Raman Raghav, apodado popularmente como Psycho Raman, fue uno de los nombres propios de la crónica negra hindú del pasado siglo, como el asesino en serie que imprimiría de sangre los noticieros de Bombay cobrándose la vida de varias personas. Su modus operandi, escalofriante: aprovechándose de la oscuridad de la noche, merodeaba por las casas de sus víctimas quitándoles vida de una manera rápida y contundente. Este funesto episodio es rescatado por el realizador Anurag Kashyap en Psycho Raman, con la ambientación de la Bombay actual donde un homicida parece repetir los patrones que convirtieron a Raghav en uno de los más episodios más negros de la sociedad hindú.
La película se aleja parcialmente de la fidedigna crónica real en la que se basa (se avisa de ello en el propio metraje) con el curioso planteamiento de no llevar la iconografía conocida del capítulo negro a un biopic al uso del homicida, si no la traslación de su poso (contra)cultural a la actualidad, con una clara trascendencia a su componente psicológico. Aún así, es curioso el cómo se respeta el espíritu del turbulento poso que este asesino en serie ha dejado al a sociedad hindú, haciendo hincapié en lo inquietante de sus correrías nocturnas, con la recreación de algunos pasajes propios de su crónica negra; de manera notable, se hace especial acentuación en el toque visual, jugando con un elemento tan primordial como la oscuridad, preámbulo irrefutable a la hora de recordar las actuaciones de este villano, no muy conocido en occidente pero que se rememora como un episodio del más terrorífico folclore urbano de Bombay. En la dramatización contemporánea de Psycho Raman se añade además un componente emocional anexado a su hermana, respetando algunos de los patrones con los que muchos psychokillers son llevados al cine, disfunción familiar mediante. La película construye además un complemento que se ejecutará como núcleo, la figura de un policía perseguidor, ilícito e impropio con el cuerpo (actitudes reprochables, infatigable consumidor de cocaína…) como una contraposición al homicida que se planteará con menos convencionalidades de lo esperado; la persecución y búsqueda del asesino confluirá con algunos de los segmentos más relevantes de la película, donde el director combinará las secuencias de enorme calado visual, una enérgica puesta en escena y un agradecido retrato de la Bombay nocturna más turbia con escenas de corte mucho más intimista; un tono mucho más trascendental donde se vislumbra cierto ahínco hacia el interior de sus personajes, momentos resguardados para componer ciertos recovecos emocionales del protagonista homicida.
Psycho Raman tiene cierto toque espeluznante en algunos de sus momentos; en especial, y a pesar del desconcierto que pudiera sufrir el espectador con cierto cambio de tonalidad mientras se oscila entre protagonista y antagonista, en el momento de aprovechar esta coyuntura para catalizar su inmersión en los perfiles psicológicos de ambos. Se oscila entre la energía visual del thriller con un poso, quizá más contenido, de componente psicológico, funcionando sin costuras a medida que acerca las mentalidades de ambos personajes. Con el paso del metraje la película dejará caer su peso claramente a esta diatriba, funcionando a pesar de contar con algunos segmentos que narrativamente dejarán altibajos, pero serán salvados por las interpretaciones de la dupla de actores; miméticos en unas ocasiones, artificiosos en otras (no en el lado peyorativo del término), el tête à tête propuesto desenmascarará algunos de los baluartes del film de Kashyap, que invitan al espectador a leer debajo de su solvente empaque visual.
Las intenciones del director de dosificar de visceralidad una atmósfera que ya nace turbada (a pesar de sus luminosos créditos iniciales, rimbombantes y contradictorios con el resto del metraje, al igual que otros leves insertos), se prodigará de manera paulatina, embriagando a una pareja de protagonistas que parecen vivir una caída al abismo emocional de la situación que están sufriendo (se insiste, nuevamente, en el acercamiento psicológico que se entabla entre dos seres inicialmente tan antagónicos), invita a no perder el interés durante sus dos horas de duración, aunque es cierto que bien se pueden vislumbrar las pretensiones de obtener una crueldad escénica únicamente lograda en algunos momentos. A este respecto, su clímax podría disgustar ante el potencial de su premisa, pero la obtención de dotar de incomodidad formal a un precepto como el del psychokiller, tan recurrido en la gran pantalla, ya es todo un logro para la película.