Santi Amodeo se dió a conocer con algunas de las propuestas más estimulantes del panorama español en la década pasada, con aquella maravillosa rareza que fue El factor Pilgrim dirigida y escrita a cuatro manos junto con Alberto Rodriguez, o esa otra joyita pop como Astronautas, iniciando lo que algunos llamaron la escuela andaluza con obras frescas y alejadas de lo convencional, donde a parte de los dos cineastas mencionados encontrábamos a Chiqui Carabante y su Carlos contra el mundo.
Separado ya de su antigua pareja artística, Alberto Rodriguez, han pasado varios años hasta que ha vuelto a ponerse detrás de la cámara con la divertida ¿Quién mató a Bambi?, película llena de aciertos y algunos fallos que no desmerecen el resultado final. Su nuevo filme funciona de manera genial en el terreno de la comedia, con escenas y situaciones bien llevadas y donde será imposible no esbozar alguna sonrisa en el peor de los casos. Sigue desenvolviéndose con frescura a la hora de desarrollar diálogos y explota momentos de indudable humor, entre los que destacan la presentación del abogado, un Joaquín Núñez en estado de gracia.
Desgraciadamente no todo es perfecto, y en ocasiones parece olvidarse de los personajes o de construir un relato redondo, con motivaciones más hondas. Precisamente se echa de menos una presentación de personajes como la anterior descrita, o algún arco de personaje más avispado y profundo, sobre todo en cuanto a algunos de los personajes masculinos. Otro ejemplo sería Clara Lago, que queda algo relegada de la historia y cuyo personaje no termina de cuajar en el guión. No obstante, y aunque el libreto no sea perfecto en cuanto a cuestiones de esa índole, desaprovechando un buen material, en ningún momento podemos decir que estamos ante una mala película.
Sí, es cierto, podría haber sido incluso mejor, y desde luego el cameo del famoso de turno queda forzado al máximo. Pero llegado el momento de la verdad, y recordando que son una lástima ese tipo de fallos, la cinta funciona en esa persecución sin límites entre personajes motivado por ese absurdo equívoco donde unos secuestradores y unos empleados se cruzan una y otra vez en una carrera sin ganador posible.
Ni agota ni se hace pesada. Falta un redoble final de tambor, el rematar el chiste, el triple salto mortal con el “chan chan” al acabar y todos los ejemplos cutres que queráis, que sigue siendo una comedia fresca, llena de situaciones límite (impagable el momento de las torturas y confesiones con un Ernesto Alterio desatado) y divertida.
Los actores están todos geniales, aumentando la sensación de que podría ir a más, falta aunar el fondo, ahondar en las motivaciones y que realmente suframos por los personajes, cosa que no siempre se consigue.
Puede que por todo lo dicho, fallida no sea un adjetivo descartable. Lo que pasa es que los méritos pesan más, que lo fallido no es sinónimo de malo, ni mucho menos. Prefiero la comedia de Santi Amodeo a la inmensa mayoría de supuestas comedias que todos los años nos invaden, sean o no de patrias.
El final es algo precipitado, y uno no tiene sensación de un final verdadero porque sólo se resuelve el motor que ha dado pie a toda la aventura, pero el interior de los protagonistas se muestra inamovible, sin cambio, sin haber ganado o perdido nada por el camino.
¿Y sabéis qué? Que da igual, que hay que ir a verla. Una buena comedia con los tiempos que corren es algo demasiado valioso.