Hay un paralelismo evidente entre Jesse, Elle Fanning como futura supermodelo de éxito en The Neon Demon y Jessica, la jovencísima Sofia Kappel de Pleasure. También hay algo que las diferencia hasta alejar sus caminos, porque donde Nicolas Winding Refn vampiriza el exclusivo mundo de la moda y nos lleva de la mano al más absoluto terror, Ninja Thyberg juguetea con la crudeza realista del mundo de la pornografía norteamericana. Eso sí, los brillis y el gusto por la estética son un referente para ambos, pero resulta claro que hay dos mujeres dispuestas a alimentarse de sus respectivos mundos artísticos, y claramente gana el oscuro ideal de Jesse.
Bella Cherry entra en pantalla con falsa inocencia y arriesgado atrevimiento. Todos, chica rubia recién llegada y espectador(a) nos mostramos expectantes ante el actualizado mundo del porno, y Thyberg se aprovecha de ello para mostrarnos tal cual los entresijos de rodajes, publicidad, representantes, productores, compañeros de trabajo y de fatigas… desmoronando los tabúes hasta convertir la industria del porno en un alocado día en una oficina de notarios. Mismo procedimiento, mismo resultado: trabajo finalizado, factura pendiente de pago.
Ante la elocuente muestra de las metodologías, que pierden un tanto de artístico cuanto más mecánicas se resuelven (y esto sucede hasta en la más creativa de las labores de este mundo), nos encontramos con la fiereza con la que la joven sueca quiere ganar puestos en su nuevo trabajo. La obsesión por llegar a lo más alto se convierte en una constante que nos permite disfrutar de un barrido por las facilidades y complejidades de una labor donde el cuerpo es una herramienta y el placer (o su simulación esperpéntica) es una virtud expositiva necesaria para ascender. Mientras ella aprende cuál debe ser su flexibilidad ante las cámaras y tras ellas para llegar a lo más alto, el mundo que la rodea se vuelve más hostil y denigrante. Los ascensos rápidos.
Como en todo, el porno es un mundo dominado por hombres y pensado para el disfrute de los hombres, y esto se percibe ante las dinámicas de trabajo y los entresijos que se cuecen tras las bambalinas. Envidias, desprecios y señores distantes que manejan las élites, además de alguna mujer totem a la que querer arrebatar el puesto, surgen entre rodajes que suelen acabar en niñitas adorando cualquier polla. Literalmente. Mientras el meritorio estudio del porno de Ninja Thyberg va tomando forma, la escalada de Jessica/Bella se atraganta. La valentía en las imágenes y esos montajes en los que podemos apreciar todos los puntos de vista —el rodaje, lo que capta la cámara, lo que ven los actores, maquillajes, preparaciones previas pero nunca un resultado final— sin necesidad de ser continuamente explícito o escabroso, sabiendo sacar el jugo a cualquier acción, se pierde cuando vemos que la ambición de su protagonista sigue el ABCD de mujer escalando puestos a toda costa. Así, donde vale The Neon Demon, vale Todo por un sueño y las presentadoras de televisión. Me gusta el uso de Bella para conocer cada uno de los apartados del porno —sí, algunos tan aburridos como demuestran las películas del género—, pero no me interesa tanto el recurso fácil ya visto hasta la saciedad, donde sus dudas se vuelven superficiales y la camaradería amanece demasiado pronto como impostada.
Aunque lo típico se apodere de un mundo tan supuestamente extravagante, para nada el papel de Sofia Kappel está vacío de contenido. Se entrega y sabe transmitir expectación o hacer que nos retorzamos en nuestros asientos en situaciones totalmente revulsivas, comparte la novedad y se aferra a la frialdad cuando realmente interesa, aunque acabe desdibujando un verdadero interés por llegar a la cima más allá de saber qué se oculta tras las cintas de satén donde se acomoda la élite.
Pleasure quiere romper, y a veces la fractura no llega a ser definitiva. Es vistosa y carnal, no renuncia a mostrarlo todo con elegancia cuando se siente cómoda Bella o de un modo mecánico cuando el paso que ha dado es en falso. Pero falta algo, cierta credibilidad a este desafío fundamentado en el capricho, si dejamos de lado todo el artificio de la morbosidad que nos causa lo que desconocemos. O más cabezas huecas o más pasión, pero no medias tintas que nos lleven a inesperados altibajos, para que esta Bella Cherry fuese inolvidable y no un personaje a medio camino entre heroína y marioneta que sabe cogerle el tranquillo a lo que los hombres desean para poder seguir disfrutando del sexo impostado desde el cielo de las súper estrellas del porno. El placer como trabajo no queda impregnado en nuestras mentes si resulta descafeinado. Pero ¡eh! esto es un debut y aquí hay mucha miga.