Mucho ha llovido desde que, allá por el lejano 1968, George A. Romero concibiese al prototipo de zombi que todos conocemos hoy en día con su Noche de los muertos vivientes inspirado por la suerte de vampiros que Richard Matheson plasmó en su novela Soy Leyenda. Desde entonces, la figura del muerto que vuelve a la vida con el único propósito de alimentarse de carne humana ha circulado no pocas veces por filmes de todo tipo sin mostrar apenas variaciones dignas de mención que trasciendan más allá de su velocidad a la hora de desplazarse.
A raíz de los 28 días después de Danny Boyle y de la magnífica Amanecer de los muertos de Zack Snyder, podría decirse que el subgnénero «Z» está viviendo una nueva época dorada que ha derivado en una explotación desmedida —también en campos literarios y del ocio interactivo— que comienza a mostrar claros signos de agotamiento y falta de originalidad e ideas. Es por esto que, dado el contexto actual, es motivo de celebración recibir propuestas como la que Manuel Carballo nos brinda con su aproximación al imaginario de los muertos vivientes en su nuevo largometraje apadrinado por la factoría Filmax: Retornados.
El nuevo trabajo de Carballo nace con la promesa de ofrecer una renovación más que notoria —y necesaria— al imaginario de los cadáveres antropófagos, y cumple los creces las expectativas generadas. Los sólidos cimientos sobre los que sustenta el relato de Retornados están conformados casi en su totalidad por una brutal premisa en la que los seres humanos infectados por un virus zombi —denominados «retornados»— son capaces de contener sus efectos gracias a un medicamento de uso diario. Este novedoso enfoque permite al director radiografiar con gran acierto un mundo distópico repleto de matices cuya sociedad presenta variedad de posturas frente al fenómeno de los retornados, llegando a recordar la triste realidad de los enfermos de VIH durante la década de los 80.
Lamentablemente, la maravillosa ambientación que consigue plasmar Carballo y su ejercicio descriptivo de la nueva sociedad trascienden a una pareja protagonista que, pese a ejercer a las mil maravillas su función, no poseen una historia lo suficientemente potente como cabría esperar para terminar de enganchar, dando la sensación que de la premisa hubiese dado para contar muchísimo más. Pese a esto, acompañar a los personajes por su periplo personal se convierte en una experiencia satisfactoria, en parte gracias a unas notables interpretaciones, en parte gracias al tono de la cinta, que, por suerte, se sumerge más en las profundas aguas del drama que en las del terror más superficial.
Como era de esperar, Retornados posee una factura técnica impecable que evidencia la evolución de Carballo como realizador si comparamos este trabajo con su anterior película —la irregular La posesión de Emma Evans—, ofreciendo momentos de gran fuerza a nivel visual. No obstante, otro claroscuro vuelve a aparecer, ya que el dominio en la ejecución se ve lastrado por numerosas incongruencias narrativas que pueden llegar a resultar especialmente molestas, sobre todo durante un cierre del filme a medio camino entre lo precipitado y lo poco inspirado que deja un sabor de boca especialmente amargo —pese a los intentos por buscar el golpe de efecto final con un anticlimax de lo más innecesario y metido con calzador—.
Retornados es un continuo juego de blancos y negros. Cuando consigue sorprenderte con su efectiva y original ambientación, te decepciona con una historia que no cumple con las expectativas generadas. Cuando te engancha con la espectacularidad de ciertos pasajes, te fuerza a desconectar con numerosas decisiones controvertidas a nivel de guión. Sea como fuere y en cómputo global, Retornados es un thriller aceptable —sin más— y un soplo de aire fresco muy necesario a un género que comenzaba a dar signos de un desgaste y descomposición similares a los que presentan sus pútridos protagonistas ávidos de cerebros humanos.