con mucho oficio una rara avis del cine patrio de aquella época, que a pesar de contener un claro mensaje en favor de la redención cristiana, evita profundizar en elementos maniqueos o propagandísticos, ahondando por contra en principios humanistas a través de una perfecta radiografía de los diversos temperamentos que bautiza la condición humana.

Se nota el dominio narrativo de un del Amo que consiguió congregar algunos de los nombres imprescindibles del cine español como Manuel Mur Oti y Francisco Rovira Beleta en el guión, Juan Mariné ideando una fotografía expresionista, claustrofóbica y tenebrosa, Sigfrido Burmann como compositor de ambientes y decorados y un elenco de actores extraordinario donde llama la atención la presencia de Fernando Fernán Gómez consolidando sus primeros pasos en el celuloide.

La intriga se centra en un grupo de vecinos (entre los que se encuentran un militar y su nieto, una solitaria médico, una pareja que está a punto de tener un niño, un matrimonio cuya mujer sufre el chantaje de un maleante que la amenaza con descubrir a su marido unas cartas que demuestran su adulterio o una señora bastante tiquismiquis y su familia), a los que se sumará un policía y un ladrón que quedarán atrapados en un refugio sin posibilidad de escape. Del Amo aprovechó este microcosmos para perfilar los diferentes comportamientos del ser humano ante una situación de peligro que parece conducir a una muerte segura. Desde los cobardes que no paran de echar la culpa a los demás de su martirio hasta los conformistas que dejan su salvación en manos del Divino,  alzándose como héroe el personaje más descastado, ese ladrón al que nadie (excepto la médico española) parece apoyar, y que sin embargo se elevará como un alma combativa que luchará sin darse por vencido por conseguir encontrar un hueco por el que aflore el cada vez más escaso aire.

En este sentido, el relato se transformará en una fábula en favor del perdón y la indulgencia cristiana convirtiendo al ladrón en un alma capaz de expiar sus pecados a través de la iluminación del descubrimiento del amor. Asimismo, la epopeya expone cómo ante una situación extrema el ser humano olvidará las amenazas que afloran en el exterior, de modo que un trance global (la guerra) no será percibido como amenaza cuando nuestra propia vida, y también la de las personas que están a nuestro alrededor, está en juego. Toda una declaración de intenciones que muestra la forma en que en estas situaciones extremas aflora la cobardía, la resignación, el egoísmo, la confrontación, la indigencia moral, pero también esa generosidad, compañerismo, sacrificio, coraje y arrojo necesario para hallar la solución, en función de las diferentes personalidades que definen al ser humano. Yo prefiero estar del lado de los segundos siempre.

Escrito por Rubén Redondo

 

Zoo (Antonio Tublen)

Zoo es una película de confinamiento… y zombis. Dos conceptos siempre unidos a la hora de abordar las pandemias globales y sus consecuentes encierros domiciliarios, donde las cuarentenas se convierten en una batalla contra lo que acecha desde el exterior; el fin del mundo, infecciones contagiosas que convierten a nuestros vecinos en caníbales moribundos y el momento de sacar a relucir los más primitivos instintos para sobrevivir al apocalipsis. El cineasta de origen sueco Antonio Tublen parte de esta idea para abordar una nueva aproximación al género de terror revestido de fina hila de comedia (anexiones últimamente muy habituales en el subgénero zombie, por otra parte) relatando la experiencia en el confinamiento de una pareja que ha de salvar su matrimonio mientras la hecatombe se produce fuera de sus ventanas. Su relación hace aguas, y la reciente pérdida de un bebé, que imposibilita a la mujer volver a quedarse embarazada, no ayuda a la situación. ¿Transitan por sus pasillos como si fuesen muertos vivientes? Pronto se darán cuenta, tras los avisos en los medios por televisión, que los auténticos moribundos están ahí fuera; la cuarentena les hará unir lazos e intentan salvar su matrimonio y, de paso, también sus propias vidas.

La película se separa rápidamente de la tonalidad del terror, aunque se aproxime a ella en los momentos precisos y necesarios para su mensaje. La pandemia zombie está en un segundo plano, un trasfondo que carbura como envoltorio y forma a la cotidianidad de esta crisis de pareja. Karen y John no están pasando su mejor momento y, de hecho, ella estuvo a punto de dejarle poco antes de que el fin del mundo se desatase. Sus dos primeros tercios son en los que Zoo se esfuerza en aplicar más empeño en soltar sus toques cómicos, no ajenos en algunos segmentos a la hilaridad, pero sin olvidar el trasfondo dramático del asunto. Este se dejará para un acto final mucho más triste y melancólico, en una transición que a pesar de llegar de forma abrupta y quizá algo repentina, no echa por tierra lo encauzado previamente. Co-producción entre Suecia y Dinamarca (aunque con una pareja de intérpretes británica), es en el humor donde destila inspiraciones autóctonas, con una comicidad intrínseca que se aleja de la evidencia. Su estilo nórdico también se deja ver en una cinematografía aséptica, donde los interiores parece un esterilizado colchón para los propósitos fílmicos. Requiriendo con una comedida elección narrativa de algunos de los tropos del subgénero (y donde únicamente, reincidiendo, se conectará con el terror), sus mejores valías radican en la esgrimida descripción de la decadente relación, donde han de sacar en las más espontáneas situaciones el halo, ahora perdido, que alguna vez ha podido unirlos.

La mencionada conclusión es toda una declaración de intenciones, dando andamiaje a lo expuesto previamente al drástico cambio de personalidad que sufre la película. Su tono permite ir estrechando los lazos para que ambas naturalidades se unan e, incluso, dejen alguna imagen cruelmente bella para su conclusión. Existen algunos factores más que hacen más que interesante la situación de Zoo en unas películas de su estirpe: la buena asimilación de caracteres que hacen sus dos intérpretes protagonistas, quienes captan a la perfección el tipo de historia que tienen entre manos, así como la economización narrativa del cineasta sueco, capaz de crear un estilo propio en su redacción del amor perdido en los tiempos apocalípticos. Drama, humor, drogas, visitantes inesperados y el fin del mundo al otro lado de la puerta; todo encarrilado hacia la recreación de una unión inesperada ante un final inevitable.

Redacción: Dani Rodríguez

 

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