Sesión doble: Milano odia: la polizia non può sparare (1974) / The Warriors 2: Las navajeras (1975)

Los reyes del ‹exploitation› llegan a la sesión doble con dos nombres imprescindibles: el del italiano Umberto Lenzi, que a mediados de los 70 dirigía uno de sus títulos más destacados con Milano odia, y el de un todoterreno como Jack Hill, que justo un año después continuaba su incansable carrera en el género con The Warriors 2: Las navajeras.

 

Milano odia: la polizia non può sparare (Umberto Lenzi)

Una de las coas más molestas del cine de explotación, en este caso el policial italiano, es esa cierta mirada condescendiente, cuando no directamente despreciativa, hacia el producto basándose solo en la etiqueta. Solo hay que ver como alegremente se califica al género como ‹eurotrash›, como si todo fuera simple mercancía de baja calidad destinada a un consumo rápido, a un visionado, por así decirlo, de usar y tirar. Sin embargo esto mismo encierra una contrapartida positiva que no es otra que, como si los directores de este género (en el caso que nos ocupa, Umberto Lenzi) tomaran en cuenta estos comentarios, para dotar de una mayor libertad creativa y argumental a sus respectivos films.

En el caso que nos ocupa, Milano odia (o en su título internacional Almost Human, paradójicamente muy cercano a la realidad del film) se trata de convertir un argumento sencillo y bastante arquetípico al respecto del delincuente de poca monta y sus ansias de dar un gran golpe, en un tratado absolutamente brutal tanto de una realidad social como de la violencia desmesurada, y esto especialmente, surgida de una psique desquiciada como de un odio visceral hacia los ricos. Un odio que se filtra a través de la miseria pero que nunca va dirigido a revertir el ‹statu quo› del sistema sino que consiste en encarnizamiento con un solo deseo: poder ser como ellos.

Más allá del miedo que inspira en sus cómplices, el retrato que dibuja Lenzi e interpreta a la perfección Tomas Milian, de un delincuente transformado en un psicópata sin moral, va más allá de la truculencia o de los actos de violencia gratuita y grotesca. En realidad Lenzi nos habla de la desesperación individual ante un sistema que engulle cualquier posibilidad de progreso. Y todo ello sin ninguna coartada política. Sencillamente exponiendo los hechos. No hay justificación de los actos criminales pero, en cambio, sí que hay un pequeño espacio, sino para empatizar, sí para comprender que quizás todo es una consecuencia esperpéntica y grave de un mismo marco con el que comparte características.

Lenzi rueda y narra con vigor y no ahorra ningún tipo de detalle. Toda truculencia, incluyendo violaciones, violencia contra niños y mujeres, asesinatos sangrientos, son mostrados con toda la virulencia posible mostrando no solo un personaje despiadado, cínico y salvaje, sino que sirven para enmarcar el propósito último de este: la obtención de una gran suma de dinero para ser como aquellos a quienes odia, seres amorales pero respetables en su lujo. De alguna manera Milano odia no va tanto del juego del gato y el ratón entre la policía y el criminal, sino posicionarse como un espejo darwinista donde impera la ley de la selva y donde los códigos de funcionamiento son solo una base legal construida con papel mojado.

En este sentido es destacable el papel impotente que juega el cuerpo policial y la corrupta magistratura. Es decir la otra cara de la moneda del protagonista que, a pesar de sus barbaridades y su despreciable actitud, sí resulta más honesto en su libertad, tanto de actuación como de intenciones. Una película pues que funciona como un manifiesto plenamente nihilista, que mantiene en todo momento su coherencia programática y que ofrece un desenlace tan poderoso como reafirmativo y lógico en su negrura desesperanzada.

Escrito por Àlex P. Lascort

 

The Warriors 2: Las navajeras (Jack Hill)

Jack Hill siempre ha sido venerado como uno de los pilares del ‹exploit›, con la particularidad de, desde su posición de hombre blanco normativo, introducir en sus películas la figura de la mujer que luchaba por sus derechos dentro de sus historias de acción, vandalismo, violaciones y peleas callejeras, que nos lleva irremediablemente a esa película que grita “el feminismo está en las calles, ‹bitch›”, una poderosa Switchblade Sisters que, nunca esta de más comentarlo, fue titulada en España The Warriors 2: Las navajeras pese a ser anterior a Los amos de la noche (The Warriors, 1979) de Walter Hill y tener en común poco más que la idea de bandas callejeras afianzando el territorio y un mismo apellido en los créditos.

En la película el director aúna algunos de sus principales éxitos como el ‹blaxploitation› que rezuma en su selección musical y en la aparición estelar de una banda de mujeres negras maoístas armadas hasta los dientes, y el ‹women in prison› con un magnífico extracto donde desatar la lucha entre presas, contra las instituciones corruptas y presencia infalible de los lazos de hermandad y lealtad.

The Warriors 2: Las navajeras nos presenta a un grupo de adolescentes cargadas con navajas y una actitud muy Chicas malas (Mean Girls, 2004) donde la ley del más fuerte pasa por el filtro de la dependencia de una banda de hombres. Los síntomas se repiten: hay peleas, robos, chulería innata y un duelo entre sus dos hembras alfa, una especie de Punky Brewster de voz melódica y muy mala leche y una recién llegada que irá destapando unas ideas muy claras para potenciar sus derechos en el mundo. Lo bueno aquí es que la rivalidad no es bidireccional y da paso, dentro de los cánones de cualquier buen ‹exploit› diseñado para los fuegos artificiales del entretenimiento malsano, a un mensaje en el que afianzar la posición de la mujer y una verdadera hermandad entre iguales, eso sí, a las bravas.

No faltan pues una buena colección armamentística (sin olvidar que son adolescentes de instituto y que la ley solo roza sus jóvenes pieles), soflamas del más fuerte, rivalidades entre bandas llevadas a los extremos más duros y una colección de personajes variopintos y chulescos dignos de catálogo de coleccionista, incluida una malvada instigadora de los cimientos internos con parche en el ojo que poco le puede envidiar a la protagonista de Desenlace mortal (Thriller — en grym film, 1973).

En consecuencia, Jack Hill resalta los más bajos fondos de los barrios de periferia norteamericanos, donde la ley del más fuerte se diluye con el interesante juego a doble banda que perpetra con los intereses de las protagonistas, mientras gira la tortilla a favor de derrocar el poder de los hombres ejercido a la fuerza. Es una extraña combinación donde los desnudos, las vejaciones e incluso violaciones son algunos de los ases del género empleados aquí a fondo, todo como artimañas donde posar después su mensaje en un momento revanchista sin dejar claro que con el paso del tiempo el film se haya quedado obsoleto. Porque no podemos obviar que The Warriors II: Las navajeras es digna de culto y pleitesía por sus excesos y sus giros, donde patear culos es tan festivo como ilustrativo y quedará en el recuerdo como un experimento sobre el feminismo más combativo ajeno a cualquier ley en un universo liderado por macarras de poca monta.

Escrito por Cristina Ejarque

 

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