¿Qué es lo que queremos decir cuando hablamos con otra persona? ¿Lo aparente, el subtexto o lo que se queda sin ser expresado? Quizá todo a la vez y ninguna de estas cosas al mismo tiempo. Porque el lenguaje en sí mismo, la comunicación ya genera un vínculo con los demás con unas peculiaridades específicas que se crean en cada relación concreta —ya sea de amistad, sentimental, familiar, etcétera—. En la era de las conversaciones en diferido y a distancia a través de las pantallas de nuestros móviles, lo único que ha ocurrido es que este proceso se explicita al mediatizarse por las distintas plataformas que usamos, que permiten el ensayo, la repetición, el descarte de nuestro mensaje, entonación o el arrepentimiento completo con el radical borrado del mensaje. En una llamada telefónica o de forma presencial sólo existe una única toma, aquella que te deja en el abismo absoluto, al descubierto con el otro, exponiéndonos en toda nuestra fragilidad y motivaciones. Un audio de WhatsApp puede ser el perfecto ejemplo de estas nuevas formas de interactuar que monopolizan mayor o menor cantidad de nuestro tiempo diario. Todas estas connotaciones son las que marcan el cortometraje Por la pista vacía (Pablo García Canga, 2022) desde el mismo instante en el que vemos a Ana (Bruna Cusí) sosteniendo su ‹smartphone› y comenzando a grabar un mensaje dirigido a un antiguo amigo con el que hace tiempo perdió el contacto.
El audio además es lineal, algo que el director subraya con el uso de planos secuencia mientras vemos a la actriz relatar el encuentro con un desconocido que le recordó a alguien de quien hace mucho no pensaba. Las palabras elegidas, el estilo quizá exageradamente literario del primer momento —que en realidad debería interpretarse con una elección estética que se aleja del naturalismo para abrazar lo teatral sin complejos— entonadas para usar la negación como motor de su discurso, repleto de reproches, dolor y despecho va progresivamente creciendo en intensidad hasta que un final en falso hace sentir a los espectadores la insatisfacción y el arrepentimiento de la protagonista con su grabación y el objetivo de su alegato. Vuelta a empezar y la cámara sigue a Bruna Cusí en el patio con plantas en el que observamos sus evoluciones. El cambio de intenciones y de enfoque se hace obvio en su segundo intento y en los siguientes. En cada uno de ellos un aspecto diferente de la relación con su amigo sale a relucir, pero también de la propia personalidad de Ana. Con cada repetición emergen detalles de lo que se oculta en el fondo de un inicialmente casual audio, que desencadenan tanto buenos recuerdos como memorias que la atormentan.
La sencillez de la propuesta también se traduce en la simplicidad de su escenografía y las mínimas variaciones respecto al entorno de la actriz, delimitado por las paredes que forman el escudo protector de su intimidad. Un escudo que deliberadamente rompe en el propio acto de comunicar, que revela sus sentimientos sin necesidad de concretarlos sintácticamente, por todo lo que omite. Las palabras además suponen una limitación manifiesta para declarar en toda su complejidad el infinito abanico de los sentimientos y las ambivalencias asociadas a los significantes y los significados. ¿Qué posibilidad queda para exteriorizar todo lo que Ana quiere pero no se atreve o no es capaz de desarrollar codificada en una retahíla de sustantivos, verbos, artículos y adjetivos? La experiencia compartida con el otro, marcada por una canción que determina el auténtico sentido de su mensaje, de sus palabras y silencios, de lo positivo y negativo que vivieron juntos en las anécdotas que incorpora a su relato durante sus interminables diatribas canceladas. Un gesto, una mirada, una noche, un beso… Pablo García Canga sintetiza en breves minutos finales de escucha todo lo que su protagonista puede decir sin contar nada: algo intangible, lo inefable de los códigos creados por la complicidad y lo experimentado entre dos personas al ritmo de una música en común a la que ponen la letra juntos.
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.