Lo peor que le puede pasar a una película es tener todos los ingredientes, a priori, necesarios para ser un espectáculo gigantesco o, como mínimo ‹crowd pleaser›, pero no saber combinarlos en su justa medida. Algo así es lo que le pasa a Project Wolf Hunting, un film planteado como una especie de Con Air en versión hiperbólica (algo difícil de creer, pero cierto) y súper vitaminada, que combina acción sin descanso, gore sin tapujos, mutaciones, manipulación genética y monstruos prácticamente indestructibles.
Con todo esto sobre el tapete uno no espera El gatopardo de Visconti, claro está, pero sí una película de diversión, festivalera en grado sumo. El resultado, por el contrario, acaba por ser una amalgama tediosa, sin interés alguno ni por la trama (¿?) ni por ninguno de sus personajes o su destino.
La sensación es que no ha habido ningún tipo de filtro en cuanto a dirección se refiere. Kim Hong-sun se limita a acumular situaciones de toda índole sin ningún tipo de sentido, como si la acumulación por si sola bastase. Es evidente que esto es así, ni que sea por los primeros impactos iniciales, donde las coreografías de acción puede que no sean en exceso originales pero sí su exceso hemoglobínico. Todo se tuerce, sin embargo, cuando más allá de esto se necesita desarrollar la trama y dibujar los personajes. Es en este momento en que el director parece perder todo interés por estos asuntos y se limita a acumular más y más acción, con nula tensión dramática. E incluso, cuando esto parece agotado, se sigue estirando el chicle introduciendo el factor sobrenatural, una vez más chocante por su brutalidad, pero que acaba convirtiéndose en un ‹copy & paste› escena tras escena.
Solo en el tercer acto se atisba la necesidad de explicar algunas de las cosas (no todas) de las que suceden en pantalla. Sin embargo esta explicación se muestra de forma artificial, nada orgánica. Con algún ‹flashback› insertado a forma de adenda a machetazos en sala de montaje y, cómo no, con los típicos discursos de villano que pretenden resumir motivaciones y rencillas que justifiquen su comportamiento.
Project Wolf Hunting se nos presenta pues como una curiosa combinación entre lo mejor y lo peor que puede ofrecer la cinematografía coreana. Por un lado la voluntad de crear un gran espectáculo sin escatimar gastos ni recursos, por otro no saber aprovecharlo y confundir mero entretenimiento con dejadez en la planificación y fiarlo todo a la acumulación de elementos y a la brocha gorda narrativa. Por ello la decepción es si cabe todavía mayor: si este fuera un producto modesto se podrían justificar muchos de los errores en nombre de la parquedad de medios que se han tratado de compensar a base derivas imaginativas de guión. Con los medios disponibles, sin embargo, solo se puede hablar de una dejadez que condena la cinta a la intrascendencia, a la rutina y a ser, ya no solo una más entre tantas, sino más bien algo para recordar en negativo, como un plomizo e incluso ligeramente irritante producto.