El primer largometraje enteramente realizado en animación de los checos Jan Bubeníček y Denisa Grimmová es una fábula infantil sobre la amistad de dos facciones irreconciliables en la naturaleza: el depredador y la presa. Un reencuentro entre ambos después de la muerte pondrá en perspectiva sus viejos roles y prejuicios. Esta es la premisa de Ratones y zorros. Una amistad de otro mundo, una historia sobre la ratoncita Valentina y su perseguidor, el zorro Víctor, cuando ambos son atropellados y se encuentran de nuevo en el cielo, ya sin necesidad de representar sus roles en la naturaleza.
Como película centrada en esa suerte de amistad imposible y peligrosa entre seres antagónicos, Ratones y zorros busca explorar una vía mixta, entre la aceptación de la propia naturaleza y la reivindicación del libre albedrío, que transmite una visión claramente idealista y conciliadora de la realidad, en la que sus personajes al fin y al cabo lograrán conservar su individualidad sin comprometer su identidad colectiva. No es desde luego la conclusión más práctica ni la más arriesgada a nivel de mensaje, pero ésta logra abrirse paso a través de una ejecución que mantiene una solidez discursiva encomiable y una demostración constante de que sabe manejar el tono de candidez necesaria para su mensaje.
Con todo, no deja de haber algunos problemas derivados de un manejo del ritmo narrativo no del todo optimizado. Concretamente, un detalle que me sorprendió al leer algunos textos sobre el filme era la queja sobre su longitud excesiva y su relleno. Digo esto porque a mí me dio la impresión contraria: encuentro en ocasiones un ritmo atropellado, con cortes abruptos entre secuencias que diluyen la continuidad. Especialmente con el enfoque en Valentina en el tercio medio de la cinta, en el que se desarrolla su relación con Víctor. Tal vez es un intento de mostrar su actitud voluble, pero el resultado es una cadena de escenas en las que a veces es amigable y a veces recelosa, en ocasiones comprensiva y en otras cerrada, sin una transición que sienta adecuada entre ellas. También siento que la película es a veces demasiado severa con ella: al fin y al cabo, ¿Quién no sentiría miedo y negatividad frente a alguien que le recuerda al que mató a su padre? Y sin embargo, tal vez al ser la voz protagonista, se incide mucho en sus errores de percepción y juicio.
Mejor llevado está, por contraste, el zorro Víctor. Tal vez por ser observado de una forma más indirecta, sin el peso del protagonismo y por tanto de ser el eje moral de la cinta. Frente a la perspectiva directa y clara desde el principio del de Valentina, su arco narrativo esconde elementos bastante turbios de ‹bullying› y violencia física y psicológica ejercidas por parte de su mentor, que derivan en pánicos e inseguridades que no cristalizan hasta encontrarse en una situación de tensión emocional. No es algo que vuelva excesivamente oscura a la cinta, pero sí le aporta un contrapunto más visceral que contrasta en cierto modo con su candidez global y se lleva varios de los momentos más memorables de la obra.
Al final, el propósito de ambos arcos narrativos y de su confluencia es aceptarse y combatir contra aquello que les limita, tanto a nivel de represión personal (el miedo incapacitante en Valentina, el complejo de inferioridad en Víctor) como de los prejuicios que dificultan su amistad. En este sentido, Ratones y zorros logra una bonita y eficiente moraleja a través de dos personajes con los que resulta muy fácil conectar. Hay también, por el contexto en el que se desarrolla, un discurso interesante que nos habla al fin y al cabo del duelo y la pérdida, y que se explora en gran medida a través de la perspectiva de Valentina y su miedo a no volver a ver a su familia; pese a presentarse en realidad desde la otra perspectiva, su fundamento sigue siendo el mismo y enseña a su público no tanto a aceptar la muerte como a lidiar con ella y entenderla como parte del continuo de la vida.
A nivel visual, la película goza de una puesta en escena muy consistente aunque escasa en alardes y sin una identidad demasiado bien marcada. Aún con esto, su animación de estilo ‹stop motion› es vistosa y tiene muchísimo mérito por lo fluida y ágil que se ve, y es bastante eficaz expresando la personalidad de sus personajes a través de sus divertidos e imaginativos diseños. Si tengo que mencionar algo que no me termina de convencer, es que echo de menos una paleta de colores un poco más vistosa, sobre todo porque hay varias escenas que sí podrían gozar de un mayor despliegue en ese sentido.
En cualquier caso, no sería justo pedir a Ratones y zorros que reinvente la rueda siendo ya una producción de calidad más que patente a nivel visual. Del mismo modo, no es ni mucho menos del todo válido asumir, desde el punto de vista de su narrativa, que una lectura desde fuera de su público objetivo puede desentrañar la magia y la capacidad de evocación de esta película. Su candidez es hermosa y al mismo tiempo es limitante, y uno puede considerarla tal vez demasiado ingenua sin caer en que esa ingenuidad es precisamente lo que la puede llegar a hacer conectar con su audiencia. A mí me llega al menos para un término medio satisfactorio, que tal vez sea más que suficiente en este caso.