Frágil como o mundo es el evocador título de la película de Rita Azevedo Gomes centrada en el amor que surge entre dos adolescentes, João y Vera. De la directora de títulos como la nostálgica y literaria O som da terra a tremer, o la lúdica y experimental La venganza de una mujer, la que nos ocupa es una historia mil veces contada, que carece a primera vista de la audacia formal de aquellas abriendo nuevos caminos a la narrativa. Y digo a primera vista porque esto, en realidad, no es cierto.
En la que considero mi favorita de estas tres películas que he podido ver se explora un cuento mil veces visto y romantizado, el de la pareja que huye de la sociedad porque ve su amor prohibido, a la manera de los amantes de la leyenda que narra el abuelo de Vera en un momento dado. La cuestión es, ¿quién lo prohíbe? La historia nunca muestra una presión específica, no hay familiares que no les permitan verse, no hay una situación política convulsa. Nada concreto, pero sí la sensación palpable de que deben escapar de todo para expresar libremente sus sentimientos. Y es que el cine de Gomes gusta de lo metafórico y abstracto frente a lo concreto y esto en Frágil como o mundo es sutil, pero está ahí sosteniendo toda la trama. Lo que le interesa a la obra en este sentido no es el contexto ni la explicación sino la emoción, la necesidad de escapar.
Pero a pesar de que esta premisa es lo suficientemente interesante como para hacer del film una buena propuesta que explora las convenciones literarias de su género, es su ejecución y particularmente su forma de representar las emociones lo que le da la categoría de obra maestra. Particularmente, creo que es una de las mejores representaciones cinematográficas del enamoramiento y por extensión del romance, si no la mejor, que muy probablemente lo sea. Y lo es porque permanece muy atenta a los gestos, a los detalles y sobre todo al ritmo en el que se expresan los personajes. No cae en fórmulas manidas para abreviar o dar a entender que los protagonistas se quieren, sino que elabora todo un código en base al tiempo que pasan mirándose, a la lentitud con la que actúan, a los gestos y actos intrascendentes que reflejan su estado de ánimo. No es algo que resulte fácil de transmitir con palabras pero se siente real y completamente natural, y hay un entendimiento de las emociones que provocan esos sentimientos, no como un cliché para avanzar la narración en una dirección concreta sino como una vivencia personal a la que se da tiempo y espacio para expresarse adecuadamente. La escena en la que Vera, acostada sobre la hierba, se toca el botón del vestido, es un ejemplo de algo que parece irrelevante pero expresa mucho en su modestia por la forma en que corresponde a sus emociones. Y es el hecho de darse tiempo para rodar secuencias como ésa, de considerarlas importantes, lo que me atrae y fascina especialmente.
Estéticamente, la cinta añade otro nivel de abstracción no solamente mediante un uso bastante particular de la paleta de colores (gran parte de la misma está rodada en blanco y negro, excepto alguna que otra ensoñación y un flashback) sino en otros aspectos como su uso tan presente del sonido ambiente de la naturaleza, en forma de viento, del canto de los pájaros o de los insectos. La niebla se presenta como una fuerza misteriosa que envuelve metafóricamente a sus personajes y los hace desaparecer. Tampoco puedo dejar de señalar las escenas familiares y de interiores, reflejando un ambiente amable y cercano pero que se siente opresivo de algún modo y que motiva la huida de João y Vera. Toda la película está rodada con una delicadeza y gusto por la expresión poética bien patentes. Y esto último también se lleva a los diálogos, con personajes que hablan con frecuencia con reflexiones y aforismos, con una imagen de trascendencia que tal vez pueda parecer artificial, pero que en todo caso es producto de esta intención siempre patente en Gomes de combinar el lenguaje cinematográfico con otros tipos de lenguaje.
Frágil como o mundo tiene una trama muy simple y alegórica, pero igual que las otras cintas de su directora, es un vehículo para una expresión autoral bien marcada, que en su aparente sencillez esconde una comprensión de los sentimientos que retrata que me resulta admirable, y es una de las experiencias cinematográficas que más me han llenado personalmente. Admiro su sinceridad, su cadencia y su filosofía creativa, y creo que es sin duda la mejor que he visto de su directora, lo cual significa que nos encontramos fácilmente ante una de las películas más hermosas de la historia del cine.