Quo Vadis, Aida?, la última película de Jasmila Žbanić, abarca el conflicto bélico de las tierras yugoslavas desde el punto de vista de una mujer bosnia que trabaja como traductora para la ONU. En la conocida como «masacre de Srebenica», recreada en el film, hay un aura actualizada (para bien o para mal) de otra película que se estrena en salas esta semana: Ven y mira (Idi i smotri) de Elem Klimov. Pero, lejos de hacer comparaciones, sí es interesante establecer la importancia de mirar a través de unos ojos, de un rostro concreto para adentrarse en dos guerras, tan diferentes como extraordinarias en los tiempos recientes.
Como traductora y como madre y esposa, Aida deberá lograr mantener su papel dentro de la ONU —tan inútil como en otra famosa película bosnia que trata el mismo tema: En tierra de nadie (No Man’s Land) de Danis Tanovic— al tiempo que decide poner a salvo a su familia (que se encuentra al otro lado de la valla del campamento de las Naciones Unidas). Sin entrar demasiado en la simpleza del argumento que, por cierto, se basa en la asignación de un rol de poder que enfoca la salvación de una familia en detrimento de un pueblo entero, es bastante acertado jugar la carta de lo “emocional” para acercar a terceros al sufrimiento y la angustia en primera persona. El hecho de que la ONU no sea capaz de solventar nada, aparte de abordarse de manera que asume su realidad vergonzosa, recae de manera interesantísima sobre la misma incapacidad de un solo individuo. Aida, que se enfrentará totalmente sola (y no de manera heroica, precisamente, sino ejemplificando el eslabón más débil de una cadena de mando burocrática) a la devastación de la guerra moderna, a los “acuerdos” y tratados de paz que son papel mojado y al juego de los regímenes militares despiadados, será el personaje con el que descubriremos un callejón sin salida.
La obra de Žbanić se sitúa en la franja de un cine bélico que se está poniendo de moda en el este de Europa, tratando un drama interno que deviene completa y total manifestación de la impotencia. En lugar de ‹quo vadis?› (¿dónde vas?) la película incita a preguntar ‹cum vadis?› (¿cuándo vas?), pues la búsqueda de espacio se sustituye por la de tiempo, un tiempo crucial que hace del film una asfixiante y no menos intensa experiencia contrarreloj. La liminalidad del personaje de Aida se acrecienta gracias a una cámara que la sigue a todas partes, sin detenerse, generando una claustrofobia que va más allá del realismo visual para apoyarse en la evocativa perspectiva limitada en torno a un cuerpo. Por el contrario, los (pocos) planos generales hacen el efecto contrario. Sus miradas desde posiciones muy ajenas a lo físico de la situación muestran el alcance de lo que se pierde, la invisibilidad de los “de fuera”.