Photographic Memory: filmar un abismo
Uno de los momentos que más me ha emocionado del cine ha venido de la mano del cine documental, en concreto a través de la mirada de Ross McElwee (el hombre que ha documentado su vida) en su maravillosa Time Indefinite (1993). Dicho instante nos traslada a una reunión familiar donde McElwee y su ayudante filman lo cotidiano mientras el director nos habla de la rectitud de su padre, decepcionado porque su hijo fuera un documentalista soltero y no un profesional más digno con una vida ya asentada. La dureza se nota en la mirada del padre (virtudes del montaje) por lo que el anuncio del director, sin dejar de grabar, de su boda con su ayudante acentúa el contraste con el rostro del padre que, de repente, ve un futuro para su hijo. Es entonces cuando el padre coge la cámara del director americano para filmar a los prometidos, superando el abismo que les separaba y, a su vez, reconciliando dos generaciones con distintas metas en la vida. Un único instante.
Hacia el final de Time Indefinite, Ross McElwee nos narra el nacimiento de su hijo Adrian, reconociendo que no disponía de muchas imágenes porque no tuvo mucho tiempo para poder rodar. Pese a todo vemos imágenes de los recién estrenados padres con su hijo en la intimidad de su hogar, en un momento en que el padre del director ya había muerto y, sin embargo, sigue presente en esas imágenes.
En Photographic Memory McElwee nos habla de los problemas de comunicación con su hijo Adrian, ya adolescente y más preocupado por las redes sociales y los deportes de riesgo que por los documentales de su padre. La insistencia del director no parece romper la barrera del silencio con su hijo, por lo que McElwee se ve en esa tierra de nadie donde no sabe qué ha pasado en ese lapso desde que eran inseparables hasta ahora, por lo que, a falta de ayuda de Adrian, McElwee decide acudir a sus recuerdo para entender a su hijo a través de entenderse a si mismo cuando tenía su edad. Así recupera una serie de imágenes de su juventud y de un viaje a Francia donde se enamoró de una chica el tiempo que vivió su aventura francesa, decidiendo repetir esa aventura a la caza de comprobar cómo también el tiempo ha cambiado esas estampas del pasado. Y es a través de revisitar esas fotografías y el presente de esos lugares, junto con encontrar a su amor de juventud tras décadas, como McElwee es capaz de entender mejor el presente de su hijo, una reconciliación con ecos a la vista entre padre e hijo en Time Indefinite.
Pero si he de destacar dos elementos que me parecen fundamentales para reivindicar Photographic Memory estos serían una escena y el instante de su estreno. La escena a la que me refiero presenta a McElwee delante de una de las fotos de su pasado, rondando en la misma localización donde fue tomada la foto, pero el director confiesa no recordar cuándo ni cómo hizo la foto, olvido que se suma a la estampa que ya nada tiene que ver con la foto que él hizo décadas antes. Así es como ni la memoria es capaz de salvar el instante sino que lo hace la fotografía, único testigo de aquel instante e impresionante demostración no solo de lo que supone el cine documental para McElwee, sino de lo que supone la imagen para todos nosotros.
El segundo motivo fue su estreno en la edición de 2011 del Festival de Venecia, el primero al que asistí. Entonces no había podido ver aún cómo McElwee pudo reconciliarse con su padre en el pasado, pero sí pude ver pasear a McElwee y a Adrian por las calles del Lido, reconocibles para mí tras el visionado de Photographic Memory donde McElwee no plasmaba una reconciliación entre ambos, sino simplemente la de McElwee consigo mismo aceptando la brecha que le separaba de su hijo. Quizás milagros del montaje, de nuevo, pero resultaba tremendamente emotivo cruzarse con ellos a menudo y, sin embargo, nunca verlos juntos. La imagen de ambos compartiendo plano quedaba para el celuloide.
Escrito por Nicolás Ruiz Jiménez
@redrumum
(Cineuá)