Sesión doble: La quema (1981) / Campamento sangriento 2 (1988)

Los campamentos de verano son todo un clásico por estas fechas, y si además incluyen sexo y muertes de toda índole, invocando así el ‹slasher›, todavía más. Es por ello que nos proponemos rescatar esta mezcla en una sesión doble donde destacar La quema de Tony Maylam y Campamento sangriento 2 de Michael A. Simpson.

 

La quema (Tony Maylam)

No se puede negar que, dejando escándalos aparte, los Weinstein tenían buen ojo comercial a la hora de detectar talento como aquello susceptible de poder ser un pelotazo comercial de consideración y, cómo no, sacarle el máximo de rédito posible anticipándose a todos. La quema (The Burning, 1981) es ejemplo paradigmático de ello. Un ‹slasher› tempranero que aparece claramente no como ‹exploit› de Halloween sino de una pequeña producción llamada Viernes 13, a la que ya se intuía un ratio presupuesto/beneficios (con su potencial de secuelas interminables en el aire) más que provechoso.

Así los Weinstein, en un ejercicio “juanpalomero” guionizan y producen un producto sencillo, dándole los mandos a un director semidesconocido (y por tanto manipulable) y se rodean de un reparto repleto de caras por entonces anónimas pero que llegarían a ser tremendamente populares en años posteriores como Holly Hunter o Jason Alexander entre otros.

Lo interesante de La quema es que, aunque su espíritu de ‹copycat› es descarado e intencionado sin rubor alguno, se toma la molestia en intentar crear un ‹lore›, una mitología a partir de un ‹flashback› inicial que, además de ser casi lo mejor del film, se aleja de monótonas explicaciones intermedias. Es decir, el truco está en vender el pescado de inicio para poder dar, a posteriori, rienda suelta a aquello que demanda el espectador objetivo de este tipo de productos: sangre y asesinatos al por mayor sin más subtextos ni aditivos ‹arty›.

No obstante no deja de ser curioso cómo se filtran algunos asuntos como el ‹bullying›, el respeto a la feminidad (lo que viniendo de los Weinstein parece una broma de mal gusto) al evitar los habituales desnudos gratuitos y una cierta preocupación por dibujar a sus personajes, tanto principales como secundarios, más allá de clichés dándoles un arco evolutivo en sus acciones y comportamientos.

Con todos estos mimbres podríamos concluir que estamos ante una película que va más allá de la mera imitación y que se propone llevar al género a otro nivel, pero nada más lejos de la realidad. Y es que una cosa es una intencionalidad y otra son los resultados. Da la sensación muchas veces que hay una lucha entre el afán recaudatorio y la propuesta artística. Sobre todo en cuanto al ritmo establecido en su desarrollo. Una primera parte tediosa que se empeña infructuosamente en que sus personajes nos interesen mínimamente con sus historias de adolescentes con las hormonas ‹on fire› y sus novatadas que dudo que hicieran gracia ya en esa época para pasar a un segundo tramo basado en el desparrame sin sentido y atropellado donde, sin motivo alguno, ya no se respetan los espacios, ni las situaciones ni las personalidades tan “cuidadosamente” trabajadas anteriormente.

Al final lo que queda es otro ‹show› de decisiones estúpidas de sus protagonistas, de muertes concatenadas sin mucha originalidad ni gore, un pequeño girito final bastante aleatorio y una ausencia de carisma del asesino que desvirtúa cualquier atisbo de, por mucho que se empeñen en su final semiabierto, crear una leyenda a su alrededor, de esa aura de mito invencible e inmortal que necesita cualquier asesino de campamento de verano. En definitiva, un divertimento moderado, que no consigue ir mas allá de aquello de lo que quería huir: la imitación de serie B.

Escrito por Àlex P. Lascort

 

Campamento sangriento 2 (Michael A. Simpson)

Encargarse de rodar una secuela nunca ha sido tarea fácil, mucho menos si además de partir de una de esas cintas de culto de los 80, se reemplazaba tanto a su director —Robert Hiltzik, autor de la primera, se haría a un lado dejando en manos de Michael A. Simpson la realización— como a su protagonista —el nombre de Felissa Rose sería sustituido por el de Pamela Springsteen, hermana en efecto de ‘The Boss’, cuya carrera por cierto no iría mucho más lejos del film que nos ocupa—. No obstante, Campamento sangriento 2 posee la habilidad de saber acometer dicho reto aprovechando precisamente aquello que su predecesora daba por sentado: así, lejos de buscar darle otra vuelta al asunto o intentar dar rienda suelta al perverso contrapunto que ofrecía la conclusión del original, Michael A. Simpson abandona un rasgo habitual del ‹slasher›, el elemento sorpresa, para abordar una cinta que huye de medias tintas y afianza desde un buen principio ese carácter cómico que se establece como diferencia primordial para con Campamento sangriento.

Es en esa decisión donde comienzan las virtudes de una obra que se siente más sólida que el film de Hiltzik, en especial en cuanto a entregar aquello que demanda un ejercicio de estas características: y es que el cineasta norteamericano no ofrece demasiados momentos de tregua, dando pie ya desde su inicio —que deja meridianamente claro cual podría ser el tono y rumbo de la propuesta— a una retahíla de instantes concebidos para lucimiento tanto de su imaginativa respecto a la recreación de muertes de toda índole, como de una actriz central, Springsteen, que se hace con las riendas de la cinta. En ese aspecto, puede que Campamento sangriento 2 —que ya muestra el desparrame desde su título original, ese Sleepaway Camp II: Unhappy Campers— no exhiba toda la mala leche y el salvajismo que insinúan sus primeras secuencias, pero por otro lado cabe destacar que tanto su manejo narrativo como la falta de tapujos hacen que el resultado sea mejor del esperado, sobre todo a sabiendas de que el film de Hiltzik perdía en cierto modo esa esencia ‹slasher› al preocuparse más de consolidar sus motivos argumentales que de servir el producto esperado —por no hablar de sus toscas formas—.

Campamento sangriento 2 aprovecha así el espacio dejado por su predecesora para armar una propuesta que apenas se encarga de esbozar un puñado de personajes lejos del principal, Angela, para continuar dando forma a esa leyenda macabra tildada como “El ángel de la muerte” —en un obvio juego de palabras en torno al nombre de la protagonista—, y lo hace con la determinación necesaria para disfrutar durante 80 minutos de un tan divertido como despendolado pasatiempos —obviamente, no faltan desnudos, hormonas descontroladas y despertares sexuales—, que en ningún momento niega sus raíces —la cantidad de guiños, tanto a su antecesora, como a clásicos del género, habla por sí sola—, es más, las celebra dando pie a una de esas piezas que desde luego no estará entre los esenciales, pero cuanto menos posee los suficientes ingredientes desde los que descubrir un ‹slasher› de lo más disfrutable.

Escrito por Rubén Collazos

 

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