Sin duda Romeo, Julieta y las tinieblas, película ganadora de la Concha de Oro a la mejor película en el Festival de San Sebastián de 1.960, es el más emblemático clásico del cine checoslovaco anterior al nacimiento de Nueva Ola Checoslovaca (corriente que surgió dos años después de la filmación de esta película con The sun in a net). Pese a no ser un título enmarcado en el movimiento centro-europeo si que en él se atisban algunas de las reglas de oro que marcaron los mandamientos de la quizás más grande corriente de la historia del cine. Y es que Romeo, Julieta y las tinieblas es sobre todo una bellísima fábula extremadamente romántica y trágica acerca del Holocausto judío, sobre el cual lanza una mirada tremendamente humanista, muy distinta a la efectuada por el cine americano. Son muchos los paralelismos que podemos establecer entre la película objeto de esta reseña y otra gran obra maestra del cine checoslovaco, La tienda de la Calle Mayor, cinta que igualmente reflejaba el ambiente inhumano y corrupto que impregnaba la atmósfera de la ocupación Nazi desde una óptica que mezclaba a la perfección la sátira más subversiva con la realidad humana más aterradora y terrorífica. Es increíble el hecho de que las dos películas más innovadoras y bellas versadas sobre el Holocausto Judío lleven el sello checoslovaco en su factura, lo cual da claras muestras del talento innato de los autores nacidos en el antiguo país europeo.
Un rasgo propio y distintivo de Romeo, Julieta y las tinieblas es su co-sustancial influencia literaria, algo que se muestra desde el primer plano de la cinta que no es otro que el de un libro abierto cuyas páginas pasan sin un orden lógico por efecto del viento. Esta maravillosa secuencia de apertura indica el carácter efímero de la felicidad, ese estado que por efecto del destino y la mala suerte suele ser un halo fugaz en la existencia del ser humano. La película ostenta una increíble estructura narrativa circular que empieza y finaliza justo en la misma habitación que sirve de escenario de arranque y culminación del film, por lo que básicamente el film se relata a través de un gran flashback que rememora los recuerdos del protagonista masculino del film, el joven Pavel.
El elemento literario anteriormente comentado se desprende del hecho de que la cinta es una inmejorable adaptación de un libreto de Jan Otcenásek, el cual a la vez adaptaba a su universo el cosmos del Romeo y Julieta de Shakespeare con una especie de conciliación con el Diario de Ana Frank. Ese tono poético pleno de delicadeza y sensibilidad lírica de estas dos obras maestras de la literatura está presente en cada minuto de la obra de Weiss. Desde una perspectiva estrictamente argumental la cinta cuenta con una trama realmente sencilla, de modo que el film trata de la pequeña y breve historia de amor que surgirá en el transcurso de unos días entre Pavel y una bella adolescente judía llamada Hanka, la cual tras huir del cautiverio nazi en el momento de su seguro traslado a un campo de exterminio, hallará refugio en el solitario y cerrado ático que se encuentra en el edificio que habita Pavel con su madre y abuelo. Pavel, un chaval idealista y soñador amigo de los judíos y contrario a la ideología nazi, descubrirá en Hanka a una triste y desamparada Julieta a la que proteger de la barbarie nazi en el pequeño hábitat de una oscura y solitaria habitación, la cual servirá de refugio paradisíaco y secreto a los dos amantes que deberán luchar contra la curiosidad de los vecinos y moradores del resto de las celdas del edificio para culminar con éxito la salvación de la bella Hanka.
No hay más palabras que añadir a la sinopsis, y sin embargo, lo escueto de la misma no es óbice para encontrarnos ante una película compleja repleta de simbolismo e intrigantes metáforas capaces de cautivar e hipnotizar al espectador más exigente. Un aspecto que me encanta de la cinta es sin duda el hecho de fijar el desarrollo de la trama entre las cuatro paredes del edificio que sirve de escenario al film. Apenas existen escenas exteriores, al contrario, las mismas son ciertamente innecesarias. La inmensa mayoría del eje argumental de la película tiene lugar dentro del edificio que alberga a los protagonistas (ya sea en el ático que habita por obligación la huida Hanka, o en los pasillos que conectan los diferentes pisos o en la propia morada de la familia protagonista). Todo ello instaura un halo muy teatral a la cinta y sirve del mismo modo para resaltar la opresión y el ambiente claustrofóbico en el que triunfa el miedo de los ciudadanos a los monstruos que imperan más allá de las seguras paredes del edificio, hecho este que ha permitido alzarse con el poder a las bestias vestidas con la cruz gamada ante la pasividad y el temor de los afligidos y honrados ciudadanos que integraban la clase media en la Checoslovaquia de los cuarenta.
Esta pasividad de los ciudadanos decentes se manifiesta en la magnífica escena que sigue a continuación de la apertura, en la que con una maravillosa grúa que recorre como un ojo curioso los enrevesados pasillos de la casa, seremos testigos del desalojo de una numerosa familia judía por una patrulla nazi ante los ojos derrotados de Pavel y del resto de los vecinos. Nadie se atreverá a cuestionar la aberración que se está llevando a cabo. El silencio y las miradas furtivas plenas de pavor ante la posibilidad del arresto nazi dejarán un pasillo sin obstáculos ni frenos a los monstruos para llevar a buen puerto su indigna misión. Esto es el miedo señores, y en pocas películas se ha sabido reflejar con tanta nitidez y verdad como en Romeo, Julieta y las tinieblas esta patología humana que permitió al Régimen Nazi moverse a sus anchas por media Europa.
