Una voz en off explica cómo durante su juventud optó por distanciarse de su familia. Luego recuerda, acompañada por las imágenes de algún barrio humilde francés, su decisión de revisitar sus orígenes a raíz de la enfermedad de su padre. A partir de ahí, el misterioso personaje reconstruye la historia de su pasado, indagando con insistencia en el contexto de cada suceso, sin perder de vista los condicionantes socio-políticos a los que estaban sujetas las decisiones de sus familiares. Y poco a poco, ambas cosas empiezan a entrelazarse, hasta que la película parece narrar simultáneamente dos historias: la de sus protagonistas y la de los obreros de la Francia de mitad del siglo XX. La propia crónica de una sociedad acaba arrastrando a la de sus protagonistas, sin hacer apenas distinción entre ambas. Este es uno de los aspectos más interesantes de la película: la familiaridad que la narradora encuentra entre el pasado de sus ancestros y el pasado de su país.
El otro aspecto pertenece al apartado formal. Regreso a Reims es una adaptación de la novela homónima y autobiográfica de Didier Eribon. La voz en off que la conduce pertenece a la actriz francesa Adèle Hanel, que se encarga de dramatizar los textos de la novela, acompañada por una selección de fragmentos de reportajes, películas y noticiarios que escenifican (a veces literalmente) sus palabras. Estamos, por lo tanto, ante un película que adapta libremente un producto literario (libertad que percibimos, por ejemplo, en el cambio de género del protagonista). Exactamente lo mismo que tantísimos productos comerciales llevan haciendo desde los orígenes del propio cine. Sin embargo, sus peculiares características (el protagonismo de la voz en off, el uso de material de archivo, la reconstrucción de sucesos históricos) han llevado a que el título de Jean-Gabriel Péirot sea catalogado como documental, y ello nos remite a la eterna disputa de terrenos entre la ficción y la no-ficción. ¿Qué determina, exactamente, cada género? ¿Por qué Regreso a Reims no pertenece al cine de ficción cuando es, claramente, la escenificación ficcionada de una novela? Eternas preguntas cuya formulación resulta mucho más interesante que cualquier respuesta categórica que nadie pueda dar.
Sin embargo, ello queda diluido en el tercer acto. Todo empieza cuando nuestra narradora reflexiona sobre cómo la extrema derecha logró transvasar la indignación de los trabajadores hacia el racismo y cómo cierto sector de la izquierda francesa mordió el anzuelo (algo, dicho sea de paso, horrorosamente reconocible en la España de nuestros días). A partir de ahí, su búsqueda ancestral se decanta sin rubor hacia la militancia. Todo su discurso se centra en la protesta, en la necesidad de luchar y de exigir. Al mismo tiempo, la mezcla de imágenes de archivo se decanta hacia el uso exclusivo de recortes de noticiarios, prestando especial atención a las famosas protestas de los célebres Chalecos Amarillos. Pero, curiosamente, dicho viraje (por partida doble) no desvirtúa en absoluto la homogeneidad del producto. De algún modo, Jean-Gabriel Périot logra relacionar la búsqueda de los orígenes personales con la responsabilidad individual hacia el progreso y la mejora. Una relación, en cierto modo, sugerida ya en el primer acto a través de la mencionada familiaridad entre el pasado ancestral y la mirada pretérita a un país. De ahí que resulte coherente que, llegados al tercero, la narrativa y lo formal se diluyan en un canto inconfundible al activismo.