El tamaño sí importa. Concretamente la sobredimensión que toma la realidad en la vida del protagonista de esta historia. Dice no haber perdido el sentido de la perspectiva, sino el sentido de la escala. Will avanza por una autopista mientras las dimensiones de su entorno se van deformando, siendo este solo un pequeño avance de lo que realmente quiere enfatizar Joseph Pierce con su cortometraje, una oscura historia donde el avance hacia el abismo parece el mejor camino que puede tomar su personaje principal.
A través de la narración subjetiva del propio Will, nos adentramos en el día a día de una persona que decide seguir adelante a base del abuso de drogas manipuladas por él mismo. Así mitiga problemas personales y da forma a su legado escrito. En la parte formal, a través del uso de la rotoscopia, Pierce nos transporta a un universo deformado y espectacular donde se mezclan los recuerdos con las alucinaciones ofrecidas por esas drogas que necesita para seguir adelante. Pasamos de las bucólicas imágenes familiares a las pesadillescas deformaciones corporales en un juego continuo de escalas y repeticiones que no hacen más que ensombrecer esa historia tan verborreica, donde la soledad es un elemento clave para proyectar todo ese imaginario descontrolado.
Parece que el director se siente estimulado por los icónicos personajes de Bill Plympton en ese juego de tamaños y deformidades, de cuerpos que sucumben a la improvisación visual, engulléndose a sí mismos gracias a esa libertad visual que siempre ofrece la animación. Scale deambula por las calles cercanas a esas grandes vías circulatorias que rodean las ciudades en busca de un símil entre la construcción intercalada de las carreteras y la confusa mente de un hombre que parece haber perdido algo más que su concepción de los tamaños. Vemos así su cuerpo ir modificando sus formas mientras sus ideas van siendo narradas en forma de divagación continua, destruyendo dentro de su mente aquellos momentos idílicos, convirtiéndolos en algo inalcanzable ante la imposibilidad de crear un espacio equilibrado donde poder convivir con lo que parece que ha perdido.
Scale es un inteligente juego de formas y conceptos, que deconstruye el pasado y el presente de una persona incapaz de ubicarse, mientras sí puede focalizar su energía en construir un paralelismo entre su desidia y un renovador trabajo escrito, fruto de la vacuidad mental. Definitivamente, una nueva muestra de la plasticidad que pueden ofrecer las drogas o las adicciones ante la animación, al poder deformar la realidad a niveles de oscuridad e inventiva muy radicales. Scale esconde imágenes bellas y también momentos angustiosos en un trabajo evocador y rebelde que confía en el punto de vista único, el de un hombre sin escala, para matizar ese punto insano de pérdida de objetividad, donde todo fluye en una inesperada búsqueda del tamaño adecuado.