Una adolescente viaja con su madre en un tren para pasar unos días en Estocolmo. En pocos minutos, nos damos cuenta de que hay algo que no está yendo bien. Del buen rollo inicial, pasamos a comportamientos erráticos por parte de la madre y una serie de episodios de crisis nerviosas y desdoblamientos de personalidad que podrían asustar al más pintado. En más o menos 20 minutos, sabemos que la madre ya no es la misma que ha subido al tren, mientras su hija se mantiene estoica siempre a su lado. Sin embargo, al llegar a Estocolmo, en lugar de celebrar su cumpleaños como estaba previsto, el empeoramiento de la condición psicológica de su madre la obliga a pasar cuatro días sola en la ciudad, mientras su madre permanece en un hospital psiquiátrico, lo cual no será un impedimento para que la protagonista siga rememorando en su mente vivencias y vuelva a la voz de su madre en forma de recuerdos, visitas al hospital y por teléfono. Según he estado leyendo por internet, parece ser que, hace como 20 años, la directora Maria Bäck se fue de vacaciones a Estocolmo con su madre y fue testigo de cómo su persona más cercana con trastorno bipolar se convertía en una extraña. Psicosis en Estocolmo es su ópera prima, un relato autobiográfico que aborda, desde el punto de vista del prójimo, la hija, el doloroso amor a una madre que, según su estado, puede desdoblar dos vidas (la suya y la ajena) y se hace muchas preguntas desde sus silencios. ¿Cómo experimenta el mundo una persona que ya no se reconoce a sí misma? ¿Qué puede hacer quien lo ve? ¿Cómo nos afecta conocer a la persona “de verdad” y verla devorada (y devorando) por su psique?
Partiendo de la base de lo peliagudo que puede ser presentar un desorden mental en el cine, con el riesgo de cometer excesos, caer en ridículos, simplificaciones o caricaturas, la opción de recurrir, sin dejarla de lado, a la postura y reacciones de la menor que vive esa realidad desde una cercanía familiar parece todo un acierto. La directora Maria Bäck hace una aproximación a una normalidad que no es normal, a través de los ojos de una adolescente que, desde los 5 años, es consciente del estado mental de su madre. Con una historia que abarca solo unos días, muestra algo que, a pesar de su dureza, parece suficientemente frecuente: los niños solo conocen la realidad en la que viven. Es cuando la realidad se amplía que empiezan a comprender que existe otra normalidad. Entonces habrá quien les diga: no puedo imaginar cómo tuvo que ser tu infancia. Y, más dura o menos, es posible que, al menos hasta la revelación venida del exterior, le afectara psicológicamente, pero lo asimilara como ordinario o incluso natural. En Psicosis en Estocolmo, con una actitud sobre todo contemplativa y calmada (habrá quien piense que apenas pasa nada), somos testigos de ese pequeño gran cambio, a la vez que entendemos la relación materno-filial (o viceversa) y la evolución emocional derivada de la imposibilidad de una cura real, de una convivencia inestable, de tratamientos que convierten a personas en zombis y otras cuestiones que vale la pena observar en este viaje emocionalmente tan estable como frágil que deja frases como «A veces me canso de que las cosas que me pasan no me maten. Solo me hacen más fuerte». Es, en el fondo, y como su protagonista, una película que lleva los sentimientos por dentro, pero lo suficientemente enigmática y misteriosa como para ser entendida en algunos tramos como una película de terror psicológico. Si hubiese optado por esa vía, con escenas como las de la imitación de gestos o las visiones de la madre, está claro que habría caído mucho más en los excesos, pero más de un listo la definiría como terror elevado.
Podéis ver Psicosis en Estocolmo en Filmin:
https://www.filmin.es/pelicula/psicosis-en-estocolmo