Tras esta imborrable escena, se perfilará a la perfección cada una de las personalidades de los intérpretes de la trama. Así Pavel como comentábamos anteriormente es un joven idealista, inconformista y defensor de los judíos y de las causas perdidas con una excesiva tendencia a dejarse llevar por los sueños irreales como antídoto frente a la miserable realidad cotidiana a la que debe enfrentarse cada día. Igualmente fantásticos son los personajes de la madre de Pavel (una viuda que sobrevive a base de arreglar los rotos vestidos de los vecinos que representa a la clase media pasiva que evita la lucha contra los nazis) y el abuelo de Pavel (un viejo e inteligente relojero hastiado de la vida, al que sus familiares no prestan demasiada atención al creer que padece de demencia senil y que sin embargo será el foco que guíe los pasos de Pavel en su lucha por salvaguardar la vida de su enamorada Hanka). Igualmente clarividente es el personaje de la nueva vecina colaboracionista con los nazis que arriba al bloque de apartamentos para ocupar el piso recién abandonado por la familia judía. Maravillosamente interpretada por la actriz que la encarna, este será un personaje clave en el devenir del futuro de nuestros héroes, ya que jugará el papel de una especie de espía silenciosa enamorada de la presencia de un Pavel que no dudará en menospreciar y rechazar las múltiples insinuaciones sexuales de este elemento traidor, perfilando pues a aquellas personas que durante la ocupación vendieron por miedo su dignidad a los oficiales nazis para salvaguardar su propia existencia aunque ello implique la delación y perdición de sus paisanos y la pérdida de su propia integridad humana.
Tras esta escueta presentación de los personajes, el relato se centrará en el verdadero sustento de la obra, que no es otro que la historia de amor que surgirá entre el ingenuo Pavel y la bella Hanka. Así tras el primer y furtivo encuentro de los enamorados mantenido éste en la robusta y férrea puerta acorazada que da entrada al edificio, en el que presenciaremos la mirada melancólica, limpia y triste de Hanka, la trama se desarrollará principalmente a través de los pequeños encuentros mantenidos con el ocaso del día entre Pavel y Hanka en el ático que hace las veces de refugio paradisíaco de los enamorados. Las primeras ascensiones de Pavel para surtir del alimento necesario (robado de la alacena de su timorata madre) a Hanka, darán paso a encuentros más íntimos en los que los protagonistas revelan el uno al otro sus sueños, sus distintas procedencias, sus temores… dando lugar poco a poco a una profunda y sincera amistad que acabará transformándose por el magnético influjo de la luna y el cariño mutuo en un amor puro y verdadero, libre de pasión sexual, y colmado de melancolía y temor a ser descubiertos por los inquietos oídos de los curiosos vecinos que sospechan de las continuas subidas de Pavel al solitario ático.
Weiss rueda con una sensibilidad supina los furtivos encuentros de nuestros particulares Romeo y Julieta. Así los primeros planos de los agraciados rostros de los jóvenes iluminados por la tenue luz de las velas y el hipnótico reflejo de la luna que aparece intrigante por el ojo de buey de la habitación será el contexto ideal para dibujar el nacimiento del primer y único amor. Mientras Pavel y Hanka conversan, nada más importará. Se nos olvidará el peligro que acecha en el exterior, así como el oscuro final que parece avecinarse. No existirán más personajes. Gracias al talento y virtuosismo de Weiss en narrar y tejer a través de una fotografía expresionista y un montaje que transpira cine por los cuatro costados la escasa hora y media de duración del metraje pasará en un suspiro. Las reuniones de Pavel y Hanka harán pensar al espectador que la vida es bella más allá de las dificultades y el absurdo que impera en la vida real. Todo nos parecerá un bello sueño en el que escuchar con atención el soliloquio de Segismundo….
Pero Weiss, como sus compañeros de generación, conocían que la vida no es bella, siendo la tragedia la rutina cotidiana de nuestros días. Pavel y Hanka son dos Romeos y Julietas pertenecientes a mundos distintos, uno cristiano y la otra judía (los Montescos y Capuletos que llevan peleando más de dos mil años). El porvenir de Hanka será oscuro y trágico mientras los esbirros nazis continúen patrullando por las calles de Praga cazando judíos a los que encerrar en funestos campos de exterminio adornados con perturbadores altos hornos que emanan negros humos de futuro. El amor que ambos sienten el uno por el otro no tiene cabida en un mundo deshumanizado destructor de toda virtud venturosa. Y en este ambiente inocuo al amor y propicio para la muerte, la bella Hanka sacrificará su felicidad con el anhelo de esquivar a esos familiares Montescos que se oponen al bienestar de su amor. Y esto será algo que marcará a Pavel para el resto de su existencia.
Con una mirada que ensalza la melancolía, el dolor y la sensibilidad como virtudes narrativas, Weiss rodó una de las más bellas historias de amor y tragedia de la historia del cine con una sencillez que asusta. La planificación de ciertas escenas es sencillamente inolvidable, al igual que el tratamiento exquisito con el que el cineasta checo supo aunar la denuncia política, el retrato costumbrista, las miserias de la guerra con una historia de amor imposible de tintes Shakesperianos. Y es que hay una palabra que denota a la perfección el resultado final de la cinta: Emoción. Puesto que esta es sin duda una de las películas más emocionantes y auténticas de la historia del cine europeo. Y ello se debe a un cineasta que supo transmitir este sentimiento gracias al hipnótico magnetismo con sabor a cine clásico con el que dotó a su obra maestra: Romeo, Julieta y las tinieblas.
Todo modo de amor al cine.