El pasado año sorprendía el jurado de Venecia al otorgar el mayor galardón de la cita en el Lido a Sacro GRA, no tanto porque una de las llamadas «sleepers» del festival de lo llevase, sino más bien por el hecho de que era la primera vez que Venecia galardonaba un trabajo en formato documental con el León de Oro, honor que recayó en Gianfranco Rosi por su particular retrato de una autopista que circunvala la ciudad de Roma (la GRA, cuyas siglas vendrían a significar «Grande Raccordo Anulare») y separa la capital de los suburbios creando un microcosmos cuyos protagonistas viven bajo el influjo de esa separación creada por el anillo.
Lo primero que destaca en Sacro GRA es la mirada de Rosi entorno a esa zona: una mirada que se nos muestra transparente y huye de todo artificio tomando una distancia prudencial con los distintos personajes que protagonizan las estampas dejadas por el film del cineasta transalpino. No es que, con ello, Rosi busque un distanciamiento con los personajes, sino más bien una cierta lejanía que le permita seguir los distintos periplos sin necesidad de interceder en el medio. Por tanto, elude todo contacto dejando que sean los personajes quienes se expresen: no se entabla diálogo, ni siquiera uno tiene la sensación de que las propias cabalas o reacciones de los protagonistas provengan de una comunicación previa con el director, y sin embargo el cineasta es capaz de adecuar el plano a sus observaciones o pretensiones sin que por ello Sacro GRA pierda naturalidad o ese pequeño universo se resienta lo más mínimo.
De este modo, nos adentramos en la circunvalación y sus aledaños, creándose un interesante contraste que Rosi incluso logra mantener en algunos de los pequeños relatos que tiñen el film, siendo capaz de, con el simple empleo del encuadre, fomentar distintas visiones de una misma estampa, algo que no hace sino llevar esos ambientes a una mutación atípica, donde una caravana algo destartalada se transforma en el hogar de dos prostitutas que se mantienen a flote gracias a su particular visión del mundo en que les ha tocado vivir, o un local de ambiente es capaz de recoger un ambiente mucho más humano —cercano, si se quiere— gracias a la relación entre dos bailarinas que trabajan en él.
Rosi logra con todo ello acercarnos a un paraje que nos es ajeno, que como espectadores situamos e incluso podríamos identificar en nuestras propias ciudades, pero ante el cual resulta difícil no sentir cierta lejanía. Sin embargo, el italiano transforma esa lejanía en una relación —casi una conversación— con el espectador distendida e incluso humanizadora, donde el hecho de poder ver como se maneja esa galería de personajes y sostiene su día a día es casi un lujo por el modo en como intercede Rosi, haciéndonos (a veces) partícipes de los momentos más simpáticos y entrañables, más efímeros en definitiva, que se dibujan en ese lienzo dispuesto a ofrecer una visión distinta y sorprendente, en la que esos vasos comunicadores que hacen de la circunvalación un pequeño centro neurálgico se extienden e interrelacionan los tan distintos pasajes que nos presenta Sacro GRA.
No obstante, esa sensación tan sugestiva que logra transmitir en ocasiones la propuesta, parece mucho menos estable de lo que se podría preveer, ya que en su afán por hacer de la observación su principal herramienta, el italiano termina haciendo que el conjunto se diluya y lo que podría haber sido un documento fascinante (espoleado por una dirección que en ocasiones ofrece más incentivos lejos de esa capacidad de observar, como algunos mosaicos silentes realmente bien compuestos) y muy definitorio, termina quedándose en una de esas cintas que quizá uno recuerde más por lo que pudo haber sido que por lo que termino siendo. Y es que aquello que retrata Rosi posee potencial de sobras, pero quizá termina careciendo por momentos de una cohesión que llevará a Sacro GRA a ser uno de esos Leones de Oro relegados al mismo olvido que probablemente padezcan los personajes enmarcados en el film. Una triste ironía, sí, pero tan triste como certera parece la realidad de esta película.
Larga vida a la nueva carne.