Quién no ha imaginado alguna vez la vida de los niños de caras sonrientes y halo inocente que ilustraban las cajas de cereales de los años 50, esas que ahora llamamos retro y exponemos en nuestras casas. En 2005, Run Wrake abrió una de esas rancias cajas y en pleno subidón de azúcar creó Rabbit, un inofensivo título para nueve codiciosos minutos de espectáculo animado.
La simpleza de la historia radica en ese mismo planteamiento, la avaricia de unos niños que encuentran un ídolo que exprimir para su propio beneficio. El inicio, que da título al corto, se convierte en una alegoría de Alicia en el país de las Maravillas, en una realidad disfrazada de cuchillo modificando el país por uno pesadillesco.
El trasfondo de enseñanza maldad-consecuencia se oculta tras la imagen. Es aquí donde la originalidad se apodera de la historia. No es una casualidad lo de los cereales, Run Wrake utilizó imágenes de cromos antiguos para recrear este mundo, aunque lo más llamativo sea la idea de subtitular los objetos dando a cada uno un protagonismo propio, en un metraje mudo acompañado por leves melodías puntuales.
Imaginad el sacrificio del estatismo de estampas educativas, mancilladas por un pecado común que se lleva al extremo multiplicando el egocentrismo, con una mezcla de fantasía y estereotipos reales representados en el uso de iconos ingleses por todos conocidos. Tal vez así no nos acerquemos al corto, pero sí se comprende el trabajo del 14 meses del director, por el que estuvo nominado a los BAFTA como mejor corto de animación, obtuvo una mención especial en el festival de Cracow y consiguió el mayor galardón en el festival de Rotterdam y Vila do Conde. Un buen comienzo.
En 2008, manteniendo su gusto por la ilustración de esta determinada época y con un perfeccionado estilo de superposición de recortes, creó el corto The Control Master, un guiño a la ‹sci-fi› de los años 50, que también consiguió varios galardones.
La estética y el estilo ilustrativo lo dicen todo en un corto animado en el que llamar la atención siempre juega con el ajustado tiempo. Lo importante aquí es un conejo que desencadena la destrucción de la adorabilidad de los infantes sonrientes, en esta ocasión añade un ‹rabbit› que acompaña sus movimientos, y aunque no lo digan, lo sabemos, la avaricia rompe el saco, o reconstruye conejos, que viene a ser lo mismo.
Gran reseña para un gran corto. Lo vi hace poco y me encantó (encuentro especialmente llamativo también lo de subtitular los objetos, aunque no es eso, ni mucho menos, lo que hace de este corto algo especial).