Adéle Exarchopoulos y Abdel Kechiche, actriz y director de la última Palma de Oro en el festival de Cannes, La vida de Adèle, estuvieron ayer por la tarde en el Hotel Santo Mauro de Madrid para ofrecer varias round table, por individual, a los medios que esperábamos, curiosos e impacientes, ser respondidos a todas las preguntas y anécdotas que está suscitando la película gala a su paso desde que se alzó con el susodicho reconocimiento.
Con una rabiosa puntualidad, comenzó el encuentro con Adèle Exarchopoulos. La joven actriz, que nos esperaba dentro de la sala tumbada en un sofá cual Venus de Urbino pero vestida, mostró desde el principio su lado más visceral, frío e inocente, a partes iguales. Se rompió el hielo haciendo referencia al cómic y si lo había leído previamente a filmar la película. Respondió con entereza: «Fui a un casting normal y me cogieron. Yo ya sabía lo que significaba una adaptación libre. Luego, después del rodaje, leí el cómic».
Tras una suave introducción, llegó el momento de hablar de las escenas de sexo, a lo que respondió que no fueron tan complicadas como la gente cree, y que incluso llegó a disfrutarlas porque Léa le ayudó mucho en el proceso. «Las escenas más difíciles fueron las de maestra”, afirma. “Retomaría el personaje cuando tenga 30 años. Quiero que la gente viva el personaje en su memoria», respondió ante la posibilidad de hacer una secuela de la película. «Para una actriz, hacer un papel de extensión cronológica, es algo inesperado. […] Hay que descansar […] y disfrutar de los pequeños placeres personales».
Otra de las preguntas importantes fue la referida a sus procesos de comunicación con su director, Abdel Kechiche, para crear el fuerte universo de intimidad. Adèle respondió con serenidad que «cultiva una relación personal con sus musas. Quiere conocer profundamente a sus actrices». Por ello, desde el principio existió un fuerte tono de sinceridad y desinhibición a la hora de plantear las escenas de sexo explícito, los frecuentes desnudos y el dramatismo. Quiso trabajar con él porque «honra a las mujeres y las actrices en Francia».
Ante la polémica referida con las tensiones en el rodaje y la relación de los miembros tras la conclusión del mismo, Adèle Exarchopoulos rompió mitos. Aseguró que Léa y ella se han hecho muy cómplices y que se van de vacaciones juntas cuando tienen la ocasión. Confiesa que se han ayudado mucho, a pesar de ser de edades diferentes.
Si bien ella es la revelación de esta película y Léa Seydoux ya está consagrada como un rostro importante y emergente en la industria francesa, la cuestión lógica era preguntarle por su experiencia previa a La vida de Adèle. «Fui al casting porque me gustan mucho las películas de Abdel (Kechiche). Creo que es el mejor director de Francia. […] Es interesante que una película te descubra más allá de tus límites».
Lèa comentó, hace un par de días, que la escena más complicada de rodar fue la ruptura. ¿Cómo afrontó esos duros momentos Adèle Exarchopoulos? «Es el final del cómic. Sabíamos que iba a ser una escena muy difícil. Todo lo construido se derrumba», afirmó para transmitir su conocimiento previo de la robustez de un pasaje tan decisivo en la historia y en la película.
Más anecdótica es la forma en la que recuerda cómo Kechiche construye los momentos más vulgares y rutinarios de su personaje, a la hora de filmarlo mientras engulle comida o mientras duerme. Adèle respondió: «esos momentos no estaban en el guión, son parte del cine de Kechiche». Asegura que Abdel, de forma espontánea, se acercaba a ella y le decía «ponte a comer, que yo te filmo».
Por el momento, no tiene más proyectos con el controvertido realizador tunecino. Quiere conocer nuevos directores. «Abdel tiene una pasión que lo devora todo y eso me ayudó a elevarme, pero también lo pasé mal a veces». Si tuviera que trabajar con un director español, se decantaría por el manchego Pedro Almodóvar, ya que «tiene una forma de retratar a las mujeres muy especial».
