Cuando pensamos en la cinematografía de la India, dos nombres propios vienen de forma inevitable a la mente: Satyajit Ray y Bollywood. Seguramente por desconocimiento, o quizás porque muchas de las películas del país asiático no llegan a estrenarse en nuestro país, es difícil ir más allá de los clichés y saber en qué estado se encuentra la cinematografía india actual.
Seguramente no se pueda hablar de un solo cine indio, teniendo en cuenta que es un país de 1300 millones de personas con multitud de culturas y subculturas. La fuerte presencia de un cine de género (musical, épica, comedia…) que no casa con el gusto occidental hace que arriben pocas películas a festivales de nuestro entorno, provocando un desconocimiento de una de las industrias cinematográficas más potentes del mundo.
Una de las excepciones es precisamente Señor, de la guionista y realizadora Rohena Gera. La directora, educada en Estados Unidos y comprometida con los derechos humanos en su país, presentó la película en la Semaine de la critique del pasado Festival de Cannes, llevándose el premio Gan de distribución. Señor es una película que se abre como un pequeño agujero en una camiseta, en donde los hilos se van entremezclando entre sí hasta el punto de comprobar cómo lo social, las relaciones humanas y lo personal son imposibles de separar.
Ratna, una mujer viuda de un pueblo de la India, trabaja en Mumbai como asistenta para Ashwin, un rico hombre de negocios. Mientras paga los estudios de su hermana, Ratna sueña con dedicarse a la moda. Ashwin, por su parte, cancela su inminente boda a causa de una infidelidad y se encuentra totalmente perdido en su vida. De esos dos polos opuestos, en los que los dos protagonistas representan dos clases sociales separadas e incluso enfrentadas, nace un (casi) romance totalmente imposible.
Se trata Señor de una película que confía casi excesivamente en su guion, en unos personajes reconocibles y en una tesis de partida que, pese a muchas veces vista, logra sorprender por momentos. Si bien la realización no es el punto fuerte de Gera, y la fotografía deja mucho que desear (hasta el punto de que en ocasiones parece un film amateur), Señor se abre paso en el espectador por dos razones. La primera es un personaje, el de Ratna, bien escrito e interpretado, con unos sueños y temores permeables. El segundo es la descripción, minuciosa pero sin dejar de resultar natural, de unos ciertos modos de vida y estratos sociales de Mumbai, el choque entre la tradición y la modernidad, entre oriente y occidente, entre una clase trabajadora y servil y unos señores (y esta palabra no es casual) que, educados en Estados Unidos o Europa, viven en una burbuja, totalmente alejados de la realidad que les rodea.
Eso es quizás el gran acierto de Gera, haber sido capaz de hacer entender al espectador que el amor entre Ratna y Ashwin es realmente imposible y haría la vida muy difícil a sus dos protagonistas. Despojado de todo dramatismo romántico azucarado, Señor es una historia de necesidades primarias, en las que el amor pasa a un segundo plano cuando de lo que se trata es de sobrevivir.