Phantom Boy es el segundo largometraje de Alain Gagnol y Jean-Loup Felicioli, los creadores de la nominada al Oscar Un gato en París. Ambientada en Nueva York para esta ocasión, no es sin embargo demasiado distinta a lo que ofreció aquella primera película. Su estilo de dibujo claramente definido, sencillo y de rasgos cubistas, es un calco en ambas, ofreciendo por tanto las mismas virtudes creativas, pero también los mismos defectos, como esa escasez de dinamismo que tienen los personajes y su defecto en expresividad facial. En cualquier caso lo que mejor funciona es, como en el caso de su predecesora, su retrato nocturno de la ciudad, generando imágenes preciosas que logran capturar a la perfección la atmósfera sórdida de la historia.
Su historia vuelve a las andadas de los crímenes cometidos en los suburbios de una gran ciudad, narrando una historia policíaca con claras reminiscencias estéticas y argumentales del cine de gángsters y el noir clásicos, al tiempo que desarrolla una subtrama centrada en el drama familiar. Sin embargo, es en la ejecución de estos mismos elementos donde difiere del anterior largo de estos directores. Lo que en aquella chocaba por su indefinición, dándose de bruces constantemente entre los polos opuestos que conformaban la película, aquí aparece desarrollado con mucha más regularidad, aunque aún no del todo pulido. En cualquier caso, se observa una clara mejoría en la forma de combinar los discursos emocionales variados que aparecen en ella. La comedia y el drama no se invaden entre sí, la parodia y la tensión van de la mano (véase el clímax en el puerto), e incluso los elementos fantásticos se integran con facilidad dentro de la amalgama de géneros.
Aunque no exenta de guiños para los adultos, hay que tener en cuenta que Phantom Boy es ante todo una cinta infantil, pero no con las connotaciones de inocuidad con las que se suele asociar este tipo de cine, sino más bien como una manera de introducir a los niños en un género normalmente reservado al público adulto, poniendo énfasis en sus elementos más llamativos y característicos; una fascinación que queda explicitada en el personaje de Leo, un niño con cáncer que sueña con convertirse en el héroe de las novelas policíacas que lee. Para ello, el filme no escatima en recursos para mostrar la sordidez del entorno y de los personajes que trata, pero también mantiene un tono ligero al desarrollar una faceta humorística con el villano y sus esbirros, que logran verse amenazantes y patéticos a la vez, pero sin cargar demasiado las tintas de un lado o de otro, permitiendo que ambos funcionen en su justa medida. Y tal vez el valor más importante de esta película sea esa capacidad para evocar el potencial del género, de forma que sin dejar de lado todo lo que lo define logra descifrar su atractivo para el público infantil.
Más allá de esta interesantísima cualidad, lo cierto es que Phantom Boy no me llega a parecer una obra destacable en ningún momento. Su capacidad de abrir nuevas vías narrativas y estéticas a través de la animación es sin duda meritoria pero aún queda lejos de las obras maestras del medio, que son capaces de aunar la identidad estética, que ya demuestran claramente tanto esta cinta como Un gato en París, con una habilidad para contar historias y presentar personajes y emociones al espectador de la que éstas carecen. En este caso, la narración, aunque más efectiva que su predecesora, es todavía en exceso esquemática, plana y predecible, sin dar lugar apenas a la sorpresa y con un énfasis en los personajes todavía insuficiente para todo lo que pretende transmitir. El drama, no exento de aciertos inesperados (el hieratismo en las expresiones de sus personajes es sorprendentemente efectivo a la hora de tratar la situación familiar que vive Leo), es sin embargo demasiado esporádico dentro de la historia para generar una identificación emocional consistente a lo largo de la misma. Por todo esto el resultado es una película sólida pero olvidable, un claro progreso respecto a su anterior largometraje pero todavía con un enorme margen de mejora que muy probablemente podamos apreciar en futuros proyectos de sus autores, a medida que vayan definiendo su estilo y optimizando sus recursos narrativos.