45 minutos después, en torno a las 19:00, dio comienzo el encuentro con Abdellatif Kechiche. Al entrar por la puerta y vernos armados con bolígrafos y grabadoras, señaló sonriendo que creía estar ante una especie de Consejo de Disciplina. El comienzo no pudo ser más rompedor: fue preguntado, en primer lugar, por la controversia que ha surgido tras el éxito en Cannes y la polémica suscitada con el cómic respecto a las escenas de sexo. Contestó excelsamente:
«La autora del cómic me pidió ver la película en París, antes de estrenarse en Cannes. Me escribió una carta en la que me hablaba de lo mucho que había disfrutado y lo mucho que hubiera querido que yo estuviera en esa sala para llorar sobre mi hombro. […] Luego vino la deslealtad y el querer hacerse la estrella. No entiendo el comportamiento de mis técnicos, habituales en mis películas, al no aparecer en Cannes. […] Hubo una falta de sinceridad y la sensación de querer acaparar todo el éxito (Julie Maroh, escritora del cómic). No tenía que hacerse publicidad extra. Ha vendido muchos cómics tras el estreno de la película».
Seguidamente, se encaminó con virulencia hacia las fogosas declaraciones de Léa Seydoux: «No entiendo el comportamiento de Léa. […] Si tienes un poco de nobleza del alma, no vienes a Cannes si luego vas a metamorfosear en algo diferente. No entiendo el sufrimiento de Léa como actriz, puesto que otras personas que no tienen trabajo están mucho peor. […] Me parece vergonzoso por su condición social. […] Este cambio ilógico lo atribuyo a una forma de egoísmo y una manera de promocionarse siendo la protagonista mientras destruye la película. […] Vomito ante los perversos y los manipuladores». Considera que la película ya no es suya ni tampoco del público porque «el espectador tiene un parásito en su mente que le impide disfrutar de la película».
Al ser preguntado por el brusco cambio de final entre cómic y filme, respondió: «no quería que la pasión amorosa llevara a la muerte, sino a la vida. Merece la pena vivirla, a pesar de la ruptura. […] No hay continuación. En el cómic, la protagonista muere. Adéle es una continuación de muchos personajes de mis anteriores películas. […] Me fascina el principio femenino y me interesa representarlo».
Otro aspecto curioso de su concepción del relato es en lo referido a la relación íntima entre Adèle y Emma por encima de la relación de conflicto entre la primera y sus padres. A esto señaló que «te puedes convertir en juez si te distancias, por eso no quise hacer tanta mella en los padres de Adèle». Así mismo, en cuanto al tempo de su relato, asegura no tener ninguna prisa y dejarse llevar por el ritmo interno que a él más le satisface.
La vida de Adéle es una película sobre homosexualidad femenina que entronca con un contexto histórico actual en Francia de mucho revuelo por este tema. El tunecino responde: «no quería que la película fuera para un colectivo. Era un peligro hacer una película militante». Anecdóticamente, también confiesa que no ha sido premeditado que en cada plano haya tonalidades de azules, pese a que dicho color forma parte espiritual de toda la película.
Referenciando los procesos de comunicación y creación de intimismo anteriormente expuestos por Adèle Exarchopoulos, para Abdel Kechiche no fue tan fácil responder. Tras una larga reflexión en silencio, se aventuró a explicar: «filmo las escenas de sexo como las de comida. Espero a que las actrices tengan mucha hambre y mucho apetito, y cuando están cansadas paro y sigo filmando al día siguiente».
Dentro de las últimas pinceladas que dio de sí el encuentro, apuntó que «el arte no hace frágil a la relación, sino las distracciones sociales» al ser preguntado por la conexión entre el arte, omnipresente en su película, y las emociones que sientes las dos protagonistas. En base a ello, con respecto al personaje de Adèle, su evolución y su futuro, subrayó, a modo de conclusión, que «el personaje está fermentando y ofrece muchas posibilidades, pero no es fácil».