Este pasado verano asistimos al que quizá haya sido el momento más caliente de toda la crisis europea en relación a Grecia, cuando el gobierno heleno de Tsipras planteó un referéndum cuyo resultado se encargó de obviar el ejecutivo de Angela Merkel. Un golpe de autoridad de Alemania que dejó bastante tocado al país mediterráneo, recrudeciendo todavía más la frágil relación entre ambas naciones.
Sobre este punto de partida se cimenta One Breath (Ein Atem en el original, traducido en nuestro país como Respira), nueva película del director alemán Christian Zübert. En ella, la griega Elena se traslada a Frankfurt para trabajar en una discoteca y así escapar de la incertidumbre laboral griega. Sin embargo, pronto descubre que está embarazada y debe cambiar de empleo. Lo encuentra como niñera de Lotte, la hija de Tessa, una ciudadana alemana que arrastra diversos problemas personales y profesionales tras haber estado mucho tiempo de baja por maternidad.
El mayor desafío al que tiene que hacer frente Zübert gira en torno al uso de una narrativa paralela para contar los dos puntos de vista de la historia. Para ello, divide la trama en tres partes. La primera gira en torno al personaje de Elena y deja muestras de una gran capacidad del director para dotar de seriedad a las motivaciones del personaje, elaborando asimismo una línea argumental in crescendo que alcanza su clímax justo al final del episodio y que deja con muchísimas ganas de ver lo que sucede a continuación. Pero es a partir del segundo capítulo, que pone la mirada sobre Tessa, cuando empiezan a surgir los errores al plantear la historia. La propia concepción del personaje ya deja ciertas dudas (goza de bastante menos interés que el de la inmigrante griega) y su desarrollo no le va a la zaga, tirando de recursos fáciles y demasiado peliculeros como para que la tensión generada en el anterior capítulo pueda seguirse palpando.
Esta pérdida de consistencia da paso a un tercer episodio (no señalado como tal) donde One Breath se aleja completamente de su rumbo. Además de despreciar la línea temporal que hasta el momento había tratado de respetar (con matices, pues hay alguna pequeña incongruencia), Zübert utiliza un montaje rapidísimo en el que los acontecimientos se atropellan unos con otros, rompiendo ese grato ritmo reposado del que hasta entonces había hecho gala. La manera de cerrar la trama es poco menos que extraña, con un par de giros argumentales que no sorprenden en absoluto, dejando en punto muerto esa tensión que, si bien se había visto disminuida, ahora se ve completamente cesada.
En general, podríamos decir que esta falta de continuidad en la narrativa es lo que realmente acaba con las pretensiones de One Breath, ya que en el resto de aspectos del film no hay mucho que discutir. Zübert asume una posición bastante aceptable sobre el conflicto heleno-germano, una buena intención que demuestra en el guión pero no en el desarrollo de los personajes, otorgando sin pretenderlo una mayor relevancia a Tessa. A esta la interpreta Jördis Triebel, una estupenda actriz que ya demostró sus cualidades en Al otro lado del Muro (Westen) y que, aunque aquí no tiene tanto brillo, cumple con nota en su papel.
Por lo tanto, One Breath es una película que parte de unos propósitos argumentales interesantes, con una ejecución de puesta en escena y montaje atrayente y atrevida, pero que se ve condenada por la propia traición del director hacia sus virtudes como si, una vez reunido el arrojo para planificar tan bien una cinta y comenzar a llevarla a cabo según el plan, se hubiera echado atrás de repente. Tal vez con una versión alternativa realizada mediante un montaje diferente podría haberse mantenido el elevado interés del comienzo, pero esta es la One Breath que se presenta ante nuestros ojos y, como tal, hay que valorarla por lo que es y no por lo que puede ser modificando ciertos aspectos.