El georgiano Rezo Gigineishvili llevaba una década con trabajos comerciales en Rusia, país donde reside cuando no trabaja en su patria natal. En su sexta película tras las cámaras parece decantarse por un cine de autor dentro de unos cánones comerciales que lo alejan en parte de sus anteriores proyectos. Rehenes —Mzevlebi en su título original—, nos transporta a inicios de los años 80 a la Unión Soviética, en los preparativos de un secuestro por parte de un grupo de jóvenes que quieren huir del ambiente de opresión que se respira.
La escena inicial funciona como sencilla explicación a lo que vamos a ver, aparte de aunar las ideas que su responsable maneja. Un grupo de jóvenes, de cierto nivel cultural y económico, disfrutan de un baño en las playas bálticas, hasta que unos soldados los interrumpen porque darse un chapuzón a esas horas está prohibido.
Seguimos a un grupo chavales, rondando la veintena, cuya identidad queda resumida en que son originales de Georgia y que pertenecen a una cierta clase media privilegiada, por la situación laboral de sus padres, donde incluso uno de ellos trabaja para la tenebrosa KGB. Esta cómoda posición contrasta con una realidad cotidiana donde familias enteras comparten alojamiento y la escasez está presente en todo momento. En suma, son unos personajes que pueden saborear las migajas de la libertad del comunismo imperante, fumando tabaco americano, escuchando música rock y siendo conscientes de su privilegio. Pero a diferencia de sus progenitores, integrados en el sistema y beneficiándose de su estatus social, no se contentan con ser la cabeza de ratón de un sistema moribundo. Los hijos de la clase dominante, una vez saboreado las sobras de la libertad, quieren más. Lo quieren todo.
Así que aprovechando la boda de dos de ellos y el posterior viaje de novios a Georgia, organizan el secuestro del vuelo que los llevará a su tierra natal para forzar el aterrizaje al otro lado del telón de acero.
La obra de Rezo Gigineishvili sigue con esmero los preparativos de la acción que llevarán a cargo los chavales. Es una lástima que entre tanto personaje uno acabe confundido, puesto que apenas están descrito con pinceladas, produciéndose una confusión en el espectador. Afortunadamente el cineasta no parece preocupado por este detalle, si no en la presión y el nerviosismo que poco a poco va apareciendo en todos ellos, cada uno reaccionando de manera diferente a lo que a todas luces se anuncia como un plan fallido, que acaba en una masacre en su tramo final, tal vez lo más interesante del relato. Y es que realmente no parece haber otro final posible ante el desastre que planean y cómo lo planean.
Al cineasta se le debe valorar un pulso narrativo de nervio y esa mirada sobre el deseo de libertad por quienes precisamente son los pocos privilegiados que pueden saborearla en un país como era la URSS. Durante buena parte del relato y sobre todo lo que acontece una vez que cogen el vuelo, la línea entre terrorismo y heroísmo queda desdibujado, encontrándonos en un horror de difícil posicionamiento moral. Desgraciadamente, sus conclusiones llevan al filme más al relato redentor de los muchachos que a la fría zona gris que parece plasmar en ocasiones con sus actos.
Rehenes está en sintonía con el cine surgido del bloque soviético respecto a su historia más inmediata y su acento en los horrores del comunismo que padecieron. Tal vez, habría que hacer notar que muchos de los cineastas más jóvenes de los países del Este —nuestro Este—, en especial los balcánicos, tienen actualmente una mirada crítica con ese supuesto sistema de bienestar por el que soñaban los protagonistas, sin que esto signifique, ni muchos menos, una nostalgia soviética. De todas formas sus responsables no están interesados, de manera legítima, en centrarse en el presente, si no en la historia de unos chicos de clase media y sus preparativos para secuestrar un avión.
Como comentaba antes, es una lástima que la mirada del director quiera disculpar a los personajes en el tramo final. No hay duda que fueron víctimas de un sistema opresor, pero desde hace días me ronda una escena en concreto que podría ser, si no me equivoco, poco menos que deleznable.
[Spoiler] En un momento del secuestro, cuando una de las azafatas intenta huir por la puerta de emergencia, recibe un disparo, es un asesinato frío y calculado. La realización de Gigineishvili parece confusa, casi no se sabe quien ha disparado a la mujer, cuando por coherencia interna y posicionamiento de personajes queda claro que ha sido uno de los integrantes del secuestro. No tengo claro que sea algo intencionado del director. No puedo señalar con el dedo acusador. Pero ese momento me resulta sospechoso. [/spoiler]
Rehenes es una buena película, cocida a fuego lento hasta resultar en una secuencia explosiva y que deja al espectador enganchado a la butaca sin poder dejar de ver el sinsentido y el caos que aparece delante de él. Tal vez, esta secuencia explica por si mismo el interés que puede despertar una obra como Rehenes, que con sus aciertos y fallos, resulta estimulante.
¿Playas bálticas? ¿No serán del Mar Negro?