Aunque con una semanita de retraso, la sesión doble carga tintas y llega con más fuerza que nunca apoyándose en el terror gótico y en la figura de la mítica Barbara Steele para descubrirnos dos títulos imprescindibles del cine de terror italiano: Danza macabra de Antonio Margheriti por un lado, y La máscara del demonio de Mario Bava por el otro.
Danza macabra (Antonio Margheriti)
Dirigida por el reivindicable Antonio Margheriti (también conocido como Anthony Dawson) la película mezcla con extraordinaria eficiencia el horror sobrenatural de casas encantadas y leyendas perversas con una historia romántica de tintes necrófilos, vampíricos y lésbicos que homenajea las narraciones de Edgar Allan Poe y H.P. Lovecraft tan de moda en los sesenta gracias a Roger Corman. Filmada en un espectacular blanco y negro Margheriti dota de una atmósfera espeluznante cada secuencia y el horror más escalofriante se mantiene vigente logrando acongojar a los nuevos espectadores que se acerquen a ella.
Su primera virtud es el guión. Sin adaptar ninguna obra de Poe, le agasaja genialmente haciéndole aparecer en la trama. La película comienza con el arribo a una pequeña taberna de un periodista londinense llamado Alan Foster (George Riviere) que busca una entrevista con Poe. Es víspera de la noche de los muertos y Poe conversa en la tasca con Lord Blackwood, dueño de un castillo encantado que aniquila de forma inexplicable a los que se atreven a morarlo el día de los difuntos. El descreído Alan se mofa de las supersticiones tanto de Poe como de Blackwood por lo que decide apostar con ellos que será capaz de pasar la noche en el castillo y salir vivo del intento.
Trasladado al castillo, Alan recorrerá sus habitaciones en medio del silencio, sonidos turbadores y poltergeist que forman parte de la vida del mismo. Espeluznante esta fase de la película en la que la fotografía se impregna de realismo fantasmagórico y el horror se adueña de Alan con los únicos medios de la insinuación tenebrosa. Pocas películas consiguen inquietar de esta magistral forma. La soledad de Alan se interrumpe con la aparición espectral de Elizabeth Blackwood (interpretada de forma fascinante por la musa del gótico italiano Barbara Steele). Alan se sentirá atraído de forma súbita por Elizabeth a pesar de sus sospechas de que se trata de un espectro viviente. En el desarrollo de la narración irán apareciendo una serie de personajes perversos, desde la fría y ninfómana Julia (Margrete Robsahm) a un científico loco obsesionado con los temas paranormales y la inmortalidad llamado Camus y una serie de espectros relacionados con un suceso macabro que tuvo lugar en el castillo en el pasado y por el que los fantasmas se tomarán su particular venganza.
A destacar la ambientación gótica, las escenas de incipiente lesbianismo entre Steele y Robsahm, la atmósfera infernal con telarañas, niebla, apariciones abrumadoras y un final digno del mejor cine de zombies que provocará una congoja inquietante al espectador acostumbrado a visualizar cine de terror. La película adquiere con este final una dimensión donde el espanto y el horror desbordan los márgenes de lo establecido.
Sin la aceptación crítica de Mario Bava o Riccardo Freda, Margheriti consiguió con Danza macabra una de las cumbres del gótico mundial, dotando a su película de un clima tenebroso y romántico inigualable. Al año siguiente dirigió la recuperable Los largos cabellos de la muerte (con Barbara Steele) y posteriormente haría un remake de Danza macabra, en color y con Klaus Kinski en el papel de Poe, con resultados menores: La horrible noche del baile de los muertos. La influencia de Danza macabra es clara en cintas como El resplandor, El rojo en los labios o La leyenda de la casa del infierno y podemos compararla con la aclamada Suspense. Obra mayor del cine de terror italiano donde el mal y la claustrofobia dominan al romanticismo, no podemos dejarla caer en el olvido.
Escrita por Rubén Redondo
La máscara del demonio (Mario Bava)
En mi opinión, la película más emblemática en la carrera del director, La máscara del demonio es un hito del cine de terror gótico. Primera cinta en la que Bava tiene oportunidad de aparecer en créditos como realizador aunque ya venía afinando su talento en películas de otros autores las cuales estuvo a cargo de terminar de rodar. Se trata de una adaptación libre de un relato de Nikolai Gogol (del cual queda muy poco: locación, origen de los nombres de los personajes, resurrección de los muertos), una obra en la que Bava, al ser además director de fotografía, se deleita a la hora de crear una estilizada atmósfera que rinde homenaje a las clásicas cintas de horror de los años 30 destilando así una perturbadora ambientación en blanco y negro. Crea un mundo en donde los vivos coexisten con los muertos, de una belleza casi abrumadora, un cuento de hadas gótico que atrapa hasta al más reticente espectador.
Todo comienza en la Rusia medieval cuando la Princesa Asa Vajda (Barbara Steele) es sentenciada por su propio hermano bajo acusación de brujería a ser quemada en la hoguera y clavarle en el rostro una máscara con puntas afiladas que la mata al instante, no sin antes darle oportunidad de lanzar un maleficio sobre sus captores. Dos siglos después, un par de médicos rumbo a una conferencia encuentran la tumba al romperse el carruaje en el que viajaban y derraman sangre sobre ella provocando que Asa recupere su poder y busque venganza contra los descendientes del inquisidor que la condenó. El toque familiar que recorre la historia hace posible que Steele interprete también a Katia, foco de ataque a este clan maldito. Como buen tópico del horror, el cuerpo y la sensualidad de la mujer es tema central y volverá con más fuerza que nunca al ser reprimida, incluso mostrando las cicatrices de la violencia que sufrió.
Algo que siempre me ha resultado cautivador tanto en el cine como en la literatura es el juego de la identidad, ligado aquí literalmente con la máscara de la protagonista sumada al hecho de ser responsable la misma actriz de representar ambos roles. La identidad de un sujeto (personaje en este caso) es una imagen fragmentaria, estilo Frankenstein, conformada por retazos, modelo de lo que quisiera haber sido, de lo que cree que fue o tomó por ideal.
El guión, a pesar de caer en lugares comunes es compensado por una fluida narración e imágenes que perdurarán en la historia del cine como la introducción con la Inquisición, el cuerpo de Asa pudriéndose en el ataúd o Katia en la entrada del mausoleo. Representaciones que bordean lo pictórico en su elaborada composición y macabra belleza.
A pesar de ser censurada en varios países luego de su estreno en 1960 por contener, según el estándar de la época, demasiada violencia, la película fue todo un éxito y lanzó las carreras tanto de Mario Bava como de Barbara Steele, quien pasó a convertirse en toda una ‹scream queen› trabajando en varias películas de género.
No puedo dejar de mencionar para quienes no hayan tenido el placer de ver esta obra maestra, la gran influencia que ha tenido en otros grandes artistas del séptimo arte como el Tim Burton de Sleepy Hollow. En otras palabras, La máscara del demonio resulta imperdible para amantes del terror gótico y el buen cine.
Escrito por Ana Ravera
Qué actriz la Steele!!!!