La versión más perversa de una de esas figuras navideñas por antonomasia, Papá Noel, llega a nuestra sesión doble con dos títulos que cualquier aficionado al cine de terror no querrá perderse: por un lado, Navidades infernales, dirigida a principios de los 80 por Lewis Jackson, y por el otro una Noche de paz, noche de muerte que tendría remake más tarde, y que en manos de Charles E. Sellier Jr. nos dejaba una de esas curiosas piezas dignas de admirar.
Navidades infernales (Lewis Jackson)
Anidando su premisa en el slasher que propulsó sus virtudes durante las décadas de los 70 y los 80 —de hecho, su prólogo, que nos podría retrotraer en cierto modo a films esenciales en el modo de introducir esa psicosis infantil, es la mejor muestra de ello—, la cinta de Lewis Jackson va estableciendo paulatinamente parámetros que la llevan a un terreno dramático donde el patetismo de su personaje central retoza ante el singular humor que nos brinda Navidades infernales, y la descripción en torno a la psicología de un individuo cuya paradoja termina resultando casi la parábola idónea desde la que otorgar el verdadero significado a la etapa en que se centra la acción.
Así, Harry, el protagonista del relato, asumirá como propio un rol, el de Papá Noel, ejercido desde la admisión de una psicopatía determinada por una inquietante imagen, pero desarrollado a partir de una deformación de la realidad establecida por la llegada del periodo navideño y todo lo que comporta. Su relación con los más pequeños, el insólito vínculo que lo une a su hermano —cuya presencia en el film es casi testimonial, pero no deja de “orientar” su descarriada mirada— y el trato con sus compañeros de trabajo constituirán el vehículo idóneo para que Harry termine componiendo una realidad dislocada que otorgue forma a la ficción desarrollada por el propio personaje durante un tiempo.
De ritmo pausado y narrativa concienzuda —de hecho, por momentos, podríamos estar ante un film que se desarrolla como si de cine silente se tratara—, Lewis Jackson otorga una interesante doblez tanto al relato como a ciertas imágenes más punzantes de lo que se podría presumir; así, podemos ver como el protagonista es objeto de mofa ante sus compañeros, pero esa tesitura cambia desde el momento en que se enfunda (irreconocible) su traje de Papá Noel y pasa a ser un personaje del ideario colectivo. El cineasta propulsa así una sugestiva desmitificación que no sólo nos lleva al terreno de lo material —aquello a lo que, probablemente, sería más fácil de otorgar un foco—, además desentraña el influjo de una época del año capaz de contener negrura cuando en la superficie todo se antoja contrario a ese sentimiento o sensación que recubre la rutina de Harry, pero muta al estar compuesto como un ideal cercano a esa celebración.
La esencia de un film como Navidades infernales, queda dibujada pues más por un trasfondo interesantísimo y afilado que por su en ocasiones confusa aportación al género, y es que si bien el giro que logra otorgar Jackson al terreno que transita resulta de lo más sugerente, su morosa narrativa y ese lento devenir que revisten precisamente la faceta dramática del film, componen una ‹rara avis› en la que no resulta fácil adentrarse, pero que sin embargo tiene muy claro su objetivo, estableciendo entre fábulas —esa particular revisión del mito de Frankenstein— y un imaginario propio —por más que resulte difícil no ligar ciertas estampas a obras ajenas— las virtudes de un film que, pese a su marcada ambigüedad en algún momento, sabe volar lo alto que requiere una meta tan infrecuente como loable en una cinta aparentemente ligada al cine de género.
Escrito por Rubén Collazos
Noche de paz, noche de muerte (Charles E. Sellier Jr.)
Papá Noel y sus misterios. Una horda de nostálgicos espera que llegue la navidad, no por los atracones de dulces y carnes que les espera, es la cinefagia la que tintinea bajo un árbol adornado del modo más kitsch posible. La selección siempre es mejor si va aderezada con un toque de slasher que nos lleva a una magia navideña mucho más oscura de lo habitual. Porque seamos sinceros, la navidad puede ser una pesadilla.
Rebuscando en el cajón de los Santa Claus nacidos con mala estrella, nos encontramos con una maravilla hecha para el disfrute de baja expectativa creado en esa época de apuesta segura situada en los 80 por Charles E. Sellier Jr. Noche de paz, noche de muerte —por una vez una traducción ocurrente ya que se aleja del título original Silent Night, Deadly Night— tiene toda la parafernalia navideña dispuesta a envolver un buen asesino en serie.
Como siempre, la imagen de Santa Claus se dispersa en estas películas a partir de la magia infantil y el deseo de los más pequeños de encontrarse cara a cara con esa fuente inagotable de regalos, apareciendo siempre el perturbado de turno dispuesto a repartir su opinión sobre el bien y el mal. Pero aquí ya desde un inicio busca un nuevo rumbo siguiendo desde el inicio únicamente a ese niño que va a centrar su vida en el terror creado por el tipo gordo y afable.
Partiendo del ideal del pequeño «si ves a Santa Claus y no has tenido un año impoluto, huye», nos encontramos con un desconsiderado ataque a una familia encantadora por parte de un ladrón disfrazado de Papá Noel. Esto convierte al niño en una esponja de asociaciones inoportunas que mezcla a Papá Noel, el castigo del mal por su parte y las tetas de las mujeres —y con la excusa la de pechos desnudos porque sí que vemos en todo momento—.
Viajamos por el reto mental del joven en distintas etapas de su vida sin perder la oportunidad de asistir a todo tipo de clases magistrales sobre moral y bienestar que fallan consecutivamente y veréis, si lo mezclamos con el guiño nervioso de su ojo, la sangre y la determinación sobre el bien y el mal a base de gritar de «baddy», pues la diversión está asegurada.
Estamos ante un nuevo alegato slasher, donde empezamos concentrados en una víctima de un asesino random que muta en una versión 2.0 del asesino, siempre siguiendo sus pasos y evolución; una especie de Mike Myers en pleno desarrollo que se toma su tiempo en dar motivaciones a una segunda parte bañada en sangre sin un objetivo mejor que el trastorno al que le ha sometido la vida.
Y aquí nace el flechazo, porque Noche de paz, noche de muerte es una película sin grandes aspiraciones pero con enormes elucubraciones, con diversión asegurada y celebraciones varias, no solo por la llegada de la navidad, también por las eróticas y rebuscadas consecuencias que trae ser un mal chico en las fechas anteriores. Sí, el género slasher navideño es un must para cualquier época del año, y celebrarlo con este film es poco menos que ganar la lotería.
Escrito por Cristina Ejarque