Parece que 2012 ha sido el salto definitivo de uno de los creadores más imaginativos y delirantes del mundo de la animación, pues Don Hertzfeldt ha conseguido algo que en los últimos años sólo había logrado Pixar y algún film aislado como Mary and Max: reunir unánimemente a crítica y público tras la que ya ha sido aclamada como una de las mejores cintas animadas de toda su generación, It’s Such a Beautiful Day, un tríptico compuesto por tres cortometrajes suyos lanzados independientemente desde 2006 hasta la fecha que nos ocupa, tras el que se cuentan Everything Will be Ok, I Am So Proud of You y el que da título al film, It’s Such a Beautiful Day.
La carrera de Herzfeldt se remonta sin embargo a finales del siglo pasado, cuando a mediados de los noventa empezó creando piezas ya incisivas que comenzaban a demostrar el valor de un cine nada cómodo con Ah, L’Amour o Genre, con las que ya despuntaba creando en primer lugar un sarcástico corto sobre los entresijos del amor, y más tarde una obra en ‹stop motion› que continuaba con algunos de los anclajes de su trabajo inicial con añadiduras como una banda sonora de reminiscencias al cine animado más clásico o un popurrí de géneros que mostraban su contraste autoral.
Continuaría sólo un año después con Lilly and Jim, de raíces más bien “allenianas”, al que seguiría Billy’s Balloon, donde el universo del absurdo de Hertzfeldt terminaba por tomar forma tras una historia tan sencilla como descacharrante. No sería, sin embargo, hasta la entrada al nuevo siglo, cuando lograría una de sus obras más únicas, libérrimas y creativas con Rejected, una auténtica joya del género animado en forma de comedia negra donde Hertzfeldt exponía alguno de sus trabajos más delirantes, que incluso se podrían tachar de inclasificables si no fuese por el contexto en el que los enmarca tenazmente su creador.
Ese contexto nos lleva a The Family Learning Channel y la corporación Johnson & Mills, quienes según los intertítulos de Rejected buscaron parapeto en el animador californiano para que trabajase en una serie de anuncios para ellos, lo cual llevó a Hertzfeldt a ver rechazadas todas sus propuestas, siendo ese el germen de Rejected, que unía bajo un mismo yugo todas sus creaciones para confabular un brillante cortometraje de lo más ácido, donde los estereotipos y la obviedad son vapuleados en pro de un espectáculo que se arroja en caída libre hacía el desvarío más inesperado.
Uno de los hechos más sorprendentes de Rejected es el trazo de unos dibujos que resulta de lo más sencillo, alejándose en todo momento de cualquier tipo de fondo y sólo coloreando eventualmente algún que otro personaje, lo cual podría llevar al espectador a un veredicto erróneo, pues lejos de lo que pueda parecer el universo de Don Hertzfeldt es de lo más complejo e imaginativo, todo ello sin necesidad de matices que otorguen a la obra un mayor empaque que sólo serviría para adornar un microcosmos de lo más salvaje que requiere cualquier cosa menos un adorno.
Pensar que tras esa sencillez hay una imagen pulcra y detallada solo por el hecho de contar con ilustraciones que se acercan a lo más primario del cine de animación sólo podría ser un desacierto, pues consigue hacer confluir un universo propio entre relatos mínimos sin relación aparente a través de todos los recursos que le ofrecen sus primarias herramientas de trabajo, y es que en Rejected la animación termina siendo un todo donde técnicas como el ‹stop motion› vuelven a cobrar entidad propia para describir un mundo en el que las declaraciones de intenciones no existen ante uno de los imaginarios más crueles, divertidos e ingeniosos de los últimos tiempos.
Larga vida a la nueva carne.