La última película de Kym Nguyen ha sido blanco de opiniones radicalmente dispares. Algunos se refieren a ella como la “película revelación del año”, en ocasiones incluso bendiciéndola con apodos como “punto de referencia en su género”. Paralelamente, otros la catalogan de drama superficial, producto liviano y adjetivos parecidos. Y en medio del fuego cruzado se encuentra un servidor, situado en algo así como el punto bisagra entre ambas opiniones. En cualquier caso, me gustaría empezar este artículo pidiendo una tregua a los dos bandos, si bien estoy lejos de ver Rebelde como una película perfecta a todos los niveles, sí creo que se trata de una bella historia de supervivencia contada sin maniqueísmos y con completa sinceridad. Y todavía desde mi posición pacifista, creo que su principal virtud es a la vez su principal defecto, pues la ágil firmeza con que Nguyen despacha cada secuencia tan pronto resulta estimulante como resta fluidez a los acontecimientos. Sin embargo, la proximidad hacia los personajes en ningún momento se resiente de ello, lo que en mi opinión da al título una nota que supera de mucho el aprobado.
Si algo podemos reivindicar con seguridad de Rebelde es la naturalidad con que supera el difícil ejercicio que es plasmar en imágenes algo tan triste como el reclutamiento infantil. Kym Nguyen trata al hecho con el respeto que merece, sin miedo a mostrar toda su crudeza pero también sin convertir la película en un circo de pornografía emocional o en un espectáculo de sangre y disparos. Algo que consigue, sobre todo, gracias a una magnífica introducción que, además de situarnos territorial y contextualmente, establece con maestría las reglas del juego, tanto en lo que se refiere a la vida de los personajes como en lo concerniente al estilo narrativo que nos plantea. La diáspora de opiniones se da cuando el público comprende que el rápido tempo de esta presentación no va a disminuir en ningún momento, ni siquiera en las secuencias que se supone deben impactar con fuerza al espectador. Algo de lo que (aparentemente) nace un arma de doble filo, pues al mismo tiempo que Nguyen logra exponer una situación trágica de forma nada maniquea, en ocasiones convierte la violencia en algo más monótono que impactante.
Pero a pesar de todo y como ya entredije, nada impide que entendamos el sufrimiento de los personajes. En parte gracias al impecable trabajo de los actores (algunos amateurs) y en parte gracias a la cuidada atención que el director presta a las secuelas que cada experiencia deja en ellos, acompañamos a los protagonistas en su agónico camino hacia ninguna parte, compartimos con ellos su angustia y su miedo. Lo cuál nos lleva a pensar que tal vez la mencionada sensación de monotonía no sea un resultado imprevisto: tal vez la vida de los niños-soldado sea así. El asesinato a sangre fría se convierte en pura rutina, el saqueo acaba siendo un mero recurso para la supervivencia, la tortura pasa a formar parte del contexto… Y lo único que persiste de todo ello son las traumáticas secuelas psicológicas que sin remedio acompañan la existencia de los niños. Secuelas nacidas de recuerdos tormentosos que tan pronto adquieren la forma de insoportable remordimiento como se convierten en una poderosa arma de supervivencia (es decir, la experiencia), como demuestran las visiones paranormales de Komona.
De modo que si bien es cierto que el principal obstáculo de la película nace de su apuesta narrativa, de ningún modo creo que el problema tenga que ver con el hecho de convertir la violencia en algo monótono. La repercusión negativa se da, en mi opinión, en dos aspectos más relacionadas con la trama que con la puesta en escena. Hablo de ciertas acciones de los personajes que o bien resultan forzadas o bien directamente no se entienden; de determinadas situaciones cuya resolución parece estar descaradamente al servicio de la conveniencia argumental, algo que desencaja fuertemente con el realismo anteriormente planteado. Pienso, por ejemplo, en la repentina decisión por parte de Mago de ayudar a escapar del secuestro a Komona; o en el poco creíble desenlace que tiene lugar en la secuencia del tiroteo dentro del mar de rocas. Detalles como estos son los que restan profundidad a una obra que, si bien acaba sacrificando su excelencia para terminar siendo una buena película, sigue siendo altamente recomendable.
Coincido en la confusión de algunas escenas, pero con este tipo de películas no hay que olvidar que se trata de una cultura muy distinta y los personajes pueden no actuar como nosotros esperaríamos. Desde luego era la más floja de las pasadas nominadas al Oscar a película extranjera, pero aun así un film interesante y potente. Un saludo.