Sesión doble: My Heart Is That Eternal Rose (1989) / Protégé (2007)

El cine de acción ‹made in Hong Kong› llega a la sesión doble con la candente My Heart Is That Eternal Rose que Patrick Tam dirigió en 1989 y la suculenta Protegé, película de 2007 realizada por Derek Yee.

 

My Heart Is That Eternal Rose (Patrick Tam)

Puede parecer una cuestión banal, pero a la hora de escoger un film para esta doble sesión de acción ‹made in Hong Kong› me llamó poderosamente la atención un título como My Heart Is That Eternal Rose por su belleza genérica y por capacidad de desplegar tantas promesas en una sola línea. Y es que todos los conceptos están ahí: el amor, el drama y la violencia en una metáfora conceptual casi perfecta.

Lo mejor de todo ello es que su traducción a pantalla no resulta un disparo al aire (nunca mejor dicho) sino una perfecta muestra de saber qué tienes entre manos y lo qué quieres contar ya desde el título. Uno podría esperar una trama simple, una venganza con mafias abordada por el típico héroe solitario abrumado por el dolor y la rabia. Entrar en el territorio del ‹heroic bloodshet› al estilo de John Woo. Y aunque algo de eso hay —como no podía ser de otra manera—, la película busca, comenzando desde un punto de partida sencillo, indagar en las aristas de las complejidades humanas. Ya no se trata solo del triángulo amoroso principal, se trata de una creación coral donde entran en juego conceptos como la amistad, el dolor y el honor entendidos como una lealtad no jerárquica sino emocional.

En este sentido, el film de Patrick Tam sabe conjugar todos estos aspectos en un conjunto que se acerca más al drama y al romance que a la acción pura y dura; y cuando esta aparece siempre es no solo como expresión estética de una solución brutal sino como último recurso a utilizar ante la imposibilidad de resolver el conflicto por otras vías. Es por ello que, en lo que a la acción se refiere, hay una evolución formal durante el propio desarrollo de la película. De una primera secuencia donde estamos cerca del delirio en el corte y la coreografía más cercano a una parodia del cliché de género, hasta llegar a su última escena donde lo que impera es una sequedad y una gravedad en el tono que se acerca más a esa especie de épica austera de Johnnie To.

En lo que se refiere al drama y al romance puede que de entrada el propio contexto cultural de la cinematografía de Hong Kong pueda descolocar con sus canciones acarameladas y un cierto ambiente que oscila entre la música de fondo de restaurante chino y el karaoke de bajos fondos. Pero no hay que engañarse, no solo no resulta naíf, sino que consigue establecer el tono de realidad palpable que quiere transmitir y que, junto a una cierta querencia por el neón, acaba dotando al metraje un aire de utopía muy a lo Wong Kar-wai. No en vano Christopher Doyle también está a cargo de la fotografía del film.

Por ello My Heart Is That Eternal Rose resulta no tanto una curiosidad sino más bien una sublimación en forma de nudo de dos tendencias que dominarían el panorama hongkonés. Un pasado de acción frente a un futuro donde lo dramático cobraría más importancia. Un espectáculo pues en tiempo presente que muestra que no se necesita elección y sí buen gusto para crear un combinación tan emotiva como formalmente impecable.

Escrito por Àlex P. Lascort

 

Protégé (Derek Yee)

Descrita como una suerte de Juego sucio (Infernal Affairs, 2002) con altas dosis de Réquiem por un sueño (2000), Protégé (2007) es, siguiendo esta lógica, como dos películas en una. Por un lado, una historia pausada, íntima y en ciertos momentos terrorífica sobre el efecto de las drogas en la sociedad, y por otro un contundente thriller sobre un policía infiltrado entre los principales narcotraficantes de Hong Kong. Con un inicio doblemente demoledor —abriendo paso a ambas historias unidas por el protagonista—, el director Derek Yee (arropado por un reparto estelar) aborda el tema de la droga desde una perspectiva menos habitual a las acostumbradas en este tipo de cine (cualquiera de los dos propuestos por separado). Muy informativa —sobre todo cuando explica el funcionamiento del negocio—, también se posiciona moralmente inflexible al mostrar las consecuencias de sus usos entre el pueblo llano.

Así, pese a ser un thriller bastante estimulante y con escenas de acción que ya quisieran emular hoy otros, se abre camino sobre todo como drama criminal acerca de un tipo que se ve obligado cada día a ganarse la confianza de la gente con la que trabaja, atrapado en una telaraña de drogas, lealtades y engaños que mantienen a uno interesado todo lo que dura la película. En especial por lo bien que funcionan como un todo todas las tramas abiertas, con secuencias que, tanto en interior como en exterior, escenifican, por un lado, la ineptitud de la policía, y por otro las crueles consecuencias de una red de tráfico de drogas que repercute en personas rotas y frágiles que extienden la oscuridad en el protagonista mientras se pregunta qué es peor, ¿el vacío o las drogas?

Con estos ingredientes, Protégé es por encima de todo una película muy recomendable y claramente a reivindicar entre las de su especie, que destaca incluso porque el malo —capo de la droga y hombre de negocios— de la historia es carismático y cae hasta simpático (si no fuese por lo de las consecuencias de su negocio). Como una receta de espaguetis con salsa Alfredo y pollo, Protégé empieza con el fuego al máximo para sacarle todo el jugo a la carne y dejarla doradita por fuera. Después, con el fuego a la mitad, sabe que es el momento de mezclar ese aceite con ajo, harina y leche para dar con una salsa bechamel bien rica hasta que la consideremos suficientemente espesa. Es entonces cuando debemos dejar caer muy poco a poco la pasta ya cocida para ver cómo esta se va abrazando a la salsa y entonces mezclar con el pollo. Y ya así culminamos: unas hojas de perejil picado que a todo el mundo le gusta.

Porque Protégé solo tiene un pero: que después de haber sido tanto en todos los sentidos, tenga prisa al acabar. Como si el hambre que le ha dado la salsa fuera tal, que no dejara que los espaguetis se integren del todo antes de poner el perejil, resolviendo ciertas tramas de una forma muy concisa que contrasta con el desarrollo anterior, que había sido tan preciso y elocuente hasta entonces. Tampoco es que esos últimos minutos impidan disfrutar del sabor general de todo lo previo, pero sí que uno se queda con un poco de regusto amargo, aunque siguen siendo unos espaguetis con pasta Alfredo y pollo y este es un plato que no espera y, cuanto antes puedas acercarte a él, antes te sentirás colmado por su buen sabor, textura y aromas.

Muy recomendable, y más si se ve antes de comer como he hecho yo, que me voy a poner a cocinar un plato rico, rico y con fundamento. No me llevaré millones cocinando (comida), pero al menos estoy contento y no hago daño a nadie.

Escrito por Alberto Mulas

 